Esta es la apertura de mi blog que se va a llamar La Cabra en el Garaje, porque es así como me siento desde hace ya unos años. Y para que sepan de qué va a ir esto, me presento.
Me llamo Carlos García-Hirschfeld González. Soy periodista y debo decir que nací en Málaga en 1964, o sea que tengo 48 años y que me siento andaluz, pero sobre todo español, aunque no tengo ninguna gana de invadir Polonia. Vamos, que se me entienda; estoy parafraseando a Woody Allen, no estoy hablando de Cataluña. Que con estos temas parece que hay que cogérsela con papel de fumar. Y yo lo siento, pero no me la voy a coger de ese modo con nada; que lo que está pasando en Cataluña es para hablar un rato. O dos.
Estoy políticamente en un lugar ignoto, y de ahí mi cabrez en el garaje. Para mis amigos de izquierdas soy un facha y para mis amigos de derechas soy un rojo peligroso. Que es otra cosa que no entiendo; cuando se te tilda de facha, nadie añade calificativos (salvo “de mierda”), en cambio, cuando alguien te llama rojo, con frecuencia añade “peligroso”, como si en el ADN del facha estuviera ya incluido el peligro y no así en el del rojo.
Soy católico practicante, pero me da urticaria cada vez que oigo hablar a la jerarquía de mi Iglesia. Tanto a la jerarquía española como a la Vaticana. Dicho lo cual; para mis amigos agnósticos, descreídos o decididamente anticlericales, soy un meapilas víctima del opio del pueblo de Marx y para mis amigos más ortodoxamente católicos, con el paso de los años, me he ido convirtiendo en un apóstata al que hace unos siglos habrían mandado alegremente a la hoguera.
Futbolísticamente, que es el otro opio del pueblo, soy del Málaga y del Madrid. Aunque debo ser un pseudomadridista porque me parece que el trío Florentino-Mourinho-Ronaldo le está haciendo mucho daño a la imagen y al futuro de mi equipo. Y me da pena.
Soy empresario, pero creo firmemente en el reparto equitativo de la riqueza y no me importa pagar impuestos, aunque me hierva la sangre cada vez que veo cómo algunos de nuestros políticos (a los que prometo desde ahora un trato afectivamente implacable) siguen derrochando nuestro dinero sin que, hasta el momento, se haya montado el San Quintín que se están mereciendo desde hace años.
Estoy enamorado de una mujer trabajadora, ejecutiva de una multinacional. Estoy casado con ella. No me importa que gane más dinero que yo y a lo largo de los 21 años que llevamos de matrimonio ambos hemos estado dispuestos a hacer renuncias por la carrera profesional del otro y por nuestra familia.
Y soy padre de 3 hijos de 17, 15 y 11 años. Mi mujer y yo intentamos educarles como personas libres, respetuosas y responsables. Me llevo muy bien con ellos, pero yo soy su padre y soy el que manda. Bueno; su madre también manda bastante.
Creo en la libertad, creo en la tolerancia y en el respeto a los que no piensan como yo y soy optimista. Confío en que España se acabará levantando del knock out en el que nos hemos metido. Pero opino que es fundamental que dejemos ya de quejarnos y empecemos a tirar hacia delante. Mi cabra y yo ya estamos en ello.