Me van a perdonar que me ponga pesadito. Uno de los hombres que mejor me conocía, Jesús Hermida, tardó muy poco tiempo en calarme cuando empecé a trabajar con él. Yo, cuando tengo algo claro, soy así como insistente, tenaz, pesado, vamos; lo que se conoce como un coñazo supino. Un día en el que el pobre Jesús debió tener que escucharme decirle algo unas siete veces, me soltó: “Filfilito, hijo, eres un sinapismo”. Yo, lamentablemente, entonces no conocía la existencia de esta palabra, pero, asumiendo que algo bueno no era, disimulé, puse cara de póker y me fui al diccionario de la RAE a buscar la definición. La primera acepción habla de una cataplasma hecha con polvo de mostaza, la segunda era la mía: “2. m. coloq. Persona o cosa que molesta o exaspera.”
Pues a mí los nacionalistas en general y los catalanes, en particular, me parecen un sinapismo. Y yo otro hablando de ellos. Pero es que lo que ha sucedido tras la llamada a declarar como imputado de Mas y sus cómplices por la patochada de la consulta aquella, es un síntoma de lo enferma que está la situación. Aquí hay unos líderes políticos que saben que hay una cosa que no se puede hacer. Y no sólo la hacen, sino que aseguran que no están transgrediendo la ley, porque tienen razón y responden al mandato de un pueblo. Tócate los compañeros. Esto es lo que forma parte del delirio del que hablaba en la Cabra del lunes. Hay unos dirigentes que se empeñan en mostrar a su ciudadanía una realidad pervertida a través de las escuelas y de unos medios de comunicación entregados a la causa. Y los medios de comunicación y las escuelas, bien utilizadas, pueden llevar a los pueblos a delirar en común. De eso se sabe mucho en países que han pasado por el totalitarismo como Alemania, Rusia, Chile, Cuba… o incluso España, hasta hace bien poco. Y lo de los medios, en Cataluña y en democracia, se ha hecho a conciencia y desde hace mucho tiempo.
Esto no me lo ha contado nadie; me pasó a mí. Hace 17 años acudí al estreno de un programa de Ramón Pellicer en TV3. Cuando llegué, Ramón me dijo que me haría primero a mí una entrevista y que luego habría un debate sobre la Telebasura. Yo entonces presentaba Impacto TV y, en aquellos tiempos, aquel programa se consideraba lo peor y se iba a hablar de lo que en catalán se conoce como “Tele Escombrería”, que hay que reconocer que suena mucho mejor que en español.
La cuestión es que Ramón me anunció que me iban a poner un pinganillo para que pudiera entender durante el debate a aquellos que me hablasen en catalán. Lo que no me dijo es que la entrevista iba a tener la descortesía de hacérmela en una de las dos lenguas co-oficiales en Cataluña. Cuando me hizo la primera pregunta en catalán flipé. No tengo nada en contra de los que hablan en otras lenguas y creo que hay reclamar el derecho y la obligación de defenderlas, pero no hasta el absurdo de que se me haga una entrevista en Barcelona en catalán y no en español. Que esa es otra; el absurdo de que el español, en España, se tenga que llamar castellano. Somos el único país del mundo en el que nuestro idioma no se llama español.
Pero me desvío; a lo que voy es a que no le dije nada a Ramón, porque es un encanto de tío y estaba estrenando programa, pero estuve a punto de saltar durante el debate. En plena refriega, un señor del público empezó a discutir conmigo y, de manera instintiva, dejó de hablar en catalán y empezó a hablarme en español. Al instante, Ramón le cortó y le dijo en catalán: “Carlos tiene traducción simultánea, así que, por favor, háblele en catalán”. El pobre señor se quedó cortadísimo, igual que yo, y continuó en catalán. Al terminar el programa, después de darle la enhorabuena, le dije a Ramón lo que pensaba sobre el asunto del uso del catalán y me dijo que eran órdenes estrictas; si alguien sabe hablar en catalán debe hablar en catalán.
Probablemente alguien me tache de exagerado, pero estas cosas son las que acaban convirtiendo esto en un problema. Esas son técnicas de países totalitarios. Igual que se decide eso, se va contando en cada informativo, en cada programa, en cada libro, en cada radio, una realidad pervertida en la que, por poner mi ejemplo, nadie habla en español, o en castellano, si lo prefieren. Y esa realidad pervertida es la que conduce a que haya media Cataluña cercana al delirio, convencida de que no pasa nada por saltarse la Ley y que, si alguien va a por ti por ello, es porque es un anticatalán cabrón.
Pues yo, qué quieren que les diga, cuando salen estos listos que hablan de tener cuidado para no generar mártires por la causa nacionalista, me acuerdo de cuando se empezó a ir a por los concejales de Herri Batasuna y a por todo el entorno de la banda. ¿Cuándo se acabó ETA? Cuando se fue a por los hideputas que les conseguían dinero, cobijo y coartadas políticas, sencillamente, porque transgredían la Ley. Obviamente no es lo mismo, porque en Euskadi hablábamos de asesinos y sus cómplices, pero, en el fondo, es igual; es gente que cree que un sentimiento nacionalista es lo suficientemente noble y bueno como pasarte la ley por ahí mismo y que no tenga consecuencias. Y, si a tu lado en la manifa hay un montón de gente, estás súper legitimado para hacerlo porque “El pueblo está conmigo”. Lo malo es que, en democracia, el pueblo está contigo o no está contigo en las urnas. Y, majos, lo que os dijeron el domingo las urnas, creo yo, es que dejéis de dar la brasa. Aunque sea un ratito.
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LA FUERZA DEL DELIRIO
No sé ustedes, pero yo estoy hasta el mismísimo relleno de la bolsa escrotal del tema de Cataluña. Y perdón por el rebuscamiento, pero no quería ponerme grueso nada más comenzar la Cabra del “retonno” después de más de dos meses de vacaciones. Es que, en tres años escasos de Cabras, es la tercera vez que escribo sobre el resultado de unas elecciones autonómicas catalanas. Y en todas Artur Mas buscaba un resultado definitivo que le diera fuerza para plantear lo que entonces llamaba “el reto soberanista” y ahora ya, sin caretas, la independencia de Catalunya.
Porque hoy la pregunta es ¿Y ahora qué?
Yo creo que daban igual los resultados. Hoy, hubiera pasado lo que hubiera pasado, yo tenía claro que Mas i amics iban a estar exultantes. Dejan sus partidos (hechos una braga, en el caso de CiU) y montan una plataforma que se llama “Junts Pel sí” para conseguir una mayoría absoluta que pusiera el primer escalón de la independencia. Y se han quedado a 6 escaños de la mayoría absoluta. Y no sólo eso; hay un millón novecientos y pico mil catalanes que han votado a los independentistas y dos millones y pico mil que han dado su voto a los que no quieren que Cataluña se vaya de España. El batacazo a mí me parece mayúsculo, después de la que han montado. Pero están contentísimos porque, si los 62 diputados de JPS se suman a los 10 escaños de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular), podrían tener esa mayoría absoluta.
