Vaya. Me he acordado de Lola Flores (q.e.p.d.) al ver escrito el titular de esta Cabra. Pero no estoy dedicando mi artículo a aquella frase mítica que dijo la Faraona en la boda de su hija Lolita: “Si me queréis, irse”.
Es lo que pienso que debería hacer, a estas alturas de la película, Mariano Rajoy. Irse. Dimitir. Dejar el hueco para ver si otro u otra candidato/a de su partido logra lo que, para él, parece más difícil que ver a la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, confesándose en la Catedral de la Almudena. Yo, la verdad, esto lo pienso desde mucho antes de las elecciones. En mi opinión, Rajoy y unos cuantos más de la cúpula del PP deberían haber cedido sus puestos en las listas a políticos que no estén tan directamente marcados por la corrupción como ellos. Insisto en que no creo que Rajoy haya robado. Y considero que él y muchos de su gobierno han hecho muchas cosas bien. Pero también han hecho algunas cosas muy mal y, sobre todo, no pueden estar ahí después de momentos tan vergonzantes como aquel SMS en el que pedía a Luis (Bárcenas) que fuera fuerte. Pero no sólo me pasa con Rajoy; por ejemplo, no sé si les sucede a ustedes, pero yo, cada vez que veo a Cospedal, me acuerdo de aquel momento penoso de la explicación de la indemnización en diferido y es que la veo y pienso en Bárcenas. E inmediatamente me cabreo. Supongo que eso, entre otras cosas, es lo que ha hecho que el PP haya perdido tantos millones de votos. Porque hay mucha gente cabreada que cree que tuvieron muchas ocasiones durante la última legislatura para sentarse a pactar algo con los de enfrente. Y no lo hicieron. Y, claro, aparece ahora Rajoy pidiendo diálogo por el bien de España y a los de enfrente les da la risa tonta. Y si, en medio de la negociación, si, en pleno farolazo en el póker, te viene uno que está mirando y dice que llevas dos sietes, pues te quedas con cara de nada y como si alguien te acabara de bajar los pantalones. Y algo parecido a eso le sucedió ayer, otra vez, al PP. Una bofetada más relacionada con la corrupción de uno de los suyos, en una caja que era de las de ellos y tras unas decisiones políticas (equivocadas, según los jueces) que hicieron que Bankia saliera a Bolsa con un folleto de información sobre la entidad que ocultaba la situación real de la Caja. Que por cierto, la ministra, bajo cuyo mandato, las instituciones económicas aprobaron aquella salida a Bolsa, era de un gobierno socialista. Aquí hay merde para todos, pero, si hay alguien que hoy yo creo que debe dar un paso a un lado, es Rajoy. Lo dicen las encuestas, lo reclaman algunos dentro de su propio partido, lo pedía ayer el expresidente Felipe González (que sabe mucho de corrupción, pero no dimitió nunca) y se lo exigen, sobre todo, aquellos con los que, se supone, se tiene que sentar a negociar para poner fin a este sainete. Así que a ver qué pasa, porque, mientras el país ruega a nuestros políticos que den demostraciones de grandeza, ellos y sus más fieles seguidores, siguen a lo suyo.
No sé qué me parece más ridículo y más triste. Si la campaña de algunos políticos y sus medios para acabar convenciéndonos de que Iglesias mató a Manolete y Errejón a Kennedy, o la campaña de los Podemistas y su prensa afín para convertir cualquier crítica a los suyos en un ataque fascista de la caverna intransigente. A ellos. Que son unos Santos. Coño, es que con lo del viaje de gente de Podemos, de la CUP y del entorno de ETA a Venezuela en el avión de Maduro, se ha montado la doble trinchera tan habitual en España. Están los críticos con Iglesias que aseguran que ese viaje demuestra el vínculo de los de morado con el delirante Maduro, y la estrecha relación de la CUP y Podemos con ETA.¿¿?? Pero no son menos contundentes los amigos del Podemismo que se descacharran por la importancia que se le da a semejante viaje y aseguran que los que critican esa excursión son unos exagerados que ven fantasmas de Lenin y Stalin por todos sitios. Lenin y Stalin, por cierto, no son un dúo cómico. Lo digo porque como los de Podemos se refieren siempre a ellos con una sonrisa, por si alguien los confundía con Laurel y Hardy. Pues ni tanto, ni tan calvo. Tampoco me parece que ese viaje nos descubra cosas nuevas. Ahora, me gustaría haber visto a los de Podemos, si ese avión lo hubiera fletado, en su día, Augusto Pinochet, en su época final, cuando ya parecía casi un demócrata, y hubieran acudido en él gentes del PP, junto a los de Fuerza Nueva y unos amigos de la Triple A para dar color a la expedición.
