¡Dios! Llevo desde ayer sin poder parar de pensar en él ni un minuto. En él y en su niña y en su mujer y sus otros hijos y en todas las personas a las que esta tragedia haya tocado de cerca. Imagino que conocerán la espantosa noticia del bebé que, por un catastrófico despiste de su padre, murió anteayer en un coche aparcado en Madrid. Es de estas noticias que te desgarran; con las que eres capaz de sentir un dolor físico sin tener nada que ver ni con la niña ni con nadie de su familia.
Imagino la situación. En esa prisa que llevamos todos, que vamos como locos, con mil cosas en la cabeza y con el móvil entrometiéndose en nuestra rutina de una manera invasiva. Imagino al padre que, después de dejar en el colegio a los tres mayores, se dirigió, como cada día, a la guardería de la pequeña para dejarla allí. Y quién sabe si una llamada de teléfono (que parece que es lo que sucedió), o una alerta que le saltó del calendario del móvil, o un wassap, o el estrés de no encontrar sitio para aparcar, o yo qué sé. hizo que cerrara el coche, dejara a su bebé en su sillita y se marchara al trabajo sin darse cuenta de que estaba dejando a su hija en el coche en un día de mucho calor. 6 horas y media más tarde su mujer fue a recoger a la niña a la guardería. Le dijeron que la pequeña no había ido. Una llamada a su marido acabó con la felicidad de esa familia para siempre. El hombre, de repente, recordó con espanto que había olvidado a su niña en el coche. Cuando su mujer abrió el vehículo comenzó uno de esos dramas en los que desearías tener un botón de rebobinado para acabar con una angustia imbatible.
Los servicios de emergencia intentaron reanimar a la niña sin éxito, mientras los padres iniciaban, estupefactos, el enfrentamiento al horror que acababa de romper sus vidas por la mitad. No sé si pudieron decirse algo en medio de ese tsunami de dolor. Poco, porque la policía, en una decisión que no sé si entiendo mucho, detuvo al padre y lo llevó a comisaría. Quizás mejor ahí que en ningún sitio, pero no comprendo que no fueran conscientes, desde el principio, de que todo había sido algo tan simple, tan tonto, tan cotidiano y tan inexplicable como un despiste.
Les va a sonar no sé si frívolo, o estúpido. Pero yo comprendo a ese padre. Hace 21 años me pasó exactamente lo mismo que a él. Y yo no estaba especialmente estresado, ni recuerdo que en aquella época los móviles estuvieran tan metidos en nuestras vidas. Simplemente, se me fue el Santo al Cielo. Salí de mi casa, como cada día, para llevar a mi hija Paula a la guardería. No sé qué fue lo que me despistó. Si estaba el camión de la basura. O si tardé más de la cuenta en comprar el periódico. O si tuve que dar un rodeo que me alteró la rutina. La cuestión es que 20 minutos más tarde, yo estaba aparcando mi monovolumen en mi plaza de garaje de Antena 3. Cuando estaba cerrando el coche hubo algo que me hizo parar. No sé qué instinto. O qué. Pero en el asiento trasero, en su sillita, estaba dormida mi hija. Podrán imaginar el frío de pánico que me recorrió el espinazo porque era el mes de julio y, a pesar de que mi aparcamiento tenía un tejadillo, no creo que mi hija hubiera sobrevivido a todas las horas que habría estado en el coche hasta que yo hubiera vuelto o me hubiera llamado alguien alertando de su ausencia.
En el viaje hacia la guardería me parecía increíble tener semejante empanamiento. Es un rasgo de mi carácter que provocaba y sigue provocando mucha risa frecuentemente entre mis familiares y amigos. Pero unos días más tarde de aquel episodio se me quitaron las ganas de reír por un tiempo. En Córdoba un hombre dejó a su bebé en el coche en el parking, juraría que de la Universidad. Con 40 grados a la sombra, lógicamente, cuando el padre se quiso dar cuenta, su hijo había muerto. Aquella noticia, que impresionaba a cualquiera, para mí fue una especie de aviso del destino. Nunca imagina uno lo cerca que está del drama y la poca distancia que hay a veces entre la vida y la muerte. Es una milésima de segundo, un milímetro, un gesto insignificante el que marca la diferencia entre seguir viviendo felizmente o llevar para siempre una herida abierta en el corazón.
Por eso yo te entiendo. Porque lo que a ti te ha sucedido, me pudo pasar a mí. Y, por desgracia, le ocurre a más gente. Y es incomprensible e imagino que hoy decenas de personas cercanas a ti se preguntarán cómo pudo pasarte. Y estarán espantados y probablemente pensarán en ti y te mirarán con una mezcla de ira, de pena honda y de compasión. Y tú, seguro, solo pensarás en tu niña. Y en tu mujer. Y en tus otros tres hijos a los que no puedes dejar tirados porque, sin duda, tu primer arrebato debió ser: “me quiero morir”.