Pero claro, ahora hay que salir del delirio de los últimos meses y bajar al terreno. Porque en el “Junts Pel Sí” conviven un tío tan facha como Artur Mas (derecha tradicional-burguesía catalana de toda la vida), con unos izquierdistas vestidos de seda como los de ERC. Pero es que, para tener esa mayoría absoluta, el facha de Mas tendría que pactar con los de la CUP, que son comunistas vestidos de comunistas y que ya anoche decían que, desde hoy, la legalidad española debía ser desobedecida y que pasaban kilos de votar la investidura de Mas.
O sea que se nos viene encima otra temporada de hastío. Yo puedo jurar que tengo un absoluto respeto por aquellos que no sienten como yo y que defienden que la suya es otra bandera y el suyo es otro país. Pero, en estos tiempos del delirio de Mas, se ha ido abriendo una brecha que yo no sé muy bien quién, ni cómo, ni cuándo se va a cerrar. Porque, tras años de una educación sesgada, de unos medios de comunicación cómplices del delirio y de repetir como un mantra mentiras como que “Espanya ens roba”, Artur Mas, Jonqueras, Romeva y otros cuantos han conseguido que la mayoría de los españoles estemos hartos. ¿Cuántos de ustedes escucharon ayer la frase de: “Pues que les den” o “qué coñazo”? Yo unas cuantas veces y en varios foros diferentes.
Ayer estuvimos mi mujer y yo en misa de 8 en nuestra parroquia. El que oficiaba era el Padre Eduardo, un fraile de los Sagrados Corazones que no es muy convencional, pero que siempre dice cosas que te dejan reflexionando. Comenzó la ceremonia pidiéndonos que pensásemos en una persona a la que no queremos bien, a la que no tragamos, de esas que te ponen nervioso y que hiciéramos el esfuerzo, por unos segundos, de intentar aproximarnos mentalmente a ellas. No se lo van a creer, pero yo, que sabía que a esa hora se cerraban los colegios electorales en Cataluña, pensé en Artur Mas. Creo que no soy el único que piensa que este irresponsable, este psicópata de la política, ha fracturado Catalunya y ha conseguido que hoy en España haya cada vez más gente que lo que dice es: “coño, pues que se vayan”.
A mí, siendo sincero, tampoco es que me mate la pena pensar en que Cataluña se independice. Sí es cierto que me da impresión y estoy seguro de que tendría consecuencias malas tanto para ellos como para nosotros. Pero pienso en que tendría que ir a Cataluña como voy hoy a otros países y no se me altera ni un músculo. Sólo me entran ciertas dudas cuando me acuerdo de buenos amigos que se sienten españoles y que, probablemente, pasarían días amargos, pero también opino que lo que está sucediendo es, en parte, culpa suya. Creo que están siendo cobardes y están dejando que parezca que la opinión mayoritaria es la de los que ponen esteladas en sus balcones, mientras no ves ni una bandera española. Están permitiendo que les ganen los que hacen más ruido y tienen en su poder las escuelas y los medios de comunicación mayoritarios. Que no es poco. Pero a esos dos millones que no quieren la independencia no se les ha visto ni se les ha oído en la calle. Se ve y se oye a los líderes de Ciudadanos, PSOE y PP, pero creo que los catalanes que se sienten españoles están metidos en un enorme armario esperando a que venga alguien a solucionarles el marrón. Y, llegados a este punto, les toca a ellos coger el timón. Aunque tampoco estaría mal que Rajoy lo cogiera también otro ratito.
En fin. Qué mezcla de pereza, tristeza y cansancio. Yo espero que no pase nada y que al final esto se arregle, aunque lo veo complicado. Muy complicado. Pero, como hablaba ayer con un amigo, en un planeta tan globalizado, tampoco creo yo que esto fuera a ser el fin del mundo. Yo le decía a mi amigo que, poniéndonos cínicos, para mí habría dos cosas principales que me afectarían si hubiera Independencia; una buena y una mala. La mala es que no habría dos veces al año un Madrid-Barça. La buena es que ya podríamos dejar todos de disimular y sería posible gritar a los cuatro vientos que el cava, comparado con el champán, francamente, es una soberana mierda.
LA RAMPA ACEITOSA
No sé cómo va a acabar esto. Pero creo que va a terminar mal. Y ya siento ser pesimista, cuando suelo ver siempre el lado bueno de las cosas, pero por más vueltas que le doy al tema de Cataluña no soy capaz de ver de qué manera se puede arreglar esto sin que haya una parte que acabe considerándose agraviada por la otra.
A mí lo que me subleva de Mas es que se le sigue llenando la boca hablando de la voluntad del pueblo catalán sin que parezca que se dé cuenta de que el pueblo catalán, las dos últimas veces que él le preguntó con la ley en la mano, le mandó a la mierda. Bueno; perdón, que me he prometido que voy a intentar no utilizar lenguaje grueso; el pueblo catalán le dijo NO. Porque es que parece que se nos olvida, pero Mas ganó en minoría las elecciones de 2010. Como aquella mayoría no le pareció suficiente para plantear el reto soberanista, decide adelantar los comicios y convoca unas nuevas en 2012. Y reclama al pueblo catalán que le dé votos suficientes como para montar el enorme pollo que hoy está montando. Y el pueblo catalán le dice: “mira majo, ha aumentado la participación en casi diez puntos y tú vas a perder cienmil votos”. Sapristi; se dice pronto. Con una participación del 67,76 por ciento, el pueblo catalán hace que Convergencia pase de tener 62 diputados a tener 50.
Y ¿Qué sucedió? ¿Se fue Mas a su casa con el rabo entre las piernas? ¿Se dio cuenta de que se había equivocado? ¿Comprendió que el pueblo catalán no le quería? No. Metido ya en un tobogán engrasado, cuesta abajo y sin frenos, decidió emprender una huida hacia delante en la que ha abierto un container lleno de tormentas tropicales, porque lo del tópico de la caja de truenos se me queda corto.
