Mira que hay temas para hablar. Entre la epidemia de muertes ilustres (pobre Sara Montiel, compartiendo necrológicas con la Thatcher), otra vez los escraches, y lo del Madrid y mi pobre Málaga anoche en Champions, hay miga abundante. Pero yo quiero hoy dedicar mi cabra a gritar ¡¡¡que Viva!!! ese Rey que tiene yernos muy mejorables y al que en los últimos años parece que le ha mirado un regimiento de tuertos con el número 13 a la espalda (y que me perdonen los poseedores de un solo ojo y los cabalistas).
Pero, Dios, cómo apesta lo que está pasando con el Rey. Y no hablo de toda la inmundicia que le ha surgido alrededor al monarca, que también, sino de las innumerables aves de rapiña que están abonando el paso para que cunda la sensación de que lo mejor que nos podía pasar es que el Rey se fuera.
Unos lo dicen mientras se dan golpes en el pecho defendiendo la institución de la Monarquía y piden, sin pedirlo, que abdique en favor de su hijo. Otros reclaman abiertamente la abdicación porque saben que, a río revuelto, ganancia de pescadores republicanos. Y, los de más allá, directamente, lo que desearían es que en España se instaurase la III República.
La cuestión es que desde hace meses, incluso años, poner en duda al Rey y a la institución que representa se ha convertido en deporte nacional. Claro que hay decir que Su Majestad y muchos de los que le rodean, tampoco es que hayan hecho demasiado para evitar el debate, las críticas o la mofa indisimulada de los que están encantados con esta evidente erosión que sufre la monarquía.
Gran parte de la culpa de todo esto se le atribuye a Urdangarín. Y vaya, no voy a defender a semejante cretino, pero me parece que tras la crítica coral al Duque hay gente cabreada con toda lógica, pero se esconden también dos tipos de personajes. Por un lado, como decía, los republicanos, que han visto en el ex jugador y futuro técnico catarí de balonmano, un hermoso cuello en el que clavar los dientes. Y por otro lado los políticos que le dieron tremendas cantidades de dinero al yerno del Rey. Yo tengo varios amigos declaradamente monárquicos que, cuando fue Urdangarín a sus empresas a pedirles auténticas morteradas por tres charlas chorras, le mandaron educadísimamente a esparragar. Y no les pasó nada. Ahora, eso sí; no se hicieron ninguna foto con el Duque de esas que ahora otros tienen tapada con un retrato de la parienta y los churumbeles.
Lo que pasa es que hay que reconocer que es muy fuerte; la Infanta imputada (que es una palabra feísima referida a una señora). Oigo a muchos tertulianos (que del auto literal del juez se habrán leído, como mucho, las tres fotocopias que les dan 10 minutos antes de entrar en el aire) afirmar contundentes que, por supuesto, la Infanta sabía lo que pasaba en Noos, porque su firma estaba en las actas de los consejos. No lo dudo, pero, por poner un ejemplo cercano, yo podría estar haciendo trata de blancas y tráfico de estupefacientes con mi empresa sin que mi mujer tuviera ni la más remota idea de lo que pasa. Y mi esposa, que es universitaria, ejecutiva de una multinacional y una de las tías más listas que conozco viene a los consejos y firma las actas. Yo no discuto que la Infanta deba estar imputada, ni que a Urdangarín le caiga un paquete descomunal. Pero cuando se dice que la Infanta fue la cooperadora necesaria para que Urdangarín se forrara, discrepo profundamente. Los cooperadores necesarios para que Urdangarín se forrara fueron nuestros políticos, entre los que, por lo general, abundan los gilipollas. ¿Tiene la Infanta la culpa de que la Comunidad Balear o la valenciana le dieran a su marido millonadas por tres charlas bien adornadas? ¿Tiene la culpa el Rey? No. La tienen esos políticos de los que casi no se dice nada. Porque son esos mismos representantes del pueblo, a través de determinados periodistas, los que están haciendo lo posible porque el debate caiga hacia el lado de los guarreos de Urdangarín, de las supuestas comisiones del Rey o de Corinna y de las fotos con cadáveres de elefantes. Pero el meollo no está ahí. Aquí se está cocinando un intento de llevarnos hacia la III República, lo que pasa es que los chefs, de momento, llevan capucha y no sabemos exactamente quiénes son. Y yo, qué quieren que les diga. Creo en la Monarquía y creo en nuestro Rey. Y no por las tres tonterías que dijo anteayer Rajoy, que para decir que el Rey fue provechoso hace 32 años, ya podría estarse calladito, sino porque, mientras no se demuestre lo contrario, es lo mejor que tenemos.
Piénsenlo.
¿Cayo Lara Presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas? Creo que me exiliaría antes de que me echaran.
¿Sería mejor jefe del Estado Aznar que Juan Carlos I? No lo “creou”.
Y, por rematar, uno en el que he pensado mucho leyendo las necrológicas de la Thatcher; Zapatero. Decía ayer un articulista que la Dama de Hierro era una mujer con dos cojones y, disculpen la comparación, pero, así visto, también ZP demostró en su día, sin duda, ser un hombre con dos pedazos de ovarios con sus correspondientes trompas de Falopio. Es por ello por lo que, poniéndonos creativos, me pregunto ¿ZP Presidente de la primera República Islámica Feminista de Occidente? Y no puedo responder porque, siendo sinceros, se me sobrecoge tremendamente el escroto.
VIVA EL REY
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