Menos mal que la vida diaria le da a uno motivos para reírse. No sé si alguno de los lectores cabreros se habrá topado, como yo, con el impactante anuncio que vi el otro día en un autobús de la EMT y que adjunto a estas líneas. Un crematorio para mascotas. Yo, que nunca he tenido perro, jamás me había preguntado qué se hace cuando se te muere uno. Sólo he tenido dos canarios, dos hámsters y unos patos que se comió Manolo, el conserje de la casa de mis padres. Cuando se me murieron los roedores y los canarios, los enterré, con gran dolor, en una caja de zapatos en el jardín. Pero nunca he sabido qué se hace con los animales más grandes tipo un perro, y, no digamos, un caballo. Lo de los équidos lo desconozco, pero, para perros, ha nacido un crematorio en el que te invitan a darle “la mejor despedida… para el mejor amigo”. El eslogan ya es un poquito hortera, pero lo que me parece el remate del tomate es el nombre que han escogido para semejante empresa. En un alarde de imaginación y creatividad lingüística, los dueños han decidido que su negocio se llame “CREMASCOTA”. El nombre es feo de cojones, y da repelús, pero hay que reconocerles que queda clarísimo a qué se dedican.
Archivo por meses: enero 2016
PUES VENGA
No sé si a ustedes les pasa, pero a mí suele ponerme de bastante mala uva esa frase que se suelta con frecuencia ante las calamidades: “esto no es culpa de nadie”. Y en ocasiones es cierto; el infortunio, o vaya usted a saber qué, hace que sucedan cosas que nadie quiere. Pero, en general, a mí me parece que esa es una manera que tenemos de quitarnos la responsabilidad cuando uno ve que algo que ha pasado es culpa de uno mismo o de alguien a quien tiene afecto. “No es culpa de nadie»… y nos quedamos como mucho más tranquilos. Pero las cosas suelen ser casi siempre culpa de alguien. O de unos más que de otros.
El fin de semana pasado tuve una ardiente discusión con unos amigos sobre el tema de Cataluña. Yo decía, como pienso, que la culpa de lo que ocurre allí es, en parte, del histórico rosario de cesiones de los diferentes partidos nacionales que han pactado con CiU cuando no han tenido mayoría absoluta. También opino que una gran parte de esa culpa es del delirio en el que entró Artur Mas, cuando vio que se le escapaba el gobierno de la Generalitat y que había vientos desfavorables en los juzgados y en la enorme deuda que acumuló el gobierno autónomo durante años de dislates. Pero considero también que los catalanes que se sienten españoles tienen una parte importante de culpa por no haber plantado cara al desvarío. Y me preguntaban los amigos con los que discutía: «¿y qué tendrían que haber hecho?». Pues no sé, pero creo que durante años han sido condescendientes. Han mirado para otro lado. Han dejado hacer a los que han ido atropellando los derechos de los que querían educar a sus hijos en castellano, a los que soltaban el discurso único en TV3, a los que pronunciaban proclamas políticas lastimeras (Espanya ens roba) a las que nadie se oponía, o a los que colocaban en el Nou Camp pancartones diciendo “Catalonia is not Spain” sin que nadie dijera nada, no fuera a ser que les tacharan de fascistas. Ayer almorcé con una catalana que no quiere ni oír hablar de independencia y, cuando le planteé mi manera de verlo, me dijo que ellos siempre creyeron que nunca se iba a llegar tan lejos. Literalmente me confesó que aquello “se les había ido de las manos”.
También, como decía, han tenido su parte de culpa los diferentes gobiernos nacionales que han ido permitiendo que creciera la bestia hasta llegar a ese tamaño de oso grizzlie cruzado con elefante en el que se ha convertido aquello. ¿Y quién le pone el cascabel a este gato? Porque está Cataluña partida en dos. Y en España millones de personas piensan: «que les den». Y yo opino que, por mí, que se vayan. Pues venga; que se haga ese referéndum solo a los catalanes. Fíjense que estoy de acuerdo en pocas cosas con los de Podemos, pero en esta me pongo de su lado. Llegados a este punto, que decidan. Y, desde ahora hasta que se haga el referéndum, que los que se sienten españoles se mojen, de verdad y de una vez, y exijan a sus políticos y a sus conciudadanos que se acabe con esto si es que les parece tan absurdo. Y, si gana el sí a la independencia, que se vayan de España. Ahora, si gana el no, que se callen de una vez. Porque a mí esto del nacionalismo me parece una paletada cósmica, teniendo en cuenta el siglo en el que estamos y que somos la UE. Si gana la Independencia, yo seguiré yendo a Barcelona, comprando los productos catalanes que me gustan y acogiendo a los catalanes que vengan a mi ciudad como unos europeos a los que siempre tendré un afecto especial, desde luego diferente del que tengo a franceses, italianos o alemanes.