El problema de todo esto es que esa locura de Mas, esa reclamación (primero velada y ahora ya abierta) de la independencia, ha calado en su pueblo y, aunque en las urnas le han mandado al guano, en las encuestas parece que hay cientos de miles de catalanes que quieren separarse de España. Y el problema es que nos llevan bastante delantera. Ha habido muchos años en los que en las escuelas y en los medios de comunicación controlados por la Generalitat ha ido calando el mensaje de que España nos roba; esa nueva Historia en la que el Reino de España es el malo de la película. Por si esto fuera poco, las concesiones de todos los gobiernos centrales que han gobernado en minoría desde 1979, aquella frase gloriosa de ZP de que “se aprobará el Estatuto que vote el parlamento catalán” y diferentes desplantes sin respuesta, condujeron a que Mas y el resto de políticos soberanistas se sintieran lo suficientemente fuertes como para plantear el reto en el que estamos hoy inmersos. Y el fango nos llega a la barbilla. Es que cuando se convocó aquella consulta soberanista los líderes políticos que la promovían hablaban abiertamente de saltarse la ley, de que no hay que cumplir las leyes injustas. Cáspita. Yo recuerdo en aquellos días la estupefacción de mi hija de 13 años que no podía creerse que aquello lo dijera el presidente de un gobierno. Pero claro, no pasó nada y hace unos días Mas y los suyos volvieron a insistir en que si hace falta, se saltarán la legalidad. El portavoz del gobierno catalán, Francesc Homs, llegó, en su derrape verbal, a comparar el marco legal en el que hoy nos desenvolvemos con la época de Franco y aseguró que, después del 27S, los catalanes se saltarán la legalidad para ser libres.
Y es lo grotesco de todo este asunto. Que introduces elementos dialécticos gloriosos como “voluntad democrática”, “decisión popular” y “ser libres” en medio de un discurso delirante y parece que, si no se hace lo que tú quieres eres un fascista que no respeta la democracia. Ole.
No sé por dónde vamos a salir. Cada vez escucho a más gente que dice “Oye, que les den”, “Pues que se vayan” o, como me dijo hace ya meses un amigo “Coño, ¿Y por qué no les echamos?”. No sé en qué va a acabar esto, pero creo que es urgente que alguien siente en la misma mesa a todos los que tienen que ver en esto. Igual el que podía hacerlo es nuestro Rey que ayer en Barcelona, de nuevo haciendo gala de un autocontrol notable, aguantó el tirón junto a Mas como el día de la sonrisita del Honorable mientras pitaban al himno nacional en la final de la Copa del Rey. Felipe VI aguantó el tirón, pero aprovechó para decirle con una claridad meridiana que, para los representantes de los ciudadanos, cumplir la ley es una obligación ineludible. Al salir del acto, por cierto, Mas dijo que él no se daba por aludido. Pero claro, este tipo de cosas pues lleva a otras. Y ayer otra que tal baila, la alcaldesa de Barcelona, aprovechó que andaba por allí el monarca y retiró el busto de Juan Carlos I que había en el Salón de Plenos del ayuntamiento. Dice Ada Colau que la ley obliga a tener una imagen del Rey en la Sala y que, como don Juan Carlos ya no es el Rey, pues que lo quitaba, que ellos son de tradición republicana.
Una propuesta para Zarzuela. Yo, si fuese el Rey, cogía el primer busto que me encontrase por ahí con mi efigie, que alguno tendrá, y se lo mandaba esta misma mañana por Seur a la Colau. Lo que pasa es que no sé si con lo ida que tienen la pinza todos estos en estos días por allá arriba, lo mismo consideran eso un insulto del Rey de los fascistas al pueblo de Barcelona.
Y DALE
Joder qué pesados son los anticasillas. Han conseguido su objetivo, que era quitarse de en medio al mejor portero de la Historia y todavía siguen inundando las redes sociales, las webs de los periódicos y los mensajes de las televisiones con sus diatribas cargadas de un rencor incomprensible. Coño, que uno les ve y les oye y pareciera que Íker les hubiera estafado, les hubiera mentado a la madre o les hubiera robado a la novia. Ellos ahí siguen. Con lo que les ha costado; no fuera a ser que se retirara en el Madrid con todos los honores un hombre que es una leyenda con 34 años.
En esta marea de rencor y mala baba contra Íker han ayudado sobremanera dos personas que han hecho un tremendo daño a la imagen del Real Madrid de los últimos años. Uno de ellos, gracias a Dios, ya no está entre nosotros. Vaya, no quiero decir que haya muerto, que no le deseo que fenezca, sino que ya no se sienta en el banquillo que incendió durante 3 larguísimos años. Los que me conocen ya saben que hablo de José Mourinho. Uno de esos errores inexplicables lo aupó a la dirección técnica del Madrid y le permitió abrir una brecha de mala leche en la afición y llevar la relación entre Madrid y Barça a un enfrentamiento infantil casi sin retorno, sencillamente, porque el Barça de Guardiola volvía loco a este histrión del fútbol que se autodenominaba “The Special One”, que ya hay que ser mentecato. Íker nunca le siguió la corriente y tuvo la desfachatez, entre otras cosas, de buscar vías de conciliación con sus compañeros del Barça, y el papanatas le puso proa y no paró hasta destruirlo.
Dicen mis amigos Mourinhistas y/o anticasillas, que Íker ya no estaba en forma, que ya no era determinante, que había perdido la confianza… Coño. Me gustaría verles a ellos en sus empresas con un jefe diciéndote todo el día que no eres el mejor, que hay otro (pasó con el pobre Adán o con Diego López) que es mejor que tú. Lo que le ha sucedido a Íker en el Madrid se ha llamado de toda la vida “lestánputeando” y ahora se denomina “mobbing”. Lo terrible es que en ese puteo y en esa absurda persecución al portero, hubo muchos cómplices entre la prensa, en el público del Bernabéu y uno, el principal, en el Palco.
Florentino jamás quiso a Íker. Nunca le pareció portero para el Madrid y, desde que él llegó a la presidencia, cada verano, sonaban nombres de posibles ocupantes de la portería madridista y es sabido que para el Presidente la opción siempre fue Buffon. Pero claro, llega Íker y es el héroe en la Novena. Y luego se va al Mundial de Corea y es el héroe de España, aunque nos eliminaran en cuartos. Y a ver quién lo quitaba. Pero es que luego va Casillas y gana la Eurocopa y el Mundial con actuaciones milagrosas que le reconfirmaron indudablemente como el mejor portero, no del mundo, sino de la Historia. Y Florentino se lo tuvo que comer. Y eso que él no lo soportaba. Íker es de Móstoles y Florentino nunca le hizo una oferta mareante en una servilletita de papel. El guardameta jamás tuvo que mentir diciendo que su “sueño desde niño” fue jugar en el Madrid porque, desde que cambió los dientes, fue portero del Madrid. Casillas no lleva veinticinco tatuajes, ni se depila, ni luce peinados de la señorita Pepis. Por si fuera poco, no está representado por el tal Mendes, ni se mueve por la vida como si fuera una estrella de rock con almorranas; a pesar de ser un mito, Íker sigue siendo un tío normal, majo, educado y, con frecuencia, sonriente. Llevó su calvario de los últimos años en silencio, no se recuerda un solo altercado en su carrera, jamás un mal gesto, pero los mourinhinstas y/o anticasillistas repiten el mantra que creó el Special One y lo califican como topo, mal profesional y mal compañero y un portero acabado.
