EL EMPEDRADO

Morir por sobredosis de Coca-Cola. Imagino que muchos de ustedes leyeron hace unas semanas aquella noticia terrible que hablaba de una mujer neozelandesa que murió en 2010 por un excesivo consumo diario de Coca-Cola. Resulta que la desdichada bebía diariamente entre 7 y 10 litros de este refresco y acabó muriendo por diversos fallos de su cuerpo todos directamente relacionados con su adicción. Como suele pasar en muchos de estos casos, la familia intentó culpar a la compañía fabricante del refresco de la muerte de su ser querido y un juez acaba de sentenciar que Coca-Cola no puede responsabilizarse de que haya consumidores que estén más locos que la cabra que da nombre a este blog.
Es la costumbre que tenemos siempre de echarle la culpa al empedrado. Aquello tan italiano de: “¿Llueve?, ¡vaya mierda de gobierno!”. Pasa, por ejemplo, con los fumadores. Y yo he sido uno de ellos, empedernido, durante años. Todas esas demandas ganadas por ciudadanos de los Estados Unidos de América a las tabaqueras, han llevado a situaciones que a mí me parecen delirantes. Se ha asumido que el tabaquismo es una adicción a la altura de la dependencia de la heroína y de otros psicotrópicos. Y ahí están los fumadores, reclamando y consiguiendo que el Estado les ayude a dejar su vicio. Y para hacer ese tipo de reclamaciones, se atiborran de argumentos. He escuchado a algunos fumadores citar estudios ignotos que aseguran que la nicotina genera en el cuerpo humano una adicción mayor que la de los derivados del opio. Y no lo niego, porque no he visto esos estudios, ni los contrarios, pero, sapristi, ya me extraña.
Está feo ponerse como ejemplo, pero, como este es mi blog, hago de mi capa un sayo y me pongo.
Yo fumaba una media diaria de dos paquetes y medio de cigarrillos. Una burrada. Y eso en un día normal, porque, si me tocaba escribir guiones, o estaba trabajando en algo que requería mucho ordenador, podían caer fácilmente los tres paquetes y pico. Y tenía esa actitud típica de los drogodependientes de afirmar: “yo lo dejo cuando quiera” o de decirle a mi mujer, así, en plan chulito: “¿Que yo, ejem, jarrúnjarrún, carraspeo mucho? ¿Ejem?”. Llegué a negar evidencias como que carraspeaba de una manera casi constante. Por otro lado, ignoraba a todos los que me pedían que lo dejara y les mandaba al guano o a lugares incluso peores, si me mentaban el libro aquel de “Dejar de fumar es fácil” a cuyo autor insulté gravemente, en público y en privado, durante años.
Luego estaban los niños. Pobres. Paula, a sus 7 años, ya me había dejado por imposible, y Macarena, con uno escaso, no se pronunciaba, pero a Carlillos, que tenía 5, en el colegio le estaban dando información sobre el tabaquismo. Maldita sea. Su profesora puso en la clase un cartel que rezaba: “El humo mata” y aparecía la silueta de un hombre fumando junto a una foto de una fábrica humeante. Yo no sé si yo me parecía a aquella silueta o qué, pero mi hijo se obsesionó y empezó a decirme entre lágrimas cada vez que me veía con un cigarrillo: “¡¡¡Papá, deja de fumar yaaaaa!!!” o “¡¡¡Papáááá yo no quiero que tú te mueraaaasss!!!”, que claro, a ver cómo aguanta esa presión una persona con un corazón normal. Estuve a punto de conseguir que se le olvidara el dramón, pero una de las tardes de aquellos días, yendo con ellos en el coche hacia casa, me desvié del camino habitual. Me preguntaron por qué y, cuando les dije que iba a comprar tabaco, empezaron los dos a llorar, como instruidos por alguien, y a reclamarme que dejara de fumar de una vez. Y me atraparon. Tanto, que les prometí que era el último paquete que me compraba en mi vida. Al día siguiente pensé seriamente en mentirles, seguir comprando tabaco y decirles que es que me estaba durando mucho el último paquete, pero decidí echarle coraje y escribí dos sonetos de cierre de mi etapa de fumador. Este era uno de los tercetos:
“Eran las seis y cuarto de la tarde
dos mil dos, de noviembre, el dieciocho
Hice con gran ligereza el alarde:”
Y lo dejé.
Estuve varios días con una mala leche bastante espectacular, engordé unos diez kilos, de los que jamás me quité ni la mitad, pero lo dejé. Y juro por mis hijos (a los que tuve cierta manía durante un tiempo) que no utilicé ni chicles, ni parches, ni acupuntura ni ninguno de esos tratamientos costosísimos que, desde mi punto de vista, lo único que hacen es sustituir un enganche por otro. Lo dejé a puro riñón, no maté a nadie (aunque no por falta de ganas), nadie me mató a mí (aunque no por falta de ganas) y dejé de carraspear y de gastarme unos 250 euros al mes en cigarrillos. Estoy muy orgulloso de ello y, sobre todo, de no haber convertido mi problema en un supuesto problema de la Sanidad Pública de mi país, que bastante tiene ya con lo que lleva encima.
¿Que cuesta dejarlo? Un huevo. Pero si yo, que fumaba más que la pobre Mariví Bilbao (q.e.p.d.), logré dejarlo a pelo, es que se puede. Otra cosa es que prefiramos mirar al empedrado y pensar que deba ser ese Estado cabrón que se ha lucrado con los impuestos del tabaco el que nos saque del atolladero y nos pague los chicles de nicotina.