Yo te comprendo. Y espero que encuentres algo a lo que agarrarte para salir del agujero horroroso en el que vas a estar metido durante mucho tiempo. No sé si eres creyente. Mis padres lograron aceptar que mi hermana Maravillas muriera a los 4 años en un accidente tonto en casa al caerse por una escalera. Espero que, sea con Dios, o con psicólogos, o con amigos, encuentres ayuda. Yo no sé si tu mujer será capaz algún día de perdonarte, lo que sí confío es en que llegue el día en el que tú, aún sin encontrarle un sentido a lo que ha pasado, seas capaz de perdonarte a ti mismo.
Te mando mis mejores deseos con un abrazo.
Inmensa compasión es lo que siento, una profunda angustia cada vez que pienso en ello. Desde que conocí la noticia, no dejo de rezar por él y por su familia.
Lo que más me impresiona no es que se dejara olvidada a su hija sino que (maldito karma) no dudara, no pensara, no se acordara ni por un instante durante toda su jornada en que eso podía haber pasado. ¿Qué vidas llevamos?
Un fuerte abrazo,
Gracias, Pepitín. Qué terrible! Ese es el problema. Que vamos tan atolondrados que una cosa como esta puede pasar. Yo no sé si una cosa así podría haber ocurrido hace 100 años. Quizás sí y, simplemente, se trate de ese margen de mala suerte que hace que sucedan cosas inexplicables. Buff. Abrazo
Yo vi el titular y no quise ni entrar a leer la noticia. Desde que soy padre, tardío pero loco de amor por mi hijo, cada noticia de este tipo me sobrecoge y, como dices tu, me llega a doler, y mucho, aun sin tener la más mínima relación con la familia. Yo suelo usar la aplicación «Waze» para buscar el mejor camino en los recorridos que, a diario, hago por Madrid aunque sean habituales, y esta aplicación te propone, si quieres, una alerta que salta al llegar a destino como «Recordatorio de Niños» para evitar, en lo posible, estas desgracias.
En fin, yo estoy convencido que lo de Villitas me ha condicionado mi forma de ser, porque un trauma así no se borra. Lo único que le deseo a este señor es que aunque no la olvide, que no podrá, esta tragedia le permita seguir viviendo y mirar por los otros tres hermanos.
Gracias, minmano. Joder. es que es tremendo. Y lo piensas bien y es que tantas veces estoy yendo a un sitio y aparezco en otro y me llevo una cosa a un lado y se me olvida en otro. Y… En fin. Que pobre niña, pobre hombre, pobre mujer y pobre familia. Ojalá puedan convivir con esto. Besos
Carlos:
Y yo le entiendo también. Pobre niña (DEP), pobre padre, pobre familia. Qué gran dolor. Muy bien traído, Chif. Se nota la pena con lo que lo que lo has escrito.
Abrazo,
J.
Gracias, Juancho. Buff. Abrazo
Carlos, este fenomeno está bastante bien documentado. Desgraciadamente ocurre a gente buena y muy normal. Le ocurrió a una compañera nuestra en Estados Unidos y ha lanzado un programa para educar y evitar esto. Se llama «bagintheback» o sea bolso atrás. Recomiendan poner cualquier cosa de uso diario atrás al lado del/a niño/niña : el bolso, la cartera, el movil, el ordenador que te obligue a abrir la parte trasera del coche. Me perece una idea estupenda, sencilla que podría salvar muchas vidas.
Por si te interesa, te adjunto su website : bagintheback.org
Besos
Dominique
Gracias, Domi. Fíjate que dice mi hermano en su comentario que waze te permite tener una alerta para que al llegar al destino el navegador te recuerde que llevas al niño ahí. Y quizás en las guarderías deberían tener un protocolo de llamar a los padres cuando no acuda un niño. Entre todos igual evitamos que se repitan estas cosas… Beso gordo
Pues si, entre varios se pondrai evitar. Me da pena que ya no exista tu programa, podrías dedicarle uno a esto. Igual podrías hacer un reportaje sobre el tema y ganar un Oscar… yo te ayudo con lo que quieras! Que te parece ?
Jaja. Hacemos el reportaje y lo del Óscar ya se verá… Respecto a olvidar niños y animales en los coches, hicimos varios reportajes. Es terrible que pasen cosas así, pero, sin duda, no será la última vez. Un beso, abuela.
Gracias por plasmar en palabras todo lo que llevo pensando desde ayer. Tampoco me quito esta triste historia de la cabeza, también irrito por mis despistes y por supuesto YO TAMBIÉN LE ENTIENDO.
Todo mi apoyo para que encuentren la manera de aportar toda la normalidad posible a sus otros tres hijos.
Gracias, Natalia. Qué historia tan terrible. Un abrazo
La «cabra» de hoy está, como siempre, muy bien escrita pero… no puedo decir que me haya gustado. Creo que me ha dejado aún peor que a la salida de diálisis. Pero creo también que al pobre padre le puede dar algo de alivio. Voluntad le has echado, Carlos.