La cuestión es que toda esta acumulación de mierda ha concluido, como saben, con la salida de Íker del Madrid. Y, ni siquiera en la despedida, Florentino ha sido capaz de tener algún gesto de grandeza con el mito. Íker se va porque no se le quiere. Porque este presidente al que se le llena la boca de leyendas, grandeza, estilo y Madridismo, ha desaprovechado a la mayor leyenda que ha dado el madridismo en los últimos 50 años y ha permitido que Mourinho primero y, quien viniera, después, provocara que, el que debería haber sido su Gran Capitán hasta la retirada, se haya ido hastiado al Oporto. Si este obseso del marketing y las camisetas hubiera sabido aprovecharlo, podría haber estado vendiendo camisetas de Íker hasta dentro de otros 50 años. Pero no. Le han hecho una despedida deprisa y corriendo, improvisada y le han prometido que aprovecharán una pachanga veraniega para darle un homenaje. Y hasta el último minuto Florentino dejó claro que ese que tenía al lado no es de los suyos y tuvo el humor de decir que “Íker se va porque así lo ha querido”. Pues, ni siquiera en ese momento, le salió a Íker ese orco que todos llevamos dentro. Creo que a mí me pilla ahí en medio y le hago al Presidente un corte de mangas de esos de llegar al Oporto con una luxación de codo de grado 3. Pero este muchacho sí que es, de verdad, un tipo especial y prefirió comportarse de manera caballerosa y no mandar a la mierda a Florentino. He visto y leído muchas cosas sobre Íker. Quizás la mejor sea la viñeta que le dedicó otra leyenda, pero del humor gráfico. Forges captó como nadie con tres dibujos y 5 frases la esencia del asunto. Amén.
EL LÍO
Pues ya siento ser un malqueda. Pero llevo unos meses con un lío tremendo y la semana pasada dimití de la Cabra por puro agotamiento. Y no es que no se me ocurran ideas, ni que tenga pocas ganas de escribir. Afortunadamente nuestros políticos, los griegos, o la misma ola de calor que nos abrasa, dan para que cualquier bloguero de pro se ponga a teclear compulsivamente. Así que hoy, me enfrento al escuatro que me demuele, me rebelo y aquí estoy porque, por ejemplo, hay varias cosas que quería decir y se me escapan los dedos solos.
No puedo ya más con la frase: “esto no es normal”. Hablo de las cuatro palabras que acompañan en estos días al “hace un calor que se caen los pájaros”, “este infierno no hay quien lo aguante” y cualquier otra afirmación que indique que tu interlocutor está al borde de la asfixia por la extrema temperatura que nos abrasa. Y, vaya, yo no digo que esta ola de calor no sea notabilísima y que estemos todos como con el cerebelo derretido, pero hasta los más exagerados deberán reconocer que “esto” no sería normal si nos pillara en Navidades comiendo polvorones y preparando las bandejas de turrones para la Nochebuena. Yo creo que estamos haciendo cosas que afectan al clima y son cientos y miles los científicos que aseguran que estamos inmersos en un cambio climático evidente. Pero, qué quieren que les diga, que haga un calor de cojones en el mes de julio lleva pasando desde que yo tengo uso de razón. Y, cada año, cuando el termómetro se dispara salen esos reportajes y aparecen esas personas que atribuyen al cambio climático cosas que suceden desde siempre y estos agoreros acaban dando munición dialéctica a mis amigos (por lo general de derechas) que opinan que lo del cambio climático es un invento de no sé qué rojillos para forrarse. Yo recuerdo cuando tenía quince años que hizo un calor inhumano durante varios días del mes de julio. Acababa de sacarse el carnet de conducir uno de mis hermanos mayores y llevábamos en el Simca de mi madre un letrerito de esos para anunciar que el conductor no podía circular a más de 80 kilómetros por hora. Fuimos a la playa a pasar el día y, cuando regresamos al coche, aquel letrerito, que era de un plástico durísimo, apareció deformado como si hubiera sido de plastilina y lo hubiera arrugado un niño. Lo más gracioso es que, cuando lo cogimos, vimos una inscripción que había en letra pequeña y que anunciaba con gran certeza: “indeformable al calor solar”. Imagino que, probablemente, en aquellos días habría reportajes en todos los medios; que el verano es muy malo para los que hacen información y si te cogen un tema que les da para rellenar, lo exprimen como unos campeones.
También el tema de Grecia es para rellenar informativos enteros. Sobre todo porque yo me pregunto, desde el domingo, por el motivo que llevaba a miles de griegos y a tertulianos afines a Syriza a estar tan contentos después del referéndum. Yo los miraba y pensaba: “Joder; y estos ¿de qué se ríen?”, porque ciertamente la situación que están viviendo es para generar angustia. La única cosa buena que veo yo a esto de Grecia es que sirve para demostrar que los discursos demagógicos de esta nueva izquierda del leninismo amable (que es algo tan absurdo como hablar de fascismo simpático), quedan muy bien en los mítines ante conciudadanos jodidos, pero son difíciles de defender en la vida real. ¿Cómo no va a gustarle a alguien que está pasando por una crisis económica bestial que le digan con tono mitinero: “¡¡Y que le den por el culípides a los bancoooos, devolveremos el dineroooo si nos sale de los cojonoulis!!”. Envuelves eso en un discurso de defensa nacional ante el abuso de las potencias extranjeras y acabas ganando unas elecciones sin tener ni puta idea de cómo vas a salir del embrollo. Y así está el amigo Tsipras, comiéndose el marrón y dándose cuenta de que, o tragan, pagan y hacen reformas, o Grecia va a acabar yéndose por el inodoro. Pero claro, dices esto y los leninistas amables te dicen que eres un fascista muy poco simpático que forma parte de la conspiración internacional para acabar con las nuevas ideas que están dando frescor a la vida política europea, en general, y española, en particular. Es cierto que este tantarantán que han recibido los partidos tradicionales lo merecían y creo que va a ser bueno para nuestra democracia, pero, sinceramente, el frescor de Podemos a mí me da escalofríos.
En fin, que comencé con una disculpa y la recupero para el cierre. Me dice mi mujer, que es sabia, que no me agobie tanto por desatender la Cabra. Pero yo tengo un sentimiento de responsabilidad con la gente que me lee. Sé que son una legión pequeña, pero les agradezco tremendamente que me sigan y fallar en mi compromiso semanal a mí me parece una descortesía similar a la de un tío muy maleducado que fue a comer a casa de una amiga mía. Cuando terminó el almuerzo, el marido de mi amiga le ofreció al botarate un puro. Mirando con cierto desprecio hacia la mesa y con un gesto desdeñoso de la mano dijo una frase que yo llevo grabada como el epitafio de una amistad: “¡¡Buff, esto no ha sío comida pa puro!!”.