Es cierto que el estado actual es profundamente democrático y que la Constitución fue aprobada por todos. Hay muchas voces desde Cataluña y desde la extrema izquierda pidiendo deslegitimar a la Constitución y a nuestro Rey como herederos de la Dictadura o como algo que se votó hace mucho, que menuda gilipollez. Se votó hace menos de 40 años y tanto la Constitución como el Rey se ganaron el derecho a ser considerados absolutamente democráticos. Pero también es cierto que entre unos y otros hemos dejado que Cataluña se asome a este vacío delirante. Y creo que la fuerza de las democracias está en ser capaces de superar embates como este. Lleguemos a un acuerdo. Dejemos que voten y, pase lo que pase, que se acabe este absurdo ya. Pero pongamos condiciones. Establezcamos un porcentaje a partir del cual sea razonable la concesión de la independencia y marquemos unos plazos. Si se vota hoy y gana el no a la Independencia, convengamos que no se vuelva a abrir este melón hasta dentro de 30 años, por lo menos. Y pactemos el tipo de educación y el modelo de convivencia que va a haber si los catalanes deciden quedarse en España, para que no se revise esto cada vez que a un líder nacionalista se le hinche la vena catalanista y quiera ser el George Washington del Maresme.
En fin. Sé que no me van a hacer ni caso y que habrá muchos de ustedes que piensen que estoy en un tremendo error, pero estoy convencido de que, llegados a este punto, hay pocas vías de escape porque Cataluña está partida por la mitad. Que claro, bien pensado, eso de estar partido por la mitad, es muy español. Lo digo por lo de la Ley de Memoria Histórica. Anteayer me emocioné leyendo la historia de una mujer de 90 años que, gracias a una jueza Argentina, ha conseguido que le dejen exhumar el cuerpo de su padre fusilado por la justicia franquista en Guadalajara. Manda cojones. Hemos sido incapaces de aplicar esta Ley sin sacar lo peor de nosotros mismos. Pero eso, amigos, será otra Cabra.
YO SOY CRISTIANO
Por Dios (y nunca mejor dicho), que nadie piense que este titular es de apoyo a Cristiano Ronaldo por no haberse llevado el Balón de Oro. Vaya; que no estoy haciendo un “Je Suis Charlie” para lamerle las heridas al portugués por ver que Messi se llevaba, en sus narices, el 5º Balón de Oro para el barcelonista.
Empiezo así porque, será curioso, pero en una sola semana dos de mis héroes me han pedido lo mismo. Uno de esos héroes es inalcanzable, tipo Messi, y además es también argentino. El otro es un héroe alcanzable; el Padre Eduardo, del que ya he hablado en alguna ocasión aquí.
No sé si habrán visto un vídeo, que puso en circulación hace unos días el Vaticano, y que yo adjunto al final de esta Cabra. El Papa Francisco nos anima a los católicos a expresar nuestra fe, pero no para convencer al de enfrente de que nuestro Dios es el Único y Verdadero, sino para buscar la concordia con los que sienten y creen diferente a nosotros. Pide el Papa, literalmente, que «el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones, conlleve frutos de paz y justicia». No se me ocurre mensaje más conciliador, más cordial, ni más cristiano. Pues muchos le han puesto a parir.
Los hay que piensan que no se puede decir, como afirma el Pontífice, que todos somos hijos de Dios. Pero, coño, si no dice eso el Papa, ustedes me contarán quién lo va a decir, porque, además, el Pontífice no dice «de mi Dios”, aunque lo crea. En el vídeo dice hijos de Dios. E incluso aparecen representantes de las 4 principales religiones afirmando que creen en el amor.
