La verdad es que pensaba escribir la Cabra hablando sobre la diferencia entre patriotismo y nacionalismo, que es un debate que se ha puesto muy de moda últimamente. Pero lamentablemente que es un tema que da una pereza cósmica. No sé lo que dirán los manuales de alta política. Yo, como ciudadano de a pie y periodista no sé si de “a pie”, “a mano”, “a corazón”, o “a testículos”, lo tengo clarísimo. A mí me parece obvia la diferencia; el patriotismo es un sentimiento positivo, alegre, pacífico, de concordia y abierto. El nacionalismo, desde mi punto de vista, es excluyente, agresivo, expansivo y cerrado. Cuando hablo de abierto y cerrado, me refiero a que yo, que me siento muy español, me siento también muy andaluz y muy madrileño y muy malagueño y muy gaditano e, incluso, muy ginebrino. Y creo que todos ellos son sentimientos compatibles, pero ya lo explicaré en otra Cabra, si eso, porque el lunes fui a un funeral que me dejó algo revuelto.
La semana pasada murió Isidro Hernández Verduzco, uno de los profesores que tuve en el CEU en mis primeros años de la carrera de Periodismo. Isidro tenía un aire a Papá Noel pasado por Just For Men; orondo, con su barba negra, unos ojos pequeños y una expresión alegre casi constante. No sé si se lo dije alguna vez, pero Isidro fue un punto de inflexión en mi vida e imagino que en las vidas de muchos de los alumnos que pasaron por sus manos. Yo tenía 18 años. Había perdido el primer año de carrera por un problema burocrático y, en vez de matricularme en Periodismo en la Complutense, que había sido mi sueño desde los 12 años, tuve que quedarme en Derecho en la Autónoma. No sé si los juzgados de España perdieron a un magnífico abogado, lo que sé es que yo estaba empeñado en hacer Periodismo y la burocracia me lo ponía dificilísimo. Mis padres me ofrecieron hacer el intento a través del CEU y, unas semanas después, en el mes de enero o febrero de 1983 yo estaba en el despacho de Isidro haciendo la entrevista de acceso a la Universidad San Pablo.
Aquella fue la conversación entre un joven de 18 años, despistadísimo, triste por haber perdido un año, con la sensación de ser un vago y de estar, quizás, equivocándose, con uno de los hombres más afables que he conocido. Isidro me animó, le quitó importancia al hecho de perder un año y me dijo que una profesión tan bonita como la nuestra seguro que me iba a hacer feliz. Oír esto viniendo de un hombre que parecía el paradigma de la felicidad, convencía. Y yo salí de aquel despacho seguro de que, en los años siguientes, iba a empezar a construir una vida alegre trabajando en lo que me apasionaba. Y ha sido así. Bueno; está siendo así, porque espero que me queden muchos años de alegría en el trabajo. Isidro luego me dio clases y nos llevó a TVE a conocer a sus compañeros de Estudio Estadio y nos invitaba de vez en cuando a una cerveza en el bar y estaba pendiente del que se desmandaba… Era una especie de sucursal paterna que, al menos a mí, me vino estupendamente en esos años de baile hormonal-neuronal.
Y recordando a Isidro el lunes me acordé de tantos y tantos profesores que fueron importantes en mi vida. Yo he tenido maestros magníficos en el Colegio de El Palo en Málaga y en el Virgen de Mirasierra de Madrid. Y tuve la suerte también de encontrarlos buenos primero en el CEU y, luego, en mi paso de dos años por la Complutense. Y mi sentimiento hacia ellos es de un profundo agradecimiento. Igual que pienso que Isidro tuvo mucho que ver en que yo arrancara y terminara periodismo, miro atrás y doy las gracias al don Manuel que me obligó a aprender a escribir correctamente Hirschfeld, a Ana María y a Julia, que en la EGB y el BUP me hicieron amar la Historia, a Rafa, Conchita y Jose que nos instruyeron en el «mens sana in corpore sano», a Pedro Domínguez que me animó a escribir diferente, a Jesús Palomino que me contagió su entusiasmo por el Arte o a José Luis Córdoba, que me hizo entender a Cicerón. O a Baltasar y Marucha que se empeñaron en que yo no odiara las matemáticas y la filosofía. Y luego llegaron los de la carrera. Gracias a Isidro y a Pilar Fernández y a Luis Blanco Vila, a Diego Armario y a Javier Mª Pascual y a Santiago Montes, a José Tallón y a Jesús Timoteo. Y me dejo a muchos, pero son personas que me ayudaron y que, a pesar de las críticas a los que nos educan, me transmitieron su pasión por lo que ellos amaban y no creo que pueda haber nada más útil y más emocionante. Así que a todos; Gracias.