LO DE LOS DESAHUCIOS
Pues depende, oiga. Igual alguien piensa que soy un mal tipo por decirlo, pero a mí no me dan pena todas las personas que sufren un desahucio. Así, a bollo. Ni me parece que todo aquel que provoque un desahucio sea un hijoputa.
Creo, sinceramente, que los periodistas en este asunto estamos haciendo rematadamente mal nuestro trabajo y estamos participando de ese “to er mundo e güeno” tan habitual en nuestro país. Cada vez que veo una noticia de un desahucio yo noto que me faltan datos. Porque obviamente no es lo mismo un desahucio que otro y normalmente en los informativos de televisión nos cuentan las noticias sin entrar en determinados detalles que pueden ser fundamentales a la hora de sentir pena por el desahuciado o de decir: “Pues que le den”. La ancianita, la familia con niños o incluso la persona con discapacidad pueden tener una historia detrás que merezca compasión, o pueden ser unos caraduras que merezcan, verdaderamente, que se les eche del lugar que ocupan. ¿Por qué nunca pasa que nadie te cuente esa historia completa? Jamás he oído en ninguno de estos reportajes al desahuciador y quizás en la mayoría de los casos el expulsado de su casa es una persona que merece recibir ayuda, pero estoy seguro de que debe haber alguna ocasión en que el que expulsa tenga razón.
Pongo el ejemplo de mi vecino el moroso, del que ya he hablado en alguna Cabra. El tío sigue debiendo a la comunidad más de 10.000 euros. Sólo va pagando a sus numerosos acreedores por vía judicial y cuando ya no le queda más remedio. Ahora; eso sí, el sujeto sigue vistiendo ropa de las mejores marcas, cada uno de sus hijos tiene un coche, él se mueve en un vehículo de altísima gama y, cuando se va de viaje, lo hace con una maleta de Louis Vuitton de las buenas. Si mañana viene la Policía Nacional a desahuciarle, ¿Debo sentir lástima pensando en que está en la ruina y va a dormir en la calle? Pues qué quieren que les diga. A mí no me da ninguna pena.
A lo que voy es a que estoy seguro de que, entre las personas que sufren un desahucio, tiene que haber historias terribles de gentes a las que la vida ha golpeado una y otra vez y no les ha dejado levantarse. A esos es a los que debe ayudar el Estado. Pero también estoy seguro de que entre esos desahuciados hay capullos que han vivido a crédito gastando 20 cuando ganaban 10, comprándose cosas que no podían pagar, haciendo viajes idílicos con la familia pagados a plazos y aprovechando, que ya que me meto en la hipoteca, pues, coño, renuevo el coche. En este festival de la gilipollez colectiva, desde luego tuvieron mucha culpa los bancos. La avaricia de las entidades bancarias condujo a dar créditos absurdos a personas que iba a ser difícil que pagaran y, ese marrón, pues que se lo coman ellos, aunque no estén dispuestos. Yo recuerdo cuando firmamos una hipoteca en el año 2009. La directora de la oficina nos presionaba y nos miraba como si mi mujer y yo fuéramos tontos por no aprovechar, pedir más dinero y, ya de paso, cambiar de coche. Y nos decía esa frase bancaria que tanto daño ha hecho en la España de estos últimos años: “¡Pero si lo vas a pagar sin enterarte!”. ¿Cuántos dramas de hoy son consecuencia de aquella época de descerebramiento colectivo? ¿Cuántos directores de banco deberían dormir mal pensando en lo cabrones que fueron? Porque, entre los productos financieros y las hipotecas, los bancos pasaron una época de la que espero que hayan aprendido por nuestro bien y por el suyo.
Pero me estoy desviando. A lo que iba es a que claro que siento pena cuando veo a una familia salir de su casa, como siento tremenda lástima ante un agricultor al que el pedrisco le ha arrasado la cosecha, pero no creo que deba ser el Estado el que, en todos los casos, se encargue de que recuperen lo que han perdido. En las últimas semanas, diferentes tormentas han arrasado cultivos de todo tipo en varios lugares de España. Y salían en las noticias unos agricultores pidiendo al Estado que se hiciera cargo de su terrible situación. Y claro, te dan una pena que lo flipas. Hasta que por casualidad, el otro día escucho en la radio un programa de estos de sábado a las 7 de la mañana en los que se habla del campo. Entrevistaban a uno de esos agricultores y el tío estaba indignado diciendo que no podía ser que, en su sector (que no recuerdo si era el vino o la fruta), menos del 30 por ciento de los que cultivan pagan los seguros que te protegen ante catástrofes como estas. Que él tenía sus seguros y que tenía que repercutir el coste de las pólizas en sus precios y que, por tanto, era menos competitivo que los cachondos que decidían no pagar a la aseguradora. Y se preguntaba que por qué iba a tener que ayudar el Estado al agricultor que le echaba morro. Pero claro, a este no lo sacan en el informativo de televisión, no les vaya a joder la lírica del reportaje compasivo con el pobre agricultor que llora a cámara con las manos llenas de barro sin contarle al periodista (que tampoco le ha preguntado) que de lo del seguro mejor no hablamos.
¿SE LES HA PASADO YA?
Pues tengo que reconocerlo. Este nuevo tiempo político me tiene desnortado. Estoy con un desorden anímico que me lleva desde el estupor profundo hasta el asentimiento feliz y desde la risa tonta hasta la tristeza preocupada. La colección de nuevos alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas, me tiene loco aunque debo poner algunos matices a la ligereza con la que algunos critican a los recién llegados.
Percibo en mis amigos de derechas y/o de buenas familias un cierto tufillo clasista al valorar a los “melenúos” y “desharrapaos” que han estado tomando posesión de sus respectivos cargos en los últimos días. Quizás el campeonato del mundo de risas lo haya batido la nueva alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, del PSOE, con sus zapatos con retrovisores meñiquiles. Ha habido críticas con gracia como no sé quién que dijo que esta nueva alcaldesa “iba a elegir a todos sus concejales a dedo”, pero ha habido otras muchas reprobaciones en las que subyacía esa altivez que hace pensar que no puede ser una buena alcaldesa una tía hortera como Mamen. Los políticos, sobre todo de derecha, a los que he visto hablar con desprecio de estos advenedizos lo hacen como partiendo de la base de que, entre sus filas, solo hay políticos impecables, líderes intachables y hombres y mujeres de elegancia innata y «charme» como para enamorarse de ellos. No me jodan. En PP, PSOE y en cualquiera de los partidos tradicionales hay políticos de ambos sexos que son para darles de comer aparte y poco.