La otra crítica proviene de los sectores más conservadores del catolicismo, que se indignan porque, en el vídeo, se equiparan símbolos cristianos con otros budistas, judíos y musulmanes. Aparecen en el vídeo cuatro pares de manos. Unas sosteniendo un Buda en miniatura. Otras mostrando la menorá judía, ese candelabro de siete brazos. Las otras manos acogen a un pequeño niño Jesús y, las últimas, el tasbih o másbaha, que es el rosario musulmán.
También es un hombre algo polémico mi otro héroe, el padre Eduardo. No es muy ortodoxo, pero cada semana suelta dos o tres ideas para reflexionar y, al terminar la misa, nos deja deberes. No son obligatorios, pero nos anima a hacer cosas que nos recuerden durante los siguientes días los mensajes que nos ha dado en la Eucaristía. Esta semana nos habló de la alegría de ser cristianos y de contarle a los demás que somos católicos; que creemos en Dios. Nos puso esa tarea; habla con alguien que no sepa que eres cristiano y dile que tú crees en Dios. Y eso estoy haciendo. Asumo que muchos de ustedes saben lo que creo, pero, para el que no lo sepa, aquí va mi mensaje. Yo creo en Dios. Y creo en una Iglesia alegre que busque la concordia, el respeto y que difunda el mensaje de Cristo no desde el temor, sino desde el amor de Dios.
Lo sé. No es un mensaje muy moderno, pero curas como el Padre Eduardo y vídeos como este que ha difundido el Vaticano me reconcilian con mi Iglesia, de la que me sentí lejano durante muchos años. Y opino que al catolicismo le hacen falta muchos mensajes como este para caminar, de verdad, por el sendero que yo creo que marcó Jesucristo. Y ese camino por el que va el Papa Francisco, que anunció hace ya dos años en su “Evangelii Gaudium”, es para mí la senda correcta y la que puede conseguir que, todos aquellos que critican a la Iglesia así como de carril, vean que, además de pederastas, boato, finanzas sospechosas y curas retrógrados hay más cosas buenas que malas dentro de ella. Y a todos aquellos que dicen que la Iglesia Católica en España chupa del bote del Estado de manera injusta, les animaría a hacer cuentas y a decirme, seriamente, si creen que la Educación, la Cultura, la Sanidad y gran parte de la asistencia social de este país serían sostenibles sin el trabajo extraordinario de religiosos y seglares, la mayoría de ellos voluntarios, que cada día están con los que menos tienen.
Y, hala, ahora ya también pueden ponerme a parir a mí. Ya por cierto, como estoy embalado, voy a cerrar hablando del otro Cristiano. El del júrgol. Miren que soy madridista y miren no me cae muy bien el Messi este que defrauda a Hacienda, pero, ciertamente, comparar al argentino con el portugués es una risa. Si echamos la vista atrás y miramos el número de goles decisivos que han marcado uno y otro en esos partidos en los que uno se juega la temporada, la comparación es deprimente para Cristiano y para los que queremos que el Barça pierda hasta en los entrenamientos de alevines.
Y, por rematar, dos preguntas de regalo:
1.- ¿Por qué sigue insistiendo Pablo Iglesias en que responde más a la voluntad popular un pacto de Podemos con el PSOE que un pacto de PSOE con PP y con Ciudadanos? Haciendo sumas, y mira que soy de letras, salen muchos más votos en la segunda posibilidad.
2.- ¿Es legal que uno asuma la presidencia de una comunidad autónoma sin jurar o prometer fidelidad al Rey, a la Constitución y al estatuto de autonomía? Porque no soy jurista, pero tiene pinta de que no.
LAS MAGAS
Hace falta ser mentecato. Ya me sabe mal arrancar la primera Cabra del 16, el primer artículo tras las Navidades, de manera algo brusca. Pero es que me parece que hay demasiada gente que tiene una empanada mental prodigiosa. Y esto no tendría demasiada importancia, si no fuera porque, en algunos casos, juegan con las ilusiones de millones de niños y, en otros, dan una sensación de ridículo absoluto que yo opino que no debe dar un dirigente político.
