LAS COSAS DE LA MUERTE

Escribo esta Cabra desde un tren que me lleva a Málaga. Ayer murió mi tía María Rosa, una de las hermanas pequeñas de mi padre y, como me pasa siempre que se muere alguien de mi familia, siento otra vez aquel vacío que sentí cuando mis padres se trasladaron de Málaga a Madrid en el año 1975.

No digo que yo no haya tenido una vida feliz en Madrid. Todo lo contrario. Pero creo que ese movimiento familiar, esa migración que ahora está tan de moda, a mí me dejó un duelo que se me remueve cada vez que pasa algo en mi tierra. Y, si lo que sucede es que muere alguien tan querido, pues ese duelo es más dolor.

Mi tía Mª Rosa era la tía soltera que hay en muchas familias. Una mujer arrebatadoramente buena, generosa, sentimental, graciosa… Tenía su puntito de mala leche, que no sé si es más García o más Hirschfeld, pero siempre que la visitabas te daba la sensación de que eras el tío más guapo, más “grasioso”, más apuesto, más inteligente y mejor persona que había sobre la tierra. Y nos hacía sentir así a todos sus sobrinos, aunque tenía especial predilección por los 4 hijos de su hermana Mª Luisa, su melliza.

La tía Mª Rosa, durante unos años, se convirtió, en cierto modo, en un personaje de Noche de Impacto un programa que presentaba yo en Antena 3. Un día hablando de ella con el gran guionista Fernando del Moral, le conté alguna anécdota de mi tía de esas de descojonarse. Fernando me propuso que la convirtiéramos en un personaje flotante del programa y, cada semana, la metíamos en alguna entradilla citando una de sus presuntas sentencias, imaginando cómo ella habría reaccionado ante tal o cual cosa o, directamente, inventándonos tontadas delirantes.

Ella reaccionó con un sentido del humor admirable al “cashondeo” de su sobrino y, durante unos años, tuvo que aguantar las coñas de los amigos, vecinos y clientes de la Caja que, cada dos por tres le preguntaban si era ella y si eran ciertas las soplapolleces que yo decía por la tele.

El lunes, cuando me enteré de la muerte de Pepe Oneto, pensaba en la mala suerte que había tenido él y la buena de mi tía. Y reflexionaba sobre lo frágiles que somos. Pepe murió el día 7 después de dos meses en un hospital luchando contra una septicemia. A mi tía la ingresaron hace 3 semanas, gravísima, exactamente por lo mismo y, aunque nadie daba un duro por ella, había conseguido superar la fase crítica y estaba empezando a recuperarse. Anteayer por la mañana estábamos toda la familia dando gracias porque parecía que le iban a dar el alta en la UVI. Pero por la tarde empeoró y, en la madrugada de ayer, se murió. Así. ¡Pop!

Y cuando se muere gente, sea cercana o lejana, en los funerales y velatorios, se oyen frases hechas y huecas de “no somos nadie”, “es que estás y, de repente, no estás”, “hay que disfrutar de la vida, porque son dos ratos”. Pero nos dura esa disposición optimista lo que tarda en pasársenos la congoja y la impresión de los primeros días. Luego volvemos a no mirar más allá de nuestra nariz, a llevar los ojos clavados en el móvil estemos donde estemos, con la prisa de siempre y dejando que “las cosas de la vida” nos impidan darnos cuenta de lo cerca que tenemos “las cosas de la muerte”.

Coño. Me está quedando esto como un mensaje desolador. Y no quería. Porque, sin duda, el recuerdo de mi tía me hace sonreír y me hará sonreír durante mucho tiempo, aunque ahora mismo tenga una pena muy gorda encima.

Y también guardaré buen recuerdo de Pepe Oneto, que fue un buen jefe para mí. Entró en la redacción de noticias de Antena 3 cuando yo presentaba el informativo de las 7 de la mañana y me apoyó, me animó y no puso ningún reparo cuando me sacaron de informativos para empezar a hacer programas.

Nunca tuve con él, luego, una amistad muy cercana, pero siempre que nos veíamos nos tratábamos con el afecto del subordinado al jefe que no necesita estar recordándote que es el jefe, sencillamente, porque es muy bueno haciendo lo mismo que haces tú.