Pero no me quería quedar con la anécdota del dudable gusto de la alcaldesa jerezana. A mí me han resultado mucho más preocupantes las cosas que han pasado en el ayuntamiento de Madrid y en otros lugares en los que he visto tomar posesión a gentes inquietantes. Pero, sin salirnos de Madrid, la cosa da para hablar un rato.
Dimite el concejal de Cultura Guillermo Zapata por unos desafortunados tweets que publicó hace unos años haciendo gala de un humor negro muy discutible. Lo indiscutible es que uno es lo que ha escrito y no se puede pretender borrarlo como si no hubiera pasado y que eso no cuente a la hora de ocupar determinados cargos. Yo, por ejemplo, con lo que he escrito en mi Twitter, jamás pretenderé ser director de comunicación del Real Madrid, mientras esté Florentino, ni se me ocurriría optar a ser el jefe de prensa de José Mourinho. Pues, coño, no puede ser concejal de cultura un hombre que ha dicho burradas como las que escribió este caballero, por mucho que se hayan sacado de su contexto. Tampoco me parece la más indicada para tal responsabilidad, la moza que va a sustituir a Zapata, Alba López Mendiola. Es que lees su perfil de Twitter y se te erizan los pelillos testiculares: bollera, camionera, desviada, leñadora, feminazi, marxista-leninista. Esta simpatiquísima señorita va a ser la que, a sus 23 años, decida qué se hace con el presupuesto de cultura y deportes. Y podríamos seguir hablando de otros como el tal Pablo Soto que hablaba de torturar y matar a Gallardón o de quemar bancos, o de Jorge García Castaño, que animaba a sus amigas a empalar a Toni Cantó.
A mí no me preocupan ni su juventud, ni su inexperiencia. Ni siquiera el hecho cierto de que hayan escrito burradas inaceptables. Para mí el problema de estos políticos nuevos es el odio que parece que destilan, o que han destilado recientemente. ¿Se les ha pasado ya? Porque la portavoz del ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, está esperando juicio por vulneración de los derechos fundamentales de las personas. Quizás recuerden el asunto; Rita y sus colegas entraron en una capilla a criticar el hecho, quizás criticable, de que haya un espacio de oración en una facultad. Pues vale. Propón que se quite o que se haga un espacio para varios cultos como hay en aeropuertos y hospitales. Pero no seáis cobardes. Porque esa presunta libertad de expresión que alega Carmena para no destituir a esta moza apuesto a que no tendrían el mismo valor de aplicarla para entrar en una mezquita. ¡¡Ah, no!! ¡Que los musulmanes son mucho más tolerantes que los hijosputa de los católicos!. ¡Dónde va a parar! Podrá decirme la concejala que no hay espacios de culto musulmán en las universidades, pero estoy seguro de que hablando un rato con una feminista radical como ella se nos ocurren dos o tres buenos motivos para que ella y sus amigos se vayan a montar el pollo a una mezquita. Pero no, claro, eso ya no sería libertad de expresión. Hacer eso seria fascismo. Y a mí me parece que hay el mismo fondo intolerante, abusón, violento e intransigente en una cosa como en la otra. Dice Carmena que no fueron violentos. Hombre; creo que no pegaron a nadie, pero irrumpir a grito pelado, a empujones, con el torso desnudo lleno de pintadas en un lugar de oración para acojonar a un religioso y a unos cuantos fieles a mí me parece violento. Yo jamás entraría en una mezquita sin cumplir con los ritos y los signos de recogimiento que se exigen. Por una simple cuestión de respeto. Que es lo que me parece que falta en la mayoría de los que he visto y oído en estos días.
Podrían aprender Rita y sus compinches de las amigas de Gonzalo. Aunque, para ella, Mariquilla y las Bollychurias probablemente sean unas pijas a las que habría que pasar por la guillotina. Les explico muy brevemente.
Gonzalo Serra es un niño con parálisis cerebral. Hace unos años le dijeron que era esencial para su salud que se moviera, pero, por su discapacidad, no puede jugar al ritmo de otros niños. Y su madre, Mariquilla López-Bachiller, decidió buscar una solución. A Gonzalo le apasiona el baile, pero no era fácil encontrar niños que danzaran con él, de manera que Mariquilla pidió en 2010 a un grupo de amigas que se unieran a ellos y, desde hace años, cada miércoles Gonzalo baila ritmos indios con 13 señoras y disfruta de manera radical.
Las Bollychurias y Gonzalo utilizan sus danzas para organizar espectáculos y, a día de hoy, llevan ya recaudados 100.000 euros para la Fundación Bobath. Quizás estaría bien que les echáramos un cable porque quieren construir una residencia con 38 camas para casos extremos. Y como no parece que este proyecto vaya a estar entre los favoritos de la bollera feminazi, pues yo les doy su dirección del Facebook por si se les ocurre el modo de ayudarles. Hacen una gala el próximo día 25 a las 7 y media de la tarde en Madrid.
www.facebook.com/bollychurias
TENGO PACTOS PARA HOY
Pues no me queda claro. No sé si Albert Rivera es un panoli de derechas o un imbécil de izquierdas. Porque depende de a quién escuches en estos días de zozobra post electoral te quedas con una cosa o con la otra.
Por ejemplo, en Andalucía, Ciudadanos ha cerrado ya un pacto con Susana Díaz para que la líder socialista pueda seguir gobernando mi tierra. Lógicamente, ese acuerdo ha dejado a la líder de Podemos más mosqueada que Belén Esteban en unos ejercicios espirituales de San Ignacio. Tan enfadada estaba Teresa Rodríguez que llegó a anunciar que Susana Díaz iba a ser “embestida”, en vez de “investida”. En qué estaría pensando… Pero, claro, en Andalucía ella no es la única indignada, porque también los del PP consideran que Ciudadanos está cavando su tumba pactando con el PSOE y mostrando una patita rojilla que no les gusta un pelo.
En Madrid los mosqueos cambian de acera. El que ayer estaba que fumaba en pipa era Gabilondo viendo que parece hecho el acuerdo entre PP y el partido de Albert Rivera para que Cifuentes sea la nueva presidenta madrileña. El candidato del PSOE venía a decir que Ciudadanos, con este pacto, demostraba que estaba con la vieja política y que no tenía ninguna intención de cambiar de verdad las cosas. Y yo, mira que respeto a Ángel Gabilondo, pero no estoy de acuerdo.
