A ver si va a resultar, Eva, que la facha eres tú. No sé si saben quiénes son “los mierdas”. Según la presentadora Eva Hache, los mierdas son los que #SíFueron a la manifestación de ayer en la Plaza de Colón.
Yo debo decir que no fui. Había muchos motivos que me animaban a estar allí, pero había otros motivos, casi igual de importantes, que hicieron que me quedara en casa. Y del mismo modo que mis amigos que acudieron respetaron mi ausencia, yo respeté, lógicamente, su asistencia. Pero en esa absurda trinchera en la que se está convirtiendo España para muchos, entre mis amistades de izquierda comenzó a gestarse hace unos días una especie de desprecio profundo hacia todos aquellos que se mostraban partidarios de la manifestación y de sus convocantes.
Si leías medios de izquierda o publicaciones de mis amigos más zocatos, parecía que aquello iba a ser un festival neonazi en el que la ultraderecha iba a mostrar su añoranza del Caudillo, en el que lo peor de la España rancia iba a sacar sus tripas y en el que la caverna fascista iba a demostrar, por fin, que nunca se había ido. Decenas de memes, frases ingeniosas con el trifachito y mensajes en los que, como de costumbre, mis amigos de izquierda se consideraban superiores intelectual, moral y personalmente a mis amigos de derechas.
Que es algo que cada vez me resulta más chocante. Por lo general, la izquierda siempre califica a la derecha como intransigente, intolerante, irrespetuosa con el que opina diferente. Si uno lee o escucha a la gente de izquierda, da la sensación de que, sin embargo, la izquierda, por el hecho de ser izquierda, está investida del espíritu de la transigencia, la tolerancia y el respeto por el que piensa de una manera distinta a ti. Hasta que se toca no sé qué fibra.
Porque últimamente, aunque de manera muy acusada desde el vuelco electoral en Andalucía, la izquierda está como despendolada. Y no solo se convocan alertas antifascistas y manifas para protestar contra los 400.000 votantes de un partido político, sino que se ha establecido una especie de consigna para que cualquier líder que no sea de los buenos (esto es; PSOE, Podemos o Independentistas catalanes), se convierta en el hazmerreír de todo aquel que se considera de izquierdas. A esto ayudan mucho las redes sociales. Yo llevo un tiempo mirando, como quien va al Zoo, el timeline del Twitter de Inés Arrimadas. No piensen que es por ningún tipo de voyeurismo, sino porque sirve para darse cuenta de parte de lo que pasa en Cataluña.
A mí les aseguro que me acojonaría leer cada día las cosas que le dicen a esta mujer cientos y cientos de los llamados haters, odiadores, en castellano. Y vaya que si odian. Pero cosa mala. Y todos esos que vierten su odio contra Arrimadas lo hacen convencidos de que la mala es ella y consideran que está, en el ranking de “malvadismo”, a la altura de Hitler o Mussolini. Pero, al fin y al cabo, esos haters o trolls, son la fauna típica de las redes sociales que, escondidas tras un nombre falso, dicen lo que quieren impunemente. Lo que es menos frecuente es encontrarse ese odio a cara descubierta y en la publicación de una mujer que es figura pública, que se supone que es una señora formada y que, probablemente, se considere a ella misma una buena persona.
Yo hoy me coloco en el centro-izquierda, pero cuando era joven era claramente de izquierdas y, de toda la vida, para mí ser de izquierdas era mirar más hacia delante que hacia atrás. Y la tolerancia y el respeto por el que no piensa como tú. Y la búsqueda de la justicia y de un reparto equitativo de la riqueza. Deben reconocer mis amigos de derechas que la mayor parte de los avances sociales, morales y políticos de la Historia se han producido gracias a personas progresistas, que deseaban romper el molde y mirar un poco más allá. Y cada vez que se ha producido uno de esos avances, los conservadores, la derecha, han dicho siempre que no, aunque, al final, acabaran aceptando las cosas como parte del desarrollo de la vida y de la propia Historia. Por eso, tiene lógica que, en general, tengan mejor fama y se vea con más simpatía a los progresistas que a los conservadores. Aunque haya algunos como Eva Hache, que provoquen un sentimiento contrario.
No puede caber más soberbia, mayor convencimiento de que ella es mejor que aquellos a los que critica, ni mayor odio y desprecio hacia los que opinan diferente a ella. Terminar una publicación en redes sociales llamando “mierdas” a los miles que estuvieron en Colón es triste. Pero lo es más volver a mirar hoy su “Instagram” y comprobar que sigue ahí la publicación y que no hay nada ni remotamente parecido a una disculpa. Que claro, para qué va a disculparse, si ha habido más de 3.300 seguidores de Eva Hache a los que les ha parecido estupendo que su presentadora favorita insulte a 200.000 españoles por ir a una manifestación.