Se van ambos en una semana que daba para escribir 25 Cabras, aunque no sabría por dónde arrancar. Porque no habría sabido si centrarme en el suicidio político de Albert Rivera, en la pre-post campaña de Pedro, el Benévolo, en lo de la película de Amenábar (que voy a ser tan rojillo de ir a verla) o en si mañana, definitivamente, el gobierno va a sacar a Franco de su tumba.

Sin embargo tenía casi decidido escribir sobre una especie que abunda en los entornos de los partidos políticos. Los asentidores.

Se me estaba acabando ya la Cabra y no quería dejar de hablar de ellos porque me tienen maravillado. Son esos hombres y esas mujeres que están colocados en los mítines justo detrás del orador o en la primera fila del patio de butacas. También aparecen cuando a un líder político le hacen una entrevista de esas en medio de un pasillo o en una calle. Normalmente, detrás del personaje hay siempre dos o tres pelotillas que miran con embeleso al líder y que asienten como si lo que estuviese diciendo alterara, de manera muy novedosa y trascendental, las Leyes de la Física.

Pero no es eso. Da igual. Ya puede estar diciendo el líder una memez sin sentido, o estar ciscándose en los principios más sagrados del que asiente, que, si estás en plano, tienes que mover la cabeza de arriba a abajo y poner cara de “¡Coño!, ¡qué razón tiene!”. No sea que luego se te vea en el Telediario no siendo lo suficientemente entusiasta en el apoyo o, como el muchacho que cierra esta Cabra, jodiendo el plano del líder con una camiseta de apoyo al gran Coco contemporáneo de Occidente.

12 comentarios en “LAS COSAS DE LA MUERTE

  1. La vida son dos días y uno ya pasó. Hay que concentrarse en ser felices. Un abrazo Carlos. (y no hace falta ser rojillo para ver la de Amenábar, atontao).

    • Gracias, Josesain. Sin duda hay que insistir en ser felices, aunque haya cenizos que nos inviten a lo contrario. Respecto a la peli, francamente, esperaba que fueras capaz de captar la fina ironía. Igual el exceso de días de rodaje con coche hippy te esté afectando a las meninges… 😉 Un abrazo

  2. Siento tu pena,Carlos. Estás bien acompañado para superarla, aunque el hueco te quedará. Suerte haberla disfrutado. Bss curativos. Cuca- Cuca

  3. Muy bien Carlitos estoy seguro que tu tía desde el cielo se estará alegrando -en el cielo el espacio-tiempo imagino que tendrá otras dimensiones- muchísimo, tanto por el estupendo recuerdo que compartes de ella, como por el sabor lleno de calor, alegría, y vida que imprimes a la descripción. Lo has conseguido seguro. En cuanto a los asentidores, no puedo estar más de acuerdo, pero es un decorado que funciona, porque somos seres miméticos. Un gran abrazo.

    • Gracias, Fernando. Desde luego lo que es seguro es que está descansando. Pobre. Los asentidores deberían cobrar una pasta, porque poner esos caretos cuando se oyen según qué cosas, no hay dinero que lo pague… Un abrazo.

  4. Querido Carlos:

    Siento mucho el fallecimiento de tu tía. Me ha encantado tu cabra.

    Eso sí, por lo que te conozco, a ti no se te pasa eso de recordar «que la vida son dos días» y que hay que sacarle el jugo. A pocos conozco tan disfrutones, optimistas, generosos y centrados como tú.

    Un beso fuerte

    Alicia

    • Gracias, García. ¡Joder! ¡¡Qué bien me ves!! Es cierto que soy disfrutón, pero hasta a los disufrutones a veces se nos olvidan las cosas importantes de la vida. Y no vienen mal de vez en cuando estos recordatorios, aunque sean tan tristes como despedir a una buena mujer. Un beso gordo.

  5. Carlos. Me ha encantado tu Cabra. Nos mudamos a Madrid (casi juntos), en el 75, de Málaga a Madrid. De tu CD Málaga y mi UD Las Palmas y nuestro colegio de El Palo a nuestro Bernabéu.

  6. Querido Carlos. Cuando se dice «lo siento» tras la muerte de un pariente, que muchas veces parece una expresión manida, yo intento transmitir toda la energía positiva que tengo para que a la persona que quieres le cueste menos sobrellevar la nueva etapa. Carlos «lo siento».
    Me gusta observar en ti que no pierdes tu humor a pesar de lo ocurrido. Gracias.

    Un abrazo.

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