A mí me parece estupendo lo que está pasando. Me encanta ver al PP jodido. Y me encanta ver al PSOE pasando las de Caín. Estoy convencido de que, a pesar de sus muy diferentes modelos de corrupción, de las maneras de gobernar que han mostrado en los últimos 30 años, de las gestiones de la crisis-no-crisis, estos viejos partidos, con sus viejos políticos y sin mayorías absolutas pueden hacer que cambien las cosas. Pero les toca tragar. Tienen que aceptar que el rodillo se lo deben introducir por el recto y empezar a ceder a otros para poder seguir gobernando. Puede que, aún así, nos salgan rana, pero, a pesar de todo, me fío más de PSOE o PP que de estos profetas de la «nueva» política que, se supone, nos van a enseñar lo que es la Democracia verdadera. Joder. Si me tienen que enseñar lo que es la democracia Pablo Iglesias y sus colegas, la verdad, prefiero quedarme en el limbo de la inconsciencia.
Que pacten. Que se sienten a hablar. Que practiquen con ese sustantivo del que se les llena la boca para exigírselo a los demás, pero les cuesta un mundo aplicarse. El Consenso. Pues practiquen consenso, señores. Acostúmbrense a escuchar lo que dice el de enfrente, que a lo mejor no es tan malo. Dejen de utilizar las instituciones como si fueran ese pesebre en el que sólo pueden meter el hocico los de su cuadra. Dejen de repartir cargos, prebendas y subvenciones a sus colegas y dense cuenta de que hay otras opciones y que, incluso, se puede gobernar sin pensar que estás en tu cortijo y todo lo que abarcan tus ojos es tuyo. Y si, en esos consensos, los de Podemos o sus marcas blancas, acaban gobernando, me alegraré también. Será un modo de comprobar si se cumplen mis peores temores o si terminan siendo, como anuncian, una alternativa de democracia verdadera y pureza virginal.
Lo sé. Con tantos buenos deseos, sueno ingenuo. Pero también pensaba hace unos meses que la crisis se iba a llevar por delante mi empresa y ese optimismo que Dios me dio me hizo no deprimirme del todo. Y seguir insistiendo con eso que los amigos que me quieren llaman tenacidad y, los que no me quieren, pesadez extrema. Y por eso hoy puedo contar a mis amigos cabreros que este próximo sábado día 13 a las 13 horas estreno con Marta Solano un programa que se llama Seguridad Vital en la 1 de TVE. Yo, que no soy muy supersticioso, tengo algunas pequeñas manías. Una de ellas es la de la sal en la mesa, la otra lo del amarillo (jamás he vestido de ese color en un plató) y la otra es una cierta fatiga cuando veo el número 13. Pues ahí vamos; estrenando un 13 a las 13. Como ya no tiene remedio, confío en que la llegada de mi amigo Jesús Hermida al cielo, haga que, desde allá arriba se me proteja y el programa funcione. Y, si no, pues como otras veces, a encajarlo con deportividad y a seguir montado en la bici. Y, si nos toca irnos al hoyo, al menos, que entremos en la fosa con buena cara. Y pedaleando.
LA SONRISITA
Es una regla no escrita del bloguerismo. No hables de un tema del que ya se ha dicho todo. Y yo que soy de natural tirando a insumiso con las reglas no escritas, pues me paso todas esas normas por el arco escrotal.
Los lectores cabreros más amigos ya sabrán que hace un par de semanas me afanaron el ordenador. A pesar de las recomendaciones de cualquiera que tenga dos dedos de frente y de haber visto cosas que les han pasado a otros, yo no tenía hecha ninguna copia de seguridad de todo lo que había en mi portátil. Un drama informático, coño. La cuestión es que me voy dando cuenta de ese drama de la memoria a pocos y uno de esos momentos fue la semana pasada cuando me puse a escribir la Cabra. Me entró tal mala leche al constatar que he perdido todas las Cabras, que ya no tenía guardados los contactos de los amigos a los que les mando el blog, que no fui capaz de terminar el artículo. Preferí levantarme, dejar colgados a mis lectores e irme por ahí a lamerme un rato las heridas.
Y, aunque suelo publicar los jueves, como ayer fue festivo en Madrid, he cambiado a hoy viernes el día de publicación. Así que pido disculpas por el fallo de la semana pasada y por las 24 horas de retraso de hoy. Y me ha dado rabia tanto la demora como la cancelación de lo de la semana pasada, porque ha habido tantas cosas de las que hablar, que un bloguero de pro como yo estaba deseando comentar lo de Carmena y Colau, lo de la Espe, lo de Rajoy, que sigue pensando que ha ganado… No sé; estas elecciones locales y autonómicas han dejado el panorama político español que parece una manta de esas de patchwork. Va a tener sus cosas buenas el que los políticos tengan que sentarse a pactar, pero creo también que esto de ponernos en plan pentapartito a la italiana le puede hacer daño al país. Pues quería hablar de todo esto y de alguna cosa más, pero, sobre todo, quería hacer una Cabra sobre la sonrisita.
Imagino que sabrán que me refiero al gesto placentero del presuntamente Honorable Artur Mas mientras escuchaba en la final de la Copa del Rey la tremenda pitada que se llevaron, al alimón, Felipe VI y nuestro himno nacional. Porque cómo no voy a hablar de esa sonrisita. Es que parecía el malo de aquellos inolvidables Spaghetti Western. Es la típica cara que ponía Lee Van Cleef en las de Sergio Leone cuando le estaban haciendo daño al bueno rebueno. Ese gesto, no muy inteligente, que viene a decir: «cómo me alegro” y “te lo mereces». No afirmo con esto que Artur Mas sea bobo y una mala persona (que pudiera ser que lo fuera) lo que digo es que el presidente de una comunidad autónoma, un hombre que representa a sus ciudadanos, a los que pitarían el himno y a los que no, no puede comportarse igual que Belén Esteban, un tertuliano de Sálvame o, ya que hablábamos de cine glorioso, como el villano de “Aquí llega Condemor; el Pecador de la Pradera”.
Lo malo es que comportamientos tan irresponsables como el de Artur Mas, sacan lo peor de nosotros mismos. Muchos le insultan gravemente, a otros les salen discursos llenos de fervor nacionalista y otros se cagan en Cataluña y en los catalanes; así, en general. Y, aparte de que, como dijo Ortega: “No es esto, no es esto”, lo peor de estas reacciones viscerales es que dan alimento al victimismo nacionalista. Todos estos insultos a Mas y a los que silbaron el himno, esas reacciones de vena hinchada, ayudan al nacionalismo tontorrón a seguir pensando que los que no opinamos y no sentimos como ellos somos unos fascistas.
