Es una regla no escrita del bloguerismo. No hables de un tema del que ya se ha dicho todo. Y yo que soy de natural tirando a insumiso con las reglas no escritas, pues me paso todas esas normas por el arco escrotal.
Los lectores cabreros más amigos ya sabrán que hace un par de semanas me afanaron el ordenador. A pesar de las recomendaciones de cualquiera que tenga dos dedos de frente y de haber visto cosas que les han pasado a otros, yo no tenía hecha ninguna copia de seguridad de todo lo que había en mi portátil. Un drama informático, coño. La cuestión es que me voy dando cuenta de ese drama de la memoria a pocos y uno de esos momentos fue la semana pasada cuando me puse a escribir la Cabra. Me entró tal mala leche al constatar que he perdido todas las Cabras, que ya no tenía guardados los contactos de los amigos a los que les mando el blog, que no fui capaz de terminar el artículo. Preferí levantarme, dejar colgados a mis lectores e irme por ahí a lamerme un rato las heridas.
Y, aunque suelo publicar los jueves, como ayer fue festivo en Madrid, he cambiado a hoy viernes el día de publicación. Así que pido disculpas por el fallo de la semana pasada y por las 24 horas de retraso de hoy. Y me ha dado rabia tanto la demora como la cancelación de lo de la semana pasada, porque ha habido tantas cosas de las que hablar, que un bloguero de pro como yo estaba deseando comentar lo de Carmena y Colau, lo de la Espe, lo de Rajoy, que sigue pensando que ha ganado… No sé; estas elecciones locales y autonómicas han dejado el panorama político español que parece una manta de esas de patchwork. Va a tener sus cosas buenas el que los políticos tengan que sentarse a pactar, pero creo también que esto de ponernos en plan pentapartito a la italiana le puede hacer daño al país. Pues quería hablar de todo esto y de alguna cosa más, pero, sobre todo, quería hacer una Cabra sobre la sonrisita.
Imagino que sabrán que me refiero al gesto placentero del presuntamente Honorable Artur Mas mientras escuchaba en la final de la Copa del Rey la tremenda pitada que se llevaron, al alimón, Felipe VI y nuestro himno nacional. Porque cómo no voy a hablar de esa sonrisita. Es que parecía el malo de aquellos inolvidables Spaghetti Western. Es la típica cara que ponía Lee Van Cleef en las de Sergio Leone cuando le estaban haciendo daño al bueno rebueno. Ese gesto, no muy inteligente, que viene a decir: «cómo me alegro” y “te lo mereces». No afirmo con esto que Artur Mas sea bobo y una mala persona (que pudiera ser que lo fuera) lo que digo es que el presidente de una comunidad autónoma, un hombre que representa a sus ciudadanos, a los que pitarían el himno y a los que no, no puede comportarse igual que Belén Esteban, un tertuliano de Sálvame o, ya que hablábamos de cine glorioso, como el villano de “Aquí llega Condemor; el Pecador de la Pradera”.
Lo malo es que comportamientos tan irresponsables como el de Artur Mas, sacan lo peor de nosotros mismos. Muchos le insultan gravemente, a otros les salen discursos llenos de fervor nacionalista y otros se cagan en Cataluña y en los catalanes; así, en general. Y, aparte de que, como dijo Ortega: “No es esto, no es esto”, lo peor de estas reacciones viscerales es que dan alimento al victimismo nacionalista. Todos estos insultos a Mas y a los que silbaron el himno, esas reacciones de vena hinchada, ayudan al nacionalismo tontorrón a seguir pensando que los que no opinamos y no sentimos como ellos somos unos fascistas.
Y debería todo ser mucho más sencillo. Hacer leyes que prevean este tipo de comportamientos. Y actuar, pero no quedarnos en este sí es no, tan de Rajoy, en el que ni se sanciona, ni se dice que nos parece fenomenal que se piten los himnos. Esta feo autocitarse, pero hace un par de meses escribía yo una Cabra titulada “Lo del Himno” en la que pedía, sencillamente, respeto. Sin que nos explote la yugular y sin que mezclemos churras con merinas. No puede ser que un tipo al que yo considero un buen chaval como es Xavi Hernández, diga que pitar el himno de un país es una manifestación de la libertad de expresión. No me jodas, Xavi. Pitar los símbolos de alguien es una demostración de pésima educación y aplaudir a los maleducados es poner abono para que algún día alguien pise también tus símbolos. Y entonces puede que no te parezca que sea algo que tenga que ver con la libertad de expresión. Pero claro, estas cosas siempre nos parecen fatal cuando las sufrimos nosotros. Es como lo de los robos y el trato que deben recibir los chorizos. A todos nos sale el demócrata que llevamos dentro hasta que el chorizo se mete en tu coche y te roba tu portátil. Entonces te sale el cromagnon, que también todos llevamos dentro, y te encantaría que fuera como en las pelis, que un poli amiguete que conoce a los malotes de la calle, se vaya a por el que te ha robado, le pegue dos leches bien dadas y te devuelva lo que es tuyo. Pero eso sólo pasa en las pelis. En la vida real sucede lo que cantaba Sergio Makaroff cuando le robaron la mountain bike, que me parece que es lo mismito que le ha pasado a mi portátil. Sniff.
“qué dura es la vida hermano
me quedé con el candao en la mano
y mientras te canto mis penas
la bici va rodando por sus venas.”