13 comentarios en “EL EMPEDRADO

  1. Carlitos, echar la culpa al empedrado es como echar la culpa a los árbitros. Estoy convencido de que muchos culés hoy piensan que lo de ayer fue simplemente un robo arbitral y no un baño… Lo del tabaco es otra pasión que nos ciega y como lo del fútbol es muy difícil interiorizar que se puede simplemente uno abstraer de todas las chorradas que nos han dicho en el cine, en la publicidad, de esos momentos de euforia… y así, a las 6:15, simplemente interiorizar algo y dejarlo. Se puede, pero es muy jodido. Y si no me me lo cuenten a mí (que mi hijo es del Barsa)

    • Uf. Lo de un hijo del Barsaaaa. Casi prefiero volver a fumar…;-) Yo de verdad que no cuento esto para decir: «¡¡Fijaos qué campeón soy!!», sino porque el que un tío como yo lo deje demuestra que, de verdad, lo puede dejar cualquiera. Un abrazo.

  2. Otro que lo dejó como tú. Yo no era tan empedernido, pero cajetilla y media sí podía caer. En aquella época mi hija Paloma aún no protestaba, pero su madre…, su madre no paraba de hacerlo y lo hacía sin piedad. Así que dicho y hecho. Sin pensármelo dos veces, me fumé un pitillo, dije «se acabó» y así fue. Hasta hoy. No sé cuánto ha pasado, pero ese día era la final de OT con Rosa a la cabeza, por lo que será difícil averiguarlo.
    Eso sí, ahora me fumo algún puro que es placer de dioses. Por cierto, Carlos, cuando quieras uno ya sabes dónde están.
    Un abrazo

    • Gracias Antonio. Bueno, yo no he hablado de la presión de mi mujer, para que no diga que hablo mucho de ella en las cabras, pero ya te podrás imaginar… Lo del puro, no desperdicies un puro conmigo; yo a las 3 caladas me canso. Un abrazo.

  3. Hola Carlos me encanta tu blog, me identifico mucho contigo y las coincidencias nos unen aún mas.

    Te cuento.. mi marido y tu amigo Carlos Gancedo, fue operado un 18 de noviembre del 2002 , de un cáncer. a consecuencia de él murio el 4 de -12-13 a l funeral que fuiste, y no olvidaré nunca..
    bueno ese mismo dia deje de fumar 2 paquetes de ducados diarios y empedernidos a la vez que compulsivos. solo me ayudo a dejarlo el tener que cuidar y estar en un hospital mucho tiempo para ayudar a mi querido esposo solo me ayudo el amor a carlos , a ti el amor a tus hijos.
    y lo que me emociona es que ademas fue el mismo dia y año que tu .
    y carlos en el quirofano 13 horas en el 12 de octubre , bendita seguridad social le salvo la vida 10 años .
    un beso carlos y sigue escribiendo.

