Pues a ver qué digo yo ahora. Porque en mi primera “cabra en el garaje” escribí que el tema de Cataluña da para hablar un rato. O dos. Y se pone uno y le salen granos de las dudas.
Simplemente por sugerir que el tema de Cataluña daba para hablar un rato, hubo varias personas que me hicieron ver que no se puede hablar desde fuera sin conocer realmente lo que pasa (esto me lo dijo, entre otros, un buen amigo catalán). Otros me criticaron cierta tibieza cobardica por no poner directamente a parir a Mas (esto me lo dijo, entre otros, un buen amigo madrileño).
O sea, que dudas.
Hasta que de repente te encuentras con cosas tan indefinibles como la solicitud que han hecho 4 eurodiputados para que la UE impida una intervención militar española en Cataluña.¿?!!¡¡¿? Es como si mañana el gobierno de España pidiera a la UE protección para que los cazabombarderos catalanes no bombardeen Madrid, o para que no se produzca un ataque con barretinas radiactivas contra la Comunidad Valenciana. Vaya, me explico; estoy diciendo cosas que cualquiera que no sea tontolculo sabe que no van a pasar. Y luego dicen que las que están locas son las cabras.
¿A qué cebollino se le ha ocurrido semejante iniciativa? Si no fuera porque lo han hecho en serio y porque todo esto abunda en la brecha que se abre cada día más, sería para reírse un rato con las amistades. Pero, con perdón, no tiene ni puta gracia.
Lo que pasa es que yo, en toda la riada de palabras, gestos, declaraciones más o menos afortunadas, plantes y desplantes por ambas partes, me quiero quedar con lo que yo creo que hay debajo de todo esto. Y es lo que se le ha escuchado a Mas, como una letanía, en las últimas semanas; el supuesto expolio a Cataluña.
Conste que me parece perfecto que haya miles, cientos de miles o millones de personas que no se sienten españolas. Eso es un sentimiento y no entiendo que se le pueda a alguien exigir que sienta de una determinada manera. Incluso me parece que se puede discutir el que tengan derecho a decidir por ellos mismos. Lo que creo también es que uno no puede basar un discurso repentinamente independentista, en argumentos que se ciscan directamente en el Estado del Bienestar y en el razonable reparto de la riqueza.
Yo tengo la suerte de pagar muchos impuestos. Es más. Me gustaría pagar todos los años 600.000 euros de tasas, Ivas, Ibis e Ierrepeefes. Innumerables veces me enfado al ver el uso que algunos políticos dan a mi dinero, pero jamás me he quejado del hecho de que, los que menos tienen, reciban más que yo, que estoy en el grupo, probablemente, de los que más dan.
Comparando a las comunidades autónomas con seres humanos, digamos que Cataluña es una persona con un sueldo muy alto que sabe que jamás va a acceder, por ejemplo, a una beca de comedor para sus hijos. Porque esa beca se la va a llevar Andalucía o Extremadura, que son unos señores con un sueldo mucho más bajo.
Y en Cataluña, sus líderes políticos, como si no supieran lo que incendian determinados discursos en tiempos de crisis, se ponen a darse golpes en el pecho reclamando al estado español que les den lo que es suyo. Y en el discurso, por supuesto, hay que introducir elementos que le den a la cosa un sustento que vaya más allá del discurso prosaico de “dame mi pasta”. Todo ello se rodea de unas gotas del nacionalismo más rancio, del victimismo más pueblerino y de la acusación a quienes disfrutan de “lo que es nuestro” (véase; Andalucía y Extremadura) de derrochar irresponsablemente el dinero que generosamente Cataluña entrega. Y, vaya, no voy a ser yo quien defienda la manera en que se han gestionado Andalucía y Extremadura en los últimos años, pero no creo que estas dos comunidades tengan la exclusiva del derroche absurdo con el dinero de todos que, como dijo la ex-ministra Carmen Calvo (por cierto, natural de Cabra), “No es de nadie”. Tócate los compañeros.
La cuestión es que Mas, que hasta hace poco estaba metido en el ropero de una cierta corrección política, ha decidido dejar de disimular; se ha puesto la falda, la peluca y, maquillado como una puerta, ha salido del armario independentista como la “Liberté” de Delacroix, guiando al pueblo catalán con una teta fuera.
Y puede que le vaya bien la cosa. El problema es que, como le salga mal la apuesta, a ver cómo queda un Molt Honorable President de la Generalitat de Catalunya, teniendo que darle explicaciones al pueblo del que ha ido tirando. Después de un fracaso, la imagen se puede ir por los suelos. En vez de evocar con su estampa el glorioso pecho de la Liberté, puede que a muchos el Mas derrotado acabe recordándoles a Sabrina Salerno, aquella nochevieja de los 80 en la que se le escapó una ubre en pleno frenesí. Sí. Es una teta, como la de Delacroix, pero no es lo mismo.
MAS MADERA (NO. NO FALTA EL ACENTO)
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