Que ya podían haber cogido esos profesores míos a algunos de nuestros políticos actuales. Porque son un coñazo. Ayer vi durante un rato la sesión de control al gobierno y debo reconocer que, siendo ambos muy mejorables, Pedro Sánchez y Pablo Casado me entretienen bastante cuando se ponen con sus peleítas en las que Pedro va de guapo de la clase sobradete y encantado de que le acaben de nombrar delegado. Pero se ha encontrado con Pablo Casado, que es el nuevo de la clase, que le ha salido respondón y, aunque no se lleve a las niñas de calle como él, le está tocando los cojones. Hubo un par de momentos buenos, cuando Casado le dijo a Sánchez que cuál de los dos Pedros era el que estaba sentado en el escaño, si el que creía que en Cataluña hubo delito de Rebelión o el que ya no, o el que decía que sin presupuestos había que convocar elecciones o el que ya no. Sánchez, con ese aire de galán de 1’90 que se sabe superior al novato de 1’75, le dijo que no entendía esa prisa por perder unas elecciones. Estuvo bien el rifirrafe aunque el Presidente del Gobierno se lo puso a huevo al líder de la oposición porque hay que reconocer que, como diría Manoli de GH9, en eso de perder elecciones, Pedro Sánchez es un experto que te cagas.
Gaudeamus Igitur…
¡Qué bueno! yo quería ser periodista; pero por otros motivos acabé haciendo Derecho.
Al final no he acabado ni en lo uno ni en lo otro. Pero eso sí, Derecho me parece una magnífica carrera, de las que te hacen estudiar…y pensar. Empecé con pocas ganas; pero los excelentes profesores que tuve me engancharon:
Peces-Barca, Torres del Moral, Gitrama, Arias Bonet, Gibert, y sobre ellos mi tutor: José Castán Vázquez…a ellos y al resto va mi humilde homenaje.
Gracias, Andrés. Qué buen himno ese, aunque contenga el mal rollo del humus y del inferno… Viva la academia y vivan los profesores. Es curioso porque me acuerdo muy vivamente de los buenos y casi no recuerdo a los malos. Seguro que habrías sido un buen crítico taurino. Un poco toca pelotas, pero bueno… 😉 Un abrazo
Muy bonito homenaje. Yo también tengo grandes recuerdos de los profesores que me marcaron: Jacquet, Fleury y Colombier entre otros en el Liceo y el gran Mariano Muñoz de Dios en Derecho de la Complu. Gente que disfruta con lo que hace y te hace disfrutar sus clases, la mejor manera de aprender. Un abrazo y gracias por hacerme recordar.
Gracias, Sylvia. Yo, repasando, me he olvidado algunos, pero tampoco se trataba de hacer aquí una listado como la de los caídos de Verdún… Es un gusto encontrar profesores buenos, como es una tristeza toparse con uno malo. Por suerte hemos tenidos más de los ‘rimeros que de los segundos. Un abrazo
Y tras agradecer a los que nos iluminaron el camino, te falta otra cabra con un recuerdo para los que nos abrieron puertas y los que nos ayudaron, los ven la profesión como un compartir y ayudarse entre colegas, no como una competición entre contrarios que defienden su absurdo parterre. Está claro que cuando aparecen las canas uno se hace más consciente de que todo eso que pensabas que habías conseguido solito con tu esfuerzo, en realidad es un conjunto de pequeños y grandes regalos que te ha ido haciendo mucha gente desinteresadamente. Y ahora lo que toca es devolver el favor no a los que nos lo hicieron sino a los que vienen llamando a la puerta.
