No quería empezar esta Cabra del retonno, que diría Millán Salcedo, hablando de política. Quería dedicarme al abuso del tuteo, pero no me queda más remedio que referirme al atocinamiento general que padecemos. Y no me refiero al estado mental posterior a las vacaciones de verano, sino a una actitud ante la vida que está metida con fuerza en nuestro ADN hispánico. O sea; para que, como país, mandemos a alguien a la mierda nos tiene que pasar algo requetegordo, como que bajen a nuestro equipo a segunda o cosas así. Pero me sorprende ver que no haya manifestaciones diarias en contra de un gobierno central sostenido por un partido que parece estar hasta las axilas de heces. Me pasma que en Andalucía no haya habido ni una sola manifestación a las puertas del palacio de San Telmo para abuchear a los que se lo han estado llevando crudo con el asunto de los ERES. Del mismo modo, me desconcierta escuchar a nacionalistas españoles diciendo que la cadena de la Diada de ayer no triunfó tanto porque hubo muchos más en silencio que manifestándose. Ya estamos con lo de contar como propio el voto del que se abstiene. Pues no señores; en lo de Catalunya tiene mucha culpa el iluminado de Mas, pero hay muchísimos catalanes que creen firmemente que su país debe independizarse de España. ¿Que hay muchos catalanes que no quieren la independencia? Coño, pues que se manifiesten. Es que esto de la independencia-autodeterminación (no sé cuál es la diferencia) de Cataluña es un mantra que llevamos escuchando innumerables años. Y muchos que ahora dicen que no quieren la independencia les han reído las gracias a los nacionalistas catalanes y hasta han participado por acción o por omisión cuando se ha ridiculizado en público a los llamados “españolistas”. Porque, en público, en Cataluña, manifestarse español es correr el riesgo de que te llamen fascista y te miren como si fueras alguien con quien no merece demasiado la pena relacionarse. Y eso lo han aceptado tácitamente todos los catalanes desde tiempo inmemorial y hoy ya es un tren sin frenos que va a toda leche hacia la estación término, que se llama independencia. Y ¿quién le pone ahora el cascabel al gato de Mas? Yo creo que deben ser los catalanes que no quieren la independencia, pero esos están mucho más cómodos en su casa esperando a que venga alguien a solucionarles la papeleta.
¡¡Bueno!! Menudo mitin me ha salido casi sin querer. Es que lo de llevar mes y medio sin escribir hace que me desafore. Pero yendo a lo del atocinamiento. No es sólo cuestión de la política. A mí me inquieta ver la parálisis de los socios del Madrid ante los desmanes, uno tras otro, de Florentino Pérez, que acaba de pagar “sólo” (supuestamente) 91 millones de euros por un jugador que lo único que ha ganado es la Carling Cup, que es como una subcopa del Rey, pero ininglish. ¿Ha protestado alguien? No. Florentino, con diversas maniobras aclamadas unánimemente por la asamblea de compromisarios, le ha quitado al 99’9 por cien de los socios del Madrid la posibilidad de ser presidentes de su equipo y ha dejado el club en manos de una oligarquía en la que sólo tíos tan listos y tan multimillonarios como él pueden ser presidentes. ¿Ha habido alguien que proteste? No. Y ¿por qué?, pues por el atocinamiento.
Aquí en España nunca decimos nada, hasta que el que nos ha estado tocando las pelotas cae. Eso sí, cuando cae, somos crueles como pocos pueblos y le damos al interfecto hasta en el carné de identidad. A Florentino le pasará como a Mou, que tenía al madridismo unido como una piña, hasta que el mismo madridismo que le hacía la ola, empezó a hablar de él echando pestes. Lo que no tengo tan claro es cuándo sucederá que en Andalucía un día despertemos del letargo y mandemos a la mierda a los que llevan años haciendo de la Junta un enorme cortijo con nuestra anuencia, o cuándo en Madrid haremos eso mismo con los políticos del Parlamento de la Nación que se ciscan tan ricamente en los que les hemos votado. ¿Es casual, por ejemplo, que se borraran los datos del portátil de Bárcenas unos días después de que entrara en prisión? Hombre, me puedo poner en modo Osito de Mimosín y pensar que es casual, pero, sin necesidad de sacar la sagacidad de Sherlock Holmes, me da que muy casual no es.
Vaya me estoy liando. Yo quería, realmente, hablar de la invasión del tuteo y de la pérdida de importancia de cosas que yo considero que son importantes, pero me he salido una Cabra con más tocino que un cerdo ibérico. Pero es que creo que hay que hacer algo con lo del tuteo. Yo no digo que volvamos atrás; a esos tiempos en los que la gente llamaba de usted a sus padres y a sus suegros, pero no nos vendría mal un poco de la cortesía que se sigue conservando en muchos países de nuestro entorno. Ya me fastidia poner como ejemplo a los franceses, pero allí no se les cae de la boca el Monsieur y el Madame, cada vez que entras en un comercio. Aquí en Madrid entras en una tienda y no te llaman colegui de milagro. Eso por no hablar de los hospitales. A mi padre, que se llamaba Francisco Javier, pero todo el mundo le llamaba Javier, una de las enfermeras de sus últimos días, sin conocerle de nada, se le acercó, leyó el cartelito de su cama y le soltó: “¿qué tal has pasado la noche Paquito?”. A mi padre, con esas cosas, se lo llevaban los demonios, pero, por suerte para la enfermera, Paquito ya no estaba para broncas. Claro que lo de la enfermera es de alta educación si lo comparamos con la experiencia de una amiga mía cuando fue a depilarse hace unas semanas. La esthéticienne, tras depilarle las piernas, le preguntó si quería también que le rasurara las ingles. Mi amiga contestó afirmativamente y la delicada trabajadora, en un alarde de elegancia y de respeto a la clienta, le dijo: “Pues agárrate el chus, