Mira que me dan ganas, pero no voy a dedicar una tercera Cabra consecutiva a los descerebrados de Twitter. Parece que, entre el gobierno y la Comunidad judía, se están empezando a tomar las cosas en serio y hay ya unos cuantos a los que el soltar veneno por las redes sociales, les va a costar un disgusto. A mí me sigue pareciendo que regular las redes sociales es como defenderse de un Tsunami poniendo las manos mu apretás, pero si sirve para que algún desalmado se lleve un susto, pues me alegro.
Tampoco voy a hablar de la polémica por las declaraciones desafortunadas de Cañete y Jáuregui, que son un ejemplo perfecto de lo que es la política. Uno mete la gamba; el que sea. Y el rival político sale al rato con cara de mártir al borde de su holocausto para decir de su contrincante: “¡¡¡Huy qué malo, qué malooooo!!!” Los del PSOE le han dado la del pulpo al tufo machista de Cañete, tanto que el candidato del PP a las europeas, ha acabado pidiendo perdón, aunque él, en el fondo, no cree que tenga que pedir perdón por nada. Con Jáuregui sucedió igual; los del PP dándole caña por manifestar sus dudas respecto a la condena por maltrato a su colega de partido Jesús Eguiguren. Jáuregui acabó rectificando aunque él, realmente, piensa lo que dijo.
Pero me estoy desviando y no quiero que teman ustedes, ni por un minuto, que el calificativo de héroes se lo dedico en modo alguno a los políticos. Héroes, en todo caso, somos nosotros que, con la cantidad de motivos que nos dan para mandarlos a la mismísima mierda, ahí seguimos votándoles por millones como si no hubieran pasado las cosas que han pasado. Pero no. No hablo de los políticos. Me refiero a los toreros que, para mí, cuando yo era chico, eran unos héroes a la altura de Simbad, Daniel Boone, Superman o Luke Skywalker.
Imagino que todos habrán conocido la noticia de la suspensión de la corrida del pasado martes en la plaza de toros de Madrid. Tras la lidia del segundo toro, hubo que dar por terminado el festejo porque los tres matadores estaban en la enfermería. Uno de ellos, David Mora, había sufrido una cornada gravísima que no lo mató porque estaba en la Plaza de Madrid y en las manos de un cirujano como Máximo García Padrós. Tras salir de la plaza, en las horas posteriores busqué constantemente información sobre el estado de Mora y, en cada noticia que encontraba, me topaba con los comentarios despiadados de lectores antitaurinos que decían cosas tremendas sobre el torero. Insisto en que no voy a hablar de tuiteros, ni de esos comentaristas que dan la sensación de tener la mente muy enferma. Pero sí creo que alguien debería hacer algo para defender una parte de nuestra cultura que, a este paso, puede acabar muriendo en unos años. Yo comprendo a los antitaurinos, que creen que los aficionados disfrutamos viendo sufrir a un animal. Porque creen eso. Pero alguien, y aquí hablo de las instituciones españolas, debería saber explicar a cualquier niño que se educa en España, qué es la Tauromaquia, por qué se hace lo que se hace y cuál es la fisiología de un toro. Porque la lidia es una prueba de bravura. Cada paso que se sigue en los 15-20 minutos que el toro está en el ruedo, tiene un sentido y da información al ganadero sobre si la línea de cría de ese toro, puede seguir dando buenos ejemplares o no. Ninguna de las cosas que se le hacen al toro le daña de manera irreparable, excepto, y lamento la obviedad, la estocada. Y, hombre, no es lo mismo hacerle todo eso a un toro que, y es lo que piensan los animalistas, a un perro o a un lindo gatito. El daño que se le hace al toro, se le concentra en la zona del morrillo, entre la cabeza y el lomo. Si se le hacen bien las suertes, el animal no tiene por qué sufrir un daño estructural y prueba de ello es que, cuando un toro es indultado, en un porcentaje elevadísimo de ocasiones, unas semanas después, está curado y paseándose por la finca cubriendo vacas.
Pero no. Aquí en España hasta los que somos taurinos vamos como pidiendo perdón y hacen más las instituciones francesas por la tauromaquia que las españolas. De este modo, los matadores de toros, a su faceta heroica de enfrentarse a un animal que los puede partir por la mitad, deben unir en los últimos tiempos, el coraje y la intrepidez para sobrellevar la soledad. Están solos. Y así se sienten los empresarios, los ganaderos, los subalternos y los miles de personas que forman parte de la Fiesta de los Toros. Lo malo es que yo creo que no acaban de darse cuenta del peligro que corren y, en vez de unirse, van cada uno por su lado a ver si alguien lo arregla por ellos. Y eso es imposible imposible. Como decía un amigo mío poco agraciado y que tiene escaso éxito con las mujeres; «Tan imposible como que yo tenga una luxación de cadera por exceso de sexo”. Pues eso.
Buena Cabra D. Carlos. Coincido en lo que dices y te animo a tomar cartas en el asunto y pasar a la parte activa.
Como buen aficionado y entendido, deberías montar un taller para dar unas cuantas explicaciones a los niños. Que sepan lo que es la cría del toro bravo, que entiendan lo que es la lidia y que aprendan a dar cuatro muletazos de salón. Yo de momento aporto cuatro maletillas, jardín y cerveza para el maestro. Tú pones la fecha la montera y la muleta.
Por favor que no sea el domingo. Ese día hay que votar y he tenido la enorme suerte de ser agraciado con un puesto de Presidente de mesa electoral. No quepo en mí de la emoción…
Gracias, Antonio. Pues cuando quieras que ya sabes que yo tengo un capote y una muleta y un estoque simulado. Me falta la montera. Respecto a tu exultante felicidad por ser presidente de mesa, que sepas que es un marroncete, pero tiene su punto y lo que tienes que hacer es dejarte cuidar por los delegados de los partidos que suelen ser encantadores. Las señoras del PP que me tocaron a mí en mi mesa traían unos canapés y dulces de escándalo… 😉 Un abrazo
Hola Carlos,
Otro punto de vista: si a mí me dan una buena leche en frío me duele mucho. Si estoy peleando, en caliente, me duele menos, ciertamente. Pero de ahí a decir que no sufro…
Si me dan una paliza en la que mi probabilidad de salir de ahí es más bien baja (ejemplo, tres contra uno), igual sobrevivo gracias al «indulto» de mis agresores, y a las pocas semanas estaré paseando por praderas, e incluso cubriendo hembras si se dejan y tengo suerte. Pero de ahí a decir que no sufro porque me han dado todas las leches entre el cogote y el lomo… pues es mucho decir.
¿que no te gusta ver animales sufrir por sufrir? ¡claro! ¡a ver quién reconoce eso así, directamente, sin que lo llamen enfermo! Enfermo, como los que tú criticas, con razón. Pero hay que ser más objetivo: al que le gusta el toreo, realmente está disfrutando mientras un animal sufre de forma innecesaria. Y aunque sea una tradición, parte de nuestra cultura, fuente de inspiración para tantos artistas y todo lo que tu quieras… es una salvajada indigna de un país civilizado.
Casi todos los argumentos para defender la tauromaquia podrían usarse para defender las peleas de perros, ilegales en la mayoría de países civilizados. Bueno, casi todos los argumentos menos, quizás, los estéticos.
Un saludo
Gracias, Antonio. Si te fijas en el texto, yo en ningún sitio digo que el toro no sufre. Es obvio que el toro sufre. Lo que digo es que, si se le hacen bien las suertes, no tiene por qué sufrir un daño estructural. O sea, que si lo indultan y no se cruza una infección, puede volver a hacer una vida normal y cubrir vacas. Dejando al margen la estética y la cultura, mi defensa de la tauromaquia es, en sí misma, una defensa del toro. Sin la tauromaquia la especie se extinguiría en unos años. Toda la cría y la propia lidia son un conjunto de pruebas de selección para conseguir un tipo de animal que no seguiría existiendo. Quitando que el animal sangra (y entiendo que esto desagrade a muchos), lo único realmente grave e irreparable que se le hace al toro en la plaza es matarlo. Y a diario mueren miles de animales en condiciones penosas para que podamos comer nosotros. Es injusto, probablemente, pero igual que no pienso renunciar a comer chuletas de cordero lechal (que es un animalito recién nacido al que arrancan de su madre en plena lactancia), pienso seguir defendiendo una tauromaquia bien hecha en la que se intente que el animal sufra lo mínimo imprescindible antes de morir o ser indultado. Un saludo.