    • Gracias, Mariola. Se me han puesto los vellos de punta cuando he leído que mi tocayo estuvo en el quirófano operándose de su cáncer la misma tarde en que yo dejé de fumar. Me alegro de que tú ya no fumes y de que estés fuerte saliendo adelante. Un beso.

  4. Probablemente algún experto en pedagogía pueda explicarte por qué no sirve de nada eso de «si yo he podido, tú puedes», según en qué casos, claro. Es evidente que no es imposible dejar de fumar porque algunas personas lo consiguen, pero más evidente es que resulta muy difícil para la mayoría de las personas. También se puede dejar la heroína, pero lo primero que has de hacer es descontextualizar al drogadicto de su hábitat y sus rutinas, alejándole de sus colegas y sus camellos para que no caiga en la tentación, cosa harto difícil de hacer con un fumador que encuentra sus dosis en cada bar (aunque no se permita fumar sí se permite vender, resulta paradójico) y padece la tentación de ver a cada paso a alguien fumando. Alguien debe de tener alguna responsabilidad, digo yo, de que el sistema se haya pervertido tanto. ¿Cómo es que los fabricantes no están obligados a especificar los ingredientes de su producto como el resto? ¿Cómo es que si está prohibido anunciar tabaco, el yate del monarca se puede llamar FORTUNA? Así hasta el infinito, para que puedas acercarte a la puerta del colegio de tus hijos y ver a los adolescentes fumando como carreteros, y muchos serán clientes «fidelizados» durante muchísimos años. ¿De qué iba este post? ¿De si es fácil dejarlo o de si las tabaqueras y el estado deberían asumir alguna responsabilidad? Sí a todo. Y por mí, que conste, que cada cual haga lo que le dé la gana con su cuerpo, que yo quiero fumar y también no llevar casco ni cinturón y no le voy a pedir nada al estado, que me dejen en paz, pero que hagan el favor de legalizarme la marihuana de una vez, que no veo razón para sentirme como un delicuente por fumarme un porro al mes, cuando me comparo con los que se meten 4 gintonics cada noche (y antes de coger el coche, pero ese es otro post).

    • Gracias Josesain. Ya sé que lo de «si yo he podido tú puedes» no ayuda nada. Como digo he sido fumador empedernido. Sé que no sirve y yo no lo digo como motivador, sino como demostración de que, si uno como yo puede, es que se puede. Y coño, no será tan parecida la nicotina a la heroína si un tío como yo, muy normalito, sin una fuerza de voluntad especialmente fuerte y sin ninguna gana de dejarlo, conseguir abandonar el vicio de un día para otro sin que me ingresaran. La heroína es otra historia y establecer comparaciones con un heroinómano, me parece desmedido. Lo que digo es que puede que el Estado haya sido un cabrón y las tabaqueras otros, pero decir que uno no consigue dejar de fumar porque la sociedad se lo pone difícil es el ejemplo perfecto de la excusa que da título al post; el empedrado. Respecto a lo de que el alcohol y la marihuana no se consideren iguales, estamos de acuerdo, aunque creo que en los últimos años cada vez hacemos menos el imbécil y ya no hay tanta gente que conduzca borracha. Un abrazo.

  5. No puedo estar más de acuerdo con Josesain.

    Recomiendo a quien se anime a ver «El Dilema», una película de periodistas de Michael Mann. Desde mi punto de vista una de las mejores que ha hecho. Trata de las tabaqueras, de cómo operan y de cómo fue su famoso juicio norteamericano. Se consiguió por un pelo…
    No sólo es la nicotina, es la adición, con una sola «c», deliberada de otras sustancias adictivas para «fidelizar» clientes, esta vez con dos «c». Y las amenazas. Y los cabildeos.
    Y sí, en esos tejemanejes, como en todos los demás el estado tiene mucho de responsable, porque responde a las presiones y los sobornos ¿exactamente como pasa ahora?