Gracias, Josesain. De esas ya he hecho unas cuantas Cabras dando las gracias a tantos (Hermida, Jorge del Corral, Martín Ferrand…), pero es verdad que los jefes son, en cierto modo, profesores y yo he tenido también la suerte de encontrarme más jefes buenos que malos. Con la mayoría de mis jefes he tenido o tengo amistades estupendas. Un abrazo.
Esta cabra me alegra por ti: pero no puedo compartirla porque no he tratado ni de refilón con ninguno de los profesores que mencionas. Mis estudios fueron igual de alegres que los tuyos, pero se le puede sacar muy poco humor a un engranaje cónico – helicoidal. Y, en cuanto a los profesores… yo he tenido de todo.
Discrepo de ti en lo de llamar bonito al Gaudeamus. La alegría de la Novena Sinfonía – ahora el himno de Europa – sí que abarca todo. La del «gaudeamus» se limita a los que son jóvenes… y mientras son jóvenes. «Post… » no queda más que el «humus», la tierra a la que canta Miguel Hernández para envolver a su compañero del alma. A mis 88, yo espero más.
Gracias, Alejandro. Bueno; hay un verso que habla de «ad superos», que entiendo que es el cielo, pero ya sabes que yo soy un optimista. Es cierto que lo de la molestam senectutem, jode. Y la verdad es que, desde los alegres estudios de letras, me compadezco de vuestros estudios de ingeniería. Yo siempre cuento lo del apasionante libraco de 500 páginas de mi cuñado Alfonso con el sugerente título de: «Hormigones»… Un abrazo.
Muchas gracias, Carlos, por tu entrañable recuerdo… El privilegio ha sido encontrar en nuestro camino a gente como tú que nos ha obligado a entender la educación como un proceso de constante renovación para intentar haceros mejores personas. Un fuerte abrazo
Gracias, Jesús. Es un gusto que ambos tengamos un buen recuerdo de aquellos años. Espero que nos veamos pronto y brindemos por todo ello. Un abrazo
Carlos, ¡qué bueno eres y qué buen corazón tienes! Siempre lo demuestras en tus «cabras». Me encanta recuerdes atus buenos profesores de El Palo, Virgen de Mirasierra y las facultades de Derecho y Periodismo.
Siento contigo la muerte de tu gran profesor: Isidro Hernández Verduzco, cuando se nos va alguien, al que tanto se le debe, el corazón se queda triste. Pero no cabe duda que te dejó buen recuerdo. Y tantos que has ido nombrando y jefes que has tenido.
Yo también me siento muy española, malagueña, madrileña, canaria, asturiana y hasta chilena, aunque sólo estuve allí dos años. Hay que querer a la tierra en la que se vive y con quien se vive. Y sentirse agradecido por lo que recibimos de cada uno.
En tus «cabras! sólo me sobran algunas palabras, Un abrazo muy fuerte
Gracias, tía. Es cierto que hay que querer a la tierra en la que se vive y con quienes se vive, aunque sean de otra raza, otra fe u otro origen diferente al tuyo. La cantidad de guerras que nos habríamos ahorrado si todo el mundo pensara como tú. Respecto a las palabras malas, ya sabes que soy un caso perdido… Un beso.