Con el argumento de «si no se extinguirían», se puede llegar a justificar el circo romano, donde hombres eran seleccionados y criados para el espectáculo. Incluso la esclavitud: en américa se hizo una selección artificial de quién se reproduce y quién se cruza con quién, para conseguir mejores esclavos. Desde el punto de vista del propietario: «existe gracias a mí, hago con él lo que quiero».
Es una exageración, evidentemente, pero supongo que vale para mostrar lo absurdo que es argumento de «si no, no existirían».
Gracias, Antonio. No sólo es una exageración, es que yo parto de la base de que los animales no son comparables a los seres humanos. Y poner en el mismo nivel a la esclavitud y al sacrifico de humanos en el circo Romano con los toros, me parece chocante. Pero, como dice Josesain, es un diálogo imposible. Es que según ese rasero de tratar a los animales igual que a los hombres imagino que le parecerá fatal que metamos a los cerdos, ovejas y cabras hacinados en camiones para su transporte. ¿Les fletamos autobuses? Le va salir el kilo de cordero al precio de caviar… Un saludo.
Felicidades por este artículo, me ha gustado mucho la óptica con la que has enfocado el Toro en la plaza, es así, también creo, que estás en lo cierto, que mientras el mundo del Toro mientras no se una llevara las de perder.
Un saludo
Gracias, Álvaro. Lo de la Unión del sector taurino creo que es más difícil que lo de la luxación de mi amigo. Espero que no se den cuenta tarde.
Hombre Carlitos, esta vez te has pasao. Yo el arrojo y la valentía no se la discuto pero ¿Héroes? ¿Así, sin más? Tiremos de diccionario: «En la mitología y el folclore, un héroe es un personaje eminente que encarna la quinta esencia de los rasgos claves valorados en su cultura de origen».
Si la tauromaquia representa los rasgos claves de nuestra cultura, que paren el mundo que yo me bajo. Llevo demasiado tiempo tratando de inculcar a mis hijos el respeto por el prójimo, incluyendo a todas las criaturas y cosas existentes en este planeta en el que vivimos de prestado a cambio del compromiso de cuidarlo para los inquilinos venideros. Hay un documental llamado «Terrícolas» (earthlings) que se puede ver en youtube y que desde el propio título ilustra a la perfección esa idea: terrícolas somos todos los seres vivos que aquí estamos, pero el ser humano es el único que desprecia y maltrata su propio ecosistema, además de aniquilar otros animales por simple placer, como en esa fiesta de la que hablas.
A mí me gustaba ver los toros con mi abuela. Incluso fui a las ventas una vez. Hasta que empecé a mirarlo con perspectiva y dejé de entenderlo. Y reconozco que me siguen gustando, igual que puedo sentir atracción por otras cosas, sin llegar a practicarlas (como las guillotinas para la clase política nuestra) sencillamente porque atenta contra los más elementales principios de convivencia. Yo ya no veo la necesidad ni encuentro excusa para celebrar una fiesta basada en la muerte de un animal.
Lo mejor que podéis hacer los defensores de la tauromaquia, si queréis impedir su desaparición, es plantearos las modificaciones necesarias. No será lo mismo, pero podrá ser. Todavía recuerdo un mundial en Madrid (de fútbol? de natación?) que retransmitió para todo el mundo una corrida en la que los toros llevaban un cojinete en el lomo para pinchar las banderillas y en la que no se mató ningún animal. Los puristas pusieron el grito en el cielo, claro. Pero la fiesta se celebró, los toreros lidiaron los toros y cada mochuelo a su olivo. Ahí tienes una pista de por dónde puedes ir. Todo lo que no sea eso, encontrará enfrente a millones de personas que ya no pasamos por ahí.
Y ya sé lo de que también matamos a la vaca para hacer filetes. La eterna discusión. En fin, sería de justicia que esos toros que ganaron la pelea del otro día estén ya cubriendo vacas en la finca. Pero supongo que no, claro. Vaya morro tenéis.