Gracias, Padrino. Es que la historia es tan jodida, que no creo que esto pueda gustar. Ojalá encuentre alivio en algún lado este pobre hombre. Un abrazo
Es una pena irreparable y tu Cabra de hoy como siempre maginifica. Es el dia a dia por desgracia del tiempo en que vivimos. La mala suerte tambien que el coche tenga los cristales tintandos, que apenas se aprecia que hay dentro del coche. Una pena desgarradora. Y como dice tu cuñá la Manchega, «Maria de los Angeles», perfectamente le podia haber pasado a ella. De hecho, no es lo mismo pero viene a raiz de los despistes, recogia a Pablete del Colegio, se puso a hablar con las madres de otros compañeros, del dia dia, de los deberes, uniformes, vamos lo tipico. Cuando se quiso dar cuenta iba de vuelta a casa y del colegio la llamaron, que Pablete estaba en la secretaria, que se habia ido todo el mundo del patio y tambien su Madre. Imaginate, solo un despiste y sin querer volvia a casa sin el motivo que le habia hecho ir al colegio, recoger a Pablete.
Un abrazo minmano……… (a lo mejor ahora me cae bronca por contar intimidades jajajajajajajajaja).
Besos.
Gracias, minmano. Es que lo de que se nos vaya la pinza no es exclusivo de los tíos, aunque a nosotros nos pase más. La suerte es que, normalmente, estas cosas no tienen consecuencias, pero acojona ver lo cerca que te pasa a veces el drama. Un beso
Carlos: ¡GRACIAS! ¡Qué bien traído está! Pero le pido a Dios que a estos padres, que tienen que estar hechos polvo, les una más.
» YO LO ENTIENDO». Rezo por el padre, la madre y los hermanos. A nosotros nos dejó tan marcados lo de Villitas, que comprendo lo que dice tu hermano Javier. Tuvimos un gran ejemplo en vuestros padres y en los nuestros: vuestros abuelos.
Este padre, que no tengo el gusto de conocer, le pido a Dios por él cada día. Y ojalá esto les una aún más de lo que pudieran estarlo.
Gracias, tía. Por lo visto los padres son creyentes y están muy apoyados. Varios amigos me han comentado que los conocen y que están juntos intentando aceptar este espanto. Ojalá convivan bien con este dolor. Un beso
Yo también le entiendo y te entiendo a ti, Carlos, porque yo me siento como tú. Suscribo todo lo que has escrito. Llevo todo el día dándole vueltas. Recuerdo el día que perdí a una de mis hijas con tres años en el parque del Retiro. Fueron sólo unos minutos, porque mi cara desencajada y mi carrera con mi otra hija en brazos avisó a un señor de que yo era el padre de aquella niñita que estaba comiendo patatas fritas con un grupo de ancianos en un Kiosco. Fueron sólo unos minutos, pero yo estuve bordeando la locura. Dios sabe más, ¡Omnia in bonum! ¡Pero qué difícil nos lo pones a veces Señor!
Gracias, viejo pasiego. Sí que nos los pone difícil a veces, sí. Ojalá encuentre paz esta familia. Un abrazo
Magnífico artículo Carlos…yo también le entiendo y se me pone un nudo en la garganta porque realmente nos puede pasar a cualquiera. El ritmo de vida que llevamos no es adecuado…
Gracias, Manuel. Ojalá bajemos el ritmo, ciertamente. Un abrazo
Ciértamente le puede pasar a cualquiera. Cuando me enteré sentí un profundo dolor que, con el paso de los minutos, se convirtió en dolor de cabeza. Yo lo somaticé de esa forma. Sentí gran pena por la familia y una inmensa compasión por el padre. Intenté ponerme en su lugar, sólo me entraban ganas de tirarme por una ventana.
Tendrás que dar gracias a Dios toda tu vida porque te avisó en ese momento que pudo ser trágico. Cuando has estado cerca empatizas con facilidad.
Muy buena Cabra.
Un fuerte abrazo.
Manolo.
Gracias, Manolo. Es que es, verdaderamente, para ponerse malo si piensas en que te pase algo así. Ojalá este hombre encuentre apoyo para salir del espanto en el que se ha metido. Un abrazo
Terrorífico! me ha dejado muy impactada . Yo también le entiendo muy bién y es para reflexionar . Pobre hombre y pobre familia! a mi primo Santi Gimeno le pasó exactamente como a ti…al apagar el coche en Antena 3 , su hija suspiró dormida….ese suspiro le salvó la vida! se sintió mal durante mucho tiempo…
Yo sí soy creyente , cada día más viendo este mundo , y rezaré mucho por ellos . Poco más puedo hacer…
Beso enorme!
Gracias, Koké. No me extraña lo de Santi. A mí, cuando me enteré de lo de Córdoba unos días más tarde de lo mío, se me cortó literalmente el cuerpo. Y cada vez que veo una noticia de estas (por desgracia no es la primera vez que pasa, ni será la última) me genera mucha pesadumbre. Yo también rezo por ellos, porque tienen por delante una época durísima. Un beso