    Dicho esto diré que estoy completamente en contra de las prohibiciones de ese tipo. Ya tenemos el ejemplo práctico de la prohibición norteamericana del alcohol en el SXX y cómo ayudó a que las mafias floreciesen para quedarse.
    Siempre me he preguntado por qué es legal reventarse el hígado con ginebra y no lo es reventarse el corazón con cocaina
    ¿Será porque a los empresarios del sector no les interesa que algo cuyo coste de producción en origen es de seis euros por kilo deje de valer cien mil euros por kilo en destino? ¡Tiene más margen de beneficio que la tinta de impresora!

    Si a un político insensato se le ocurriese legalizar el consumo de drogas para ahorrarle al pais los miles de millones de euros del mantenimiento del 90% de la población carcelaria, que lo es por delitos relacionados con la droga, y de la infraestructura policial relacionada con el tráfico. Así como para multiplicar los ingresos, seguramente también miles de millones, que derivarían del turismo del colocón hacia las empresas de farmacia, hostelería y funerarias. Lo que tendría que temer más no es la reacción de las clases morales, que quizá se apaciguarían al ver que los impuestos vuelven a bajar y que no sería necesario tocar la sanidad ni la educación ni las pensiones, y que la prima de riesgo que los amorales inversores hacen subir y bajar a su gusto para forrarse se tiraría literalmente al suelo ¿quién no quiere invertir en drogas legalmente, o por qué no decirlo, en un país que controla tan bien sus gastos?
    ¿Por qué los miles de millones de euros de las toneladas de cocaína que se van a vender en el macrolupanar de Eurovegas, que parece contar con el visto bueno de Rouco, van a ser libres de impuestos?

    Lo que debería de temer ese político insensato es al sicario que le mandaría el Pablo Escobar de turno, ayudado por cualquier banquero de esos que no lavan los billones de euros de la droga en uno de esos paraísos fiscales donde no tienen sucursales y que, después de descerrajarle un tiro en la cabeza tras una seria reprimenda por díscolo, le dejaría un cartel en el pecho con una muy distinta admonición en nombre de la moral y las buenas costumbres.

    Y luego, naturalmente, la tradicional campaña en los medios sobre los tontos de las teorías de la conspiración, la moral de los políticos y las demás zarandajas…

    • Enorme tu respuesta Juanpe… De Gaspar? jajaja. Y contiene una idea revolucionaria y brillante: Que el estado ayude a reintegrarse en la sociedad a los capos de la droga, reciclándolos en vendedores de tinta de impresora… jajajaja

    • Gracias Juanpe. Tu respuesta es un post en sí misma. Quizás deberías abrir un blog patrocinado por hp (es curioso el acrónimo). Muy buena tu reflexión, lo que pasa es que no sé por qué me temo que no te van a hacer mucho caso. Yo, en cualquier caso, a lo que me refería es a que siendo cierto lo que dices de las tabaqueras, también es verdad que nos encanta pensar que alguien tiene la culpa de lo que nos aflige y habitualmente tendemos a mirar a Papá Estado para que nos solucione el marrón o nos permita poder mirar hacia otro lado como si no pasara nada. Ábrete un blog. Yo te leería. Un abrazo.

  6. Nunca fumé, ero cmprendo lo que cuesta ejar el tabaco. Lo veo por mis hermanos, los que ya están en el cielo: que unos fumaban y una , creo que nunca fumó, (tía Pili).
    Te doy la enhorabuena por tener esa fuerza de volntad y gracias a tus hijos, tan constantes en pedirte lo dejaras. ¡QUÉ BUENOS HIJOS! Y cómo te quieren y te queremos toda la familia.
    Me ha encantado «EL EMPEDRADO»
    Un beso muy fuerte.

    Un abrazo muy fuerte tu tía….

    • Muchas gracias tía Maravillas. No sé si te has dado cuenta pero en los dos últimos posts no he metido ningún taco gordo. Un beso.

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