Gracias, Josesain. Coño, depende del diccionario en el que busques «héroe». En el de la RAE dice «varón fuerte y famoso por sus hazañas o virtudes» No entraré a valorar si los matadores de toros son virtuosos cristianamente hablando, que me da que no, pero sí creo que es una hazaña enfrentarse a un animal de 600 kilos que te puede partir por la mitad. Y yo sí creo que los toros están metidos en nuestra cultura de origen. Nos guste o no. Es parte de nuestra cultura. Cuando lo de los cojinetes, si te das cuenta, los que torearon eran rejoneadores. No hay ser humano que toree de muleta un toro de 500-600 kilos sin que pase por el caballo. Aparte de una prueba de bravura, el paso por el caballo hace que el toro pierda empuje, ahorme la embestida y pierda algo de sangre. Yo entiendo lo que dices, pero te aseguro que nadie va a la plaza por sadismo para ver cómo putean a un animal. Eso es tan simple como que yo diga que tú, cuando te comes las chuletitas de cordero lechal, te las comes con más regocijo porque sabes que ese corderito ha sufrido horrores llorando cuando lo apartaron de su madre, que también lloraba. Tú, al comer, no piensas en la relación madre-hijo. Yo, al ver la lidia, intento ver si se le están haciendo las cosas bien al toro y, si algún torero, picador o banderillero daña de más al toro, recibe una bronca del quince. Sé que esto no te tranquilizará, pero te garantizo que no somos ni sádicos, ni salvajes y que, si hubiera una forma de hacer la lidia sin picar ni banderillear, ya se habría inventado. Respecto a la muerte del animal, eso, salvo que te alimentes de agua, tienes que asumirlo. Los hombres utilizamos a otros animales para trabajar, investigar e incluso para comérnoslos. Un abrazo.
Diálogo de sordos, versión 2.0. No necesito que me tranquilices, me basta con que entiendas lo que quiero decir. 🙂
Si claro que te entiendo, Josesain. Será difícil que nos pongamos de acuerdo, pero te entiendo y, además, mola debatir y darte caña. Un abrazo
¡Ah y no más foie gras por favor, que la oca es torturada hasta morir de manera ignominiosa!.
Abrazos
¡¡un toro con un cojín!!
La verdad es que no tenía constancia, me suena a opera bufa de cuatro iluminados. Estoy seguro de que no se consiguió crear ningún aficionado con ese esperpento.
Dejémonos de rollos, aquí al que no le gustan los toros no le gustarán nunca aunque baje Dios a torear, y al que sí que le gustan le encantan pese a que las 5 corridas anuales a las que va sean malas. Le haya llevado su abuela, su abuelo, el portero o el lucero del alba.
El toreo es sentimiento y se palpa cuando nos causa felicidad, sobrecogimiento, emoción, etc. Se tiene o no se tiene.
Hace unos días me lleve a mi sobrina catalana y a una eslovaca, con sus 24 añitos a cuestas y se lo pasaron como enanas. Vieron conceder una oreja, matar a 6 animales, vomitar sangre a uno de ellos, un ambientazo fenomenal y luego estuvieron departiendo con el ganadero y diciéndole que vaya toros más malos que había sacado. Y también el otro día mande a la m… a una estúpida que se alegro de que casi maten a un torero como Mora en la plaza.
Es parte de nuestra cultura, y gracias al gran pueblo catalán por prohibirlos porque renacerán allí con más fuerza.
Sí a llevar a los niños a los toros, sí a explicarles por qué es así, si a los cientos de miles de personas que viven de esto, sí a la tauromaquia de Goya, Picasso, sí a no perder una de las razas más maravillosas del mundo mediterráneo. Y mientras pueda seguiré en la plaza, viendo los sanfermines por la mañana, disfrutando un buen rabo de toro en Casa Sierra y si pudiera criando mi propia ganadería.
Abrazos sin acritud
Amén.
Soy de una generación anterior a la tuya, Carlos. Mi padre me enseñó a ver las corridas (yo, de pequeño, había llegado a estar, en el campo, entre novillos de lidia sueltos). Mi padre, aun siendo tan viejo como yo ahora, veía salir un toro a la plaza y le notaba si estaba flojo de remos, si entraba mal por la izquierda… No se dejaba engañar ni por un torero al que no le gustaba el toro y le hacía pasar por manso cuando lo que necesitaba era otra lidia.
