No hablo de aquellos a los que les ha tocado la lotería. Quería hablar de los que hemos tenido la fortuna, en nuestras vidas, de cruzarnos con una persona con síndrome de Down. Pero voy a dejar para el final una reflexión que le quiero dedicar al equivocadísimo Arcadi Espada. Porque anoche, cuando pensaba sobre lo que iba a escribir en esta Cabra, se me cruzaron unas cuantas personas que yo considero que han sido tocadas por la fortuna, quizás, sin merecerlo.
Le daba vueltas, por ejemplo, a la marciana propuesta de otorgar el Nobel de la Paz a Donald Trump. Es que da risa solo leerlo. No debería sorprendernos dada la cantidad de veces en las que los académicos han actuado como una troupe de humoristas con sus Nobeles de la Paz y de Literatura. Pero, en el caso de Trump, es como un redoble de tambores en la mismísima trompa de Eustaquio que, quizás en el libro de Pedro Sánchez (que aún no me he leído) sea confundida con la trompa de Falopio.
Que tela lo del libro del Presidente del Gobierno. Ese es otro afortunado. Él, que tiene un altísimo concepto de sí mismo, considera que lo suyo es resiliencia, capacidad de resistir. Yo opino, humildemente, que es un tío con una chamba espectacular. Que me cuenten cuándo va a volver a pasar, que un político con 84 diputados llegue a Moncloa sin estar siquiera en el Congreso de los Diputados. Suerte, potra, azar, fortuna, casualidad o, simplemente, chorra marinera. Ojo, que no digo que sea ilegítimo, ni le calificaré jamás de okupa. Pero chorra marinera, sí. Enorme.
Pues este afortunado Pedro Sánchez ha tenido también la suerte de recibir el encargo de escribir un libro para la editorial Planeta. Que nadie sabe lo que va a cobrar por ello el inquilino de Moncloa, pero es indudable que más de lo que gana anualmente por dormir en su colchón de estreno en ese Palacio. Lo único malo es que patinó al elegir a quien le “ayudase” con la redacción.
Lo más sorprendente de todo es que da la sensación de que PS no se ha leído su libro ni en diagonal. Siendo tan vanidoso, apuesto a que le habrá dado mil vueltas a la foto, pero habrá delegado, no solo lo de escribir, sino, por supuesto, lo de corregir. Que, vaya, que no se lo lea él, tiene un pase, pero que no se lo hayan leído los editores de Planeta es, o una cagada del tamaño de la Cibeles, o una señal de que deben cambiar algo en su equipo de correctores. Porque esa prisa por sacar el libro antes de que se agotara la legislatura ha hecho que parezca que lo ha escrito un alumno de la ESO hormonalmente despistado. Coño; es que da la sensación de que han ido sacando las citas de los Poppy Cards de El Corte Inglés. Que son monos. Monísimos. Pero como base para el libro de un primer Ministro, pues no están bien.
Afortunados. También se puede calificar como tal a Pablo Casado. Si hace un año le hubieran dicho que iba a estar siendo el candidato del PP a las Generales, creo que le habría dado el mismo ataque de risa que nos dio anteayer a todos con lo del Nobel de Trump. Pero la moción de censura y los movimientos anti-Soraya en el PP, le pusieron en una autopista que podría conducirle a Moncloa. Lo que sucede es que yo creo que Casado debería relajarse. Se le nota demasiado, por un lado, que está feliz. Y eso no es malo, pero, cada vez que habla se le percibe excesivamente sonriente y si yo fuera su asesor, le reduciría el tamaño y la frecuencia de la sonrisa. Por otro lado, el auge de Vox le está haciendo forzar el discurso ese de la “derecha sin complejos” que, a mí, francamente, cada vez que lo oigo, me pone los pelos de la nuca igual que cuando los de Podemos decían que eran leninistas amables. Casado se está destapando como un magnífico orador y un parlamentario con punch, de los que “sin papeles”, dan una nata al mentón del contricante cada dos frases. Pero igual le vendría bien relajarse un pelín.
Todo lo contrario de lo que considero que le pasa a Albert Rivera, que debería activarse y quitarse la empanada que le asoma desde la foto de Colón. Porque Ciudadanos es, hoy, más muñeco del PimPamPum que nunca. A la hora de definirles, ¿nos quedamos con lo que dicen desde la derecha; que son los pomelitos; naranjas por fuera y rojos por dentro? ¿O con lo que dicen los de izquierda que aseguran que son unos ultraderechistas disfrazados de cordero demócrata con los del trifachito o, en la delicadísima creación de la Ministra de Justicia, el trifálico? Que me gustaría oírles si Rivera, Casado o Abascal se refirieran a ella como una miembra de un trichóchico, tricóñico o, peor, tripotórrico. Pero es la ventaja de ser de izquierdas, que puedes hacer bromas que, si las hace cualquier otro, son de fascista hijoputa carpetovetónico.
Pero se me está pasando esta Cabra y no hablo de lo de Arcadi Espada. El columnista vino a decir que si uno decide alumbrar, por ejemplo, un hijo sabiendo que va a tener síndrome de Down, debe asumir las consecuencias económicas de su decisión y no cargar al Estado los costes que provoque tu hijo. Buff. Es que me flipa poner esto por escrito.
No me voy a poner grueso, porque ya bastante se le ha dicho e insultado. Simplemente me da pena. Yo ya he hablado en alguna ocasión de la suerte que tuve de convivir durante muchos años con uno de los hermanos pequeños de mi madre, Armando. Mi tío tenía síndrome de Down y puedo asegurarle a Espada, que no conozco a nadie que no guarde un buen recuerdo de él. Cuando yo era pequeño, mi abuela Julia siempre decía que Armando era la bendición de la familia. A mí me parecía una pose. Me encantaba jugar con Armando y era uno más de los sobrinos, pero me daba pena ver que había cosas que nunca iba a poder hacer. Y entendí la frase de mi abuela el día en el que tuve hijos. Los niños son la felicidad. Y Armando, como todos los síndrome de Down que he conocido, era un niño eterno. Y creo que solo se puede decir una frase tan equivocada y tan descarnada si no has conocido de cerca de alguien con esa trisomía 21.
Desde luego, poniéndonos prosaicos, si, algún día, alguien se tiene que plantear costes, por qué no empezar antes por los conductores imprudentes, por los fumadores, por los que beben alcohol en exceso o por los que comen de manera insana. Todos ellos, le cuestan al Estado muchísimo más dinero al año del que puedan costar, si es el caso, las personas con Síndrome de Down. Y no creo, Arcadi (no sé si fumas, bebes, comes mal o conduces imprudentemente), que fuera aceptable que nadie pidiese que tú, o alguno de tus familiares, tuvierais que haceros cargo de vuestros gastos hospitalarios en el caso de que, Dios no lo quiera, acabéis necesitando una asistencia sanitaria muy costosa.
Mi tío Armando y yo en el día de mi Primera Comunión.