Hermano, de bien nacido……, pues eso. El otro día leyendo un artículo de Guillermo Fesser que hablaba sobre el dramático asunto de los casos de pederastia en la iglesia estadounidense, me gustó que aclarara que el no podía más que tener un buen recuerdo de nuestro cole del virgen de Mirasierra, y de los curas de SSCC que allí se encontró, que está bien que se diga para separar el grano de la paja. Y aunque no tenga demasiado que ver con la cabra, quiero aprovechar para tener un recuerdo por un gran tipo, en todos los sentidos, un gran amigo y una bella persona que se ha muerto, mi querido amigo José Luis Poveda. Besos
Gracias, minmano. Yo siempre digo cuando hay discusiones de estas sobre la pederastia en la Iglesia que es tan injusto como cuando se dice que tooooodos los políticos son corruptos o que van a la política a medrar. Los hay y, por desgracia, son más de los que deberían, pero yo he estado 12 años de mi vida relacionado con religiosos y jamás vi nada raro ni me tocaron un pelo. Es terrible que haya pasado y, sobre todo, que se haya intentado poner un manto de silencio sobre el tema, pero es injusto que se haga una causa común contra la Iglesia en general. Y yo, por cierto, en un tema tan delicado como este usaría una expresión distinta a «separar el grano de la paja» al referirte a que no se mezclen churras con merinas… 😉 Y ya siento lo de tu amigo. DEP. Besos.
Jajaja, llevas razón, debe ser el jet lag de la vuelta de Méjico, pero no intentaba ser alegórico.
Y lo de Jose Luis, en fin, me tiene jodido, era un grandísimo tipo y grandísimo atlético…….y aun así me caía muuuuuy bien ??
Hola Carlos,
te leo de vez en cuando y precisamente esta mañana te nombraba ante una de mis alumnas de conversación más avanzadas (hace ya más de 10 años, llevando ya otros 10 fuera de Madrid, decidí dejar la publicidad y dedicarme a enseñar español a mis nuevos compatriotas los austriacos). El caso es que le proponía leer alguna de tus cabras en la próxima clase (la pobre no ha entendido para nada el título de tu blog). Le comentaba que me gusta leerte, entre otras cosas por las referencias que a veces haces a profesores y situaciones con las que me siento también identificada. Y voilá, hoy te vuelvo a leer y tengo que recordar con cariño como tú a Palomino, Pedro, Rafa, Julia, Marucha, Carlos… Te contaré que le parece a Christa tu cabra. Un saludo desde Viena para ti y porfa para tu hermano Jose otro con abrazo. Sol
Jaja. Muchas gracias, Sol! Ya me contarás, aunque ¡pobre Christa! porque va a flipar con determinados usos del lenguaje que no son muy ortodoxos. Pero bueno, mejor leer las Cabras que discursos de Pedro Sánchez o de Rajoy… Ya me dirás qué le parecen y cómo se dice Cabra en el garaje en alemán o en austro-bávaro, que no sé en qué hablas con ella… 😉 Un beso gordo y le transmito tu abrazo a mi hermano.
Hola Carlos me has ayudado a sentirme orgullosa de la profesión a la que dedicado mi vida. He tenido numerosos episodios de encuentros con alumnos a los que yo ya no sé poner nombre, pero que la cara de felicidad cuando me veían me ha ratificado en que había dedicado mi vida a lo que quería y desde luego a lo que era útil y daba algo a los demás. Y guardo poesías ripiosas y absolutamente tiernas que leo una y otra vez cuando se me ocurre pensar que no hecho nada en la vida. Mi contestación de hoy es muy egocéntrica pero te agradezco montón tu Cabra
Un beso grande SobrinaZo
Gracias, Cuca. No me extraña esa emoción al sentir que lo que has sembrado ha servido para algo. Yo por eso siempre que veo a un profesor le digo algo agradable, especialmente, si fue un buen profesor. Yo tuve algunos que fueron realmente determinantes para formar mi inquietud, mis ganas de ser bueno en lo mío, mi confianza… Creo que igual que un mal profesor puede hacer daño, un buen profesor hace mucho bien. Y yo tuve bastante suerte en los repartos. Un beso gordo y enhorabuena, que estoy seguro de que tus alumnos te querían de verdad.