Hablo, como podrán imaginar, de aquellas 3 Magas que se sacó de la manga republicana una asociación cultural de Valencia y que el Alcalde de la ciudad, Joan Ribó, recibió en el Ayuntamiento. Estas 3 señoras recordaban un engendro que se inventaron durante la República para hacer una celebración laica de la Navidad. Yo no voy a entrar en si las señoras parecían o no meretrices de un Far West, como he leído en algún sitio, y además creo que es estupendo que se hagan celebraciones en las que se quiera homenajear a la Libertad, a la Igualdad y a la Fraternidad, que era el nombre al que respondían las magas. Lo que me parece penoso es que los políticos ateos o agnósticos tengan esa necesidad de vestir de otra manera lo que es una celebración de origen indudablemente religioso. Y para hacerlo entran en el ridículo de festejar la navidad laica o, como mis paisanos de El Rincón de la Victoria, en invitar a los no creyentes a hacer Primeras Comuniones y Bautizos por lo Civil. No entiendo esa manía de los dirigentes políticos descreídos, por lo general de izquierda, de hacernos compartir a todos su descreimiento. ¿Tiene sentido hacer una Cabalgata en Madrid en la que pones a tres Reyes Magos que parece que habían comprado los disfraces unas horas antes en un chino? Yo creo que no. Manuela Carmena está haciendo algunas cosas bien en Madrid. Otras considero que son muy mejorables, pero está moviendo algunas ramas y creo que, por ejemplo, lo de invitar a cenar a los indigentes en Cibeles en Nochebuena es de las cosas más cristianas que se han hecho en el ayuntamiento de Madrid en décadas. Muchos la han criticado por demagoga, pero, coño, ¡viva la demagogia! si consigue que esas personas, por unas horas, se sientan mimadas y atendidas. Pero una cosa es eso y, otra, imponer su manera de ver la Navidad a millones de niños que tienen una ilusión basada en la tradición que se han ido contando nuestros padres y abuelos desde tiempo inmemorial. Aquí no se trata de innovar, Carmena. Me puede parecer bien que se cuide de los animales, aunque creo que es un brindis al sol, pero no me joda convirtiendo la Cabalgata de Reyes en una especie de fiesta de disfraces improvisada en una tarde. ¿Aceptarían en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Alemania, que Papa Noel o Santa Claus aparecieran en la TV luciendo un traje verde en vez de uno rojo? ¿Y si pusieran a una Mamá Noela? O, para congraciarnos con los inmigrantes, ¿un Papá Noel de rasgos árabes con barba negra y un turbante o una kufiya? Yo creo que no. Me parece que Carmena y, en general, muchos gobernantes de izquierda confunden las cosas y en sus onanismos mentales creen que unas magas ayudan a la integración de la mujer, que unos Reyes de plástico son más modernos y que un bautizo por lo civil es un derecho ciudadano. Y la modernidad, la igualdad y los derechos ciudadanos se pueden y se deben trabajar con políticas, con presupuestos y con acciones que sirvan para algo, no con mamonadas. Pero estamos en una época en la que parece que si uno repite mucho algo, consigue que sea como uno quiere. Es como lo de los pactos post electorales. Yo dije en la última Cabra que creo que lo que han pedido los electores es que se pongan de acuerdo nuestros políticos. Y que el único pacto que yo creo que daría estabilidad al país y permitiría hacer reformas profundas es que se sentaran a negociar sobre los grandes asuntos los dos partidos más votados. Pueden darnos pereza, pueden haberse corrompido en el gobierno de la nación, comunidades y ayuntamientos en los últimos 25 años, pero son, sin duda, los que representan a un mayor número de votantes. Y creo que deberían ser ellos los que llegaran a un acuerdo que nos diera un mejor país dentro de 3 ó 4 años. Y creo que los votantes de ambos partidos lo agradecerían. Porque me temo que Pedro Sánchez no está viendo la soga que se está poniendo alrededor del cuello con ese acuerdo con Podemos. Porque insisten mucho en no negociar con ellos con el tema del referéndum de Cataluña, pero hay otras muchas cosas tremendamente inquietantes en el programa de Podemos sobre las que nadie en el PSOE traza líneas rojas. Aunque ahora que lo pienso, estoy convencido de que los programas electorales de los partidos no se los leen ni los militantes propios, con que te diré los afiliados del partido de enfrente. Hay que reconocerlo. Nos cuesta leernos los programas y hacemos con ellos una lectura de telediario. Pero claro, dan una pereza de cojones. Nos ocurre como con las condiciones legales que firmamos alegremente, sin mirar, cada vez que nos registramos en una web, compramos algo online o damos de alta alguna aplicación en nuestro móvil. Sin que te enteres, pueden obligarte en esas condiciones a ser sodomizado por cualquier directivo de Apple que te lo requiera o, quién sabe si en la última, que firmé ayer al estrenar el televisor que me han traído los Reyes, acepté que me convirtieran en esclavo sexual de una accionista mayoritaria de LG.