Y debería todo ser mucho más sencillo. Hacer leyes que prevean este tipo de comportamientos. Y actuar, pero no quedarnos en este sí es no, tan de Rajoy, en el que ni se sanciona, ni se dice que nos parece fenomenal que se piten los himnos. Esta feo autocitarse, pero hace un par de meses escribía yo una Cabra titulada “Lo del Himno” en la que pedía, sencillamente, respeto. Sin que nos explote la yugular y sin que mezclemos churras con merinas. No puede ser que un tipo al que yo considero un buen chaval como es Xavi Hernández, diga que pitar el himno de un país es una manifestación de la libertad de expresión. No me jodas, Xavi. Pitar los símbolos de alguien es una demostración de pésima educación y aplaudir a los maleducados es poner abono para que algún día alguien pise también tus símbolos. Y entonces puede que no te parezca que sea algo que tenga que ver con la libertad de expresión. Pero claro, estas cosas siempre nos parecen fatal cuando las sufrimos nosotros. Es como lo de los robos y el trato que deben recibir los chorizos. A todos nos sale el demócrata que llevamos dentro hasta que el chorizo se mete en tu coche y te roba tu portátil. Entonces te sale el cromagnon, que también todos llevamos dentro, y te encantaría que fuera como en las pelis, que un poli amiguete que conoce a los malotes de la calle, se vaya a por el que te ha robado, le pegue dos leches bien dadas y te devuelva lo que es tuyo. Pero eso sólo pasa en las pelis. En la vida real sucede lo que cantaba Sergio Makaroff cuando le robaron la mountain bike, que me parece que es lo mismito que le ha pasado a mi portátil. Sniff.
“qué dura es la vida hermano
me quedé con el candao en la mano
y mientras te canto mis penas
la bici va rodando por sus venas.”
EQUIVOCACIONES
Yo soy un tipo bastante romántico. Creo que no soy ñoño, pero claro, a alguien cursi, repipi, hortera o merdellón, no le preguntes si lo es, porque nadie así es capaz de reconocerse como tal. Vaya; las bodas, por ejemplo, son fantásticas para descubrir el gusto de la gente. Se supone que todos, cuando vamos a un evento social relevante, vamos con nuestras mejores galas y, cuando ves lo que es para cada cual “su mejor gala”, sabes si le confiarías o no el vestuario de tu familia. Si alguien va espantoso a una boda es que se ve bien así.
A lo que voy es a que yo no me considero ñoño, pero quizás algunas personas me dispararían en un pie si leyeran alguna de las cartas y poemas de amor que le he dedicado a lo largo de mi vida a mi mujer. Cuento esto porque yo, que, como he dicho, soy un tipo romántico-no-ñoño flipé ayer con la noticia de un juicio en el que se acordó una pena de 6 meses de cárcel para José Laparra, un ex presidente del Castellón, por asaltar la casa de una pitonisa aragonesa. Es curioso, porque es la segunda semana consecutiva que hablo del Castellón en la Cabra, pero es que la historia es de esas de llorar o de pena o de risa. Resulta que el ex presidente del Castellón estaba enamorado hasta las trancas de una señora. Al parecer Madame no le hacía ni caso y a Monsieur no se le ocurrió mejor remedio que encargar un conjuro de amor para que la hembra cayera rendida a sus pies. Hasta aquí puede ser el comienzo de una peli de Almodóvar. Lo que la convierte en una de Esteso y Pajares es que el dirigente futbolístico pagó ¡¡¡165.000 euros!!! por ese conjuro de amor. Y la receta era de esas que las ves en una peli de Disney y te parece que el guionista desbarra; debía lavarse con un agua en la que habían estado inmersas flores durante 40 días y, posteriormente, untarse por el cuerpo tierra de un cementerio. Puede que, para enamorar a Cruella de Vil, aquello hubiese tenido éxito, pero la paisana castellonense pasó millas del señor Laparra y él no entendió nada. Tras unos días de estupor y de tragarse el sapo de las calabazas, el enamorado decidió vengarse de la pitonisa y contrató a dos matones para ir a reclamarle el dinero a la bruja y a partir de ahí comenzó esta historia que hoy aparece en las páginas de los sucesos de los periódicos.
Yo no dudo de que Laparra sea un tipo romántico. Creo que su concepto del amor es un poco psicopático, pero lo que parece obvio es que para pagar 165.000 euros por un conjuro de amor hay que ser dos cosas; millonario y absolutamente gilipollas. Sin querer prejuzgar, porque no conozco a Laparra ni como ser humano ni como dirigente deportivo, no pondría yo en manos de este hombre el destino de mi empresa y no me gustaría verlo cerca de ninguna de las mujeres que quiero.
Pero hablamos con mucha ligereza de los demás y quizás todos tenemos en nuestra vida alguna equivocación gorda de la que arrepentirnos. No sé, hablando de política, ya que votamos el domingo; quizás Mariano Rajoy se arrepienta de alguna de las elecciones de personal que se han hecho en su partido. ¿Algún tesorero equivocado? Y no sólo en el PP ¿Algún adelanto electoral equivocado por parte de Susana Díaz? ¿Algún acercamiento equivocado de Artur Mas al independentismo y no sabe cómo salir de esa? Probablemente los partidos nuevos también hayan cometido errores, pero vamos a dejar que gobiernen los de Ciudadanos y los de Podemos, si llegan, y ya les daremos caña cuando les toque.
Porque ninguno podemos mirar atrás y no reconocernos en medio de un error. Uno de los míos, estuvo a punto de provocar un abuelicidio.
Era el año 1993. Acababa de nacer mi sobrino Javier y habíamos acudido en manada toda la familia a la casa de mi hermana que, entonces, vivía en Alicante. Mi abuela Julia había viajado desde Málaga para conocer a su bisnieto y estaba con nosotros allí pasando unos días. La hermana del recién nacido tenía un muñeco grimoso que era calcado a un bebé de verdad. Yo, que tengo ideas de bombero retirado (alguna vez tendré que preguntarme el por qué de esta referencia despectiva hacia los bomberos jubilados) decidí hacerle una broma a mi mujer; envolví al muñeco en la toquilla de mi sobrino recién nacido y entré en el salón con él en brazos. Cuando llevaba un par de minutos como durmiendo al supuesto bebé, se lo tiré a mi mujer, desde 3 metros de distancia, como quien pasa un balón de baloncesto. Mi mujer casi se muere del susto, pero la que estuvo cercana al síncope fue mi abuela, que, sin que yo la hubiera visto, estaba justo detrás de mi mujer y pensó que moría su bisnieto…
Primero tuvimos que atender a la Bisa, porque creíamos seriamente que le daba un pasmo. Luego hubo un momento de mucha risa nerviosa y, al cabo de unos minutos, la familia en pleno me estuvo echando una bronca tras otra por imbécil. Yo no sólo estaba abochornado, sino verdaderamente preocupado de ver lo cerca que uno está en ocasiones de salir en la sección de sucesos de un periódico por hacer el zopenco. “Un joven da un verdadero susto de muerte a su abuela”. Habría sido un titular de periódico que yo creo que no habría sido capaz de superar.