Pero un día, viendo toros en la tele, vi una cogida muy grave a un peón (creo que fue mortal). Yo me conmoví; pero mi hija pequeña, entonces de unos seis años, me dijo: «Ellos matan cientos de toros; pues, aunque maten a un torero, no parece que se haga justicia: no hay empate». Es difícil convencer a un niño de esa edad, aunque lo intenté.
Ahora soy abuelo, casi bisabuelo. Y no tengo ni un hijo, ni yerno ni nieto taurinos. Me gusta el arte del toreo, el dominio del valiente y auténtico artista sobre la fuerza bruta del animal. Pero creo que los tiempos – y las costumbres – ya no van por ahí.
Lamentablemente, pasarán los toros (los que «mueren de pie», como dijo (…¿ Miguel Hernández?… ) y el hombre sólo comerá bueyes, matados industrialmente, con un martillazo en la cabeza.
Gracias, Padrino. Precisamente de eso hablábamos el otro día con mis hijos. De la cantidad de compañeros de sus colegios y universidades que jamás han entrado a una plaza de toros. YO creo que esto está en vías de desaparición sobre todo porque no nos estamos preocupando de que los más jóvenes lo conozcan y lo valoren. Cada vez que llevo a alguien a la plaza y le explico por qué se hace cada cosa, por qué cada torero está colocado en un sitio, por qué las cosas se deben hacer así y no asá, quien ha ido por primera vez, por lo general, se entusiasma y, quien había ido alguna vez, pero nadie le había contado, entiende lo que se hace y lo puede disfrutar de una manera diferente. Yo no digo que esto no esté herido de muerte, pero, si los que amamos la tauromaquia no hacemos algo por evitarlo, entonces sí que estamos jodidos. Un abrazo.
Remacho:
En Londres se está celebrando una exposición y un congreso sobre los mamuts. El objetivo es volver a criar la especie en unos 50 años, tras miles de años extinta.
Vamos a la extinción del toro bravo; no sólo exponente de una cultura española, incluso catalana, mal que les pese; o vasca. Cultura que fue europea: Europa raptada por un toro que era Júpiter.
A lo mejor, algún científico culto, dentro de muchos años, busca la forma de rehacer el ADN de un Miura.
Amén
Hola Carlos, es la eterna discusión, pero como todo en esta vida, se mantiene vivo cuando hay debate…… A mi me gusta la fiesta de los toros, por muchas razones, unas se pueden explicar y otras no, porque son emociones y sentimientos que se desatan cuando ves un buen pase, una buena faena, una buena lidia….. todo eso que hace que te salga un OLÉ de dentro.
También me gusta el ambiente de la plaza, el charlar con la gente que tienes alrededor, con la que comentas lo que te gusta y lo que no te gusta, y todo esto en vivo, cara a cara y no a través de redes sociales.
Por eso al igual que Andrés, seguiré asistiendo a la plaza mientras pueda y llevando a mis sobrinos explicándoles que es la lidia y permitiendo que ellos mismos conociendo lo que es, decidan si les gusta o no les gusta. Así lo hice con mis hijos y ellos han decidido disfrutar de nuestra fiesta. Un abrazo.
Gracias, Mercedes. Ahí estamos. A ver si con seguimos que la próxima generación pueda ver toros. Yo también tengo a mis hijos emocionados con los toros, pero hay que reconocer que, la mayoría de sus amigos, no saben lo que es una lidia. Un abrazo.
Chiflis…OLE!!!!!!!
Gracias, koké. Un abrazo
Carlos, ya estoy en mi cuarto.
Como siempre me gusta tu comentario. Estoy totalmente de acuerdo con las fiestas taurinas, lo llevo en la sangre, aunque yo no haya asistido a muchas. No estoy conforme con el cierre de la Monumental de Barcelona, ellos siempre tienen que dar la nota, aunque no sean todos.
Lo de la última corrida de Las Ventas, ha sido mala suerte. Pienso como tú que el toro cuando sufre es cuando le entra el estoque y ya su vida acabó.
Gracias por tu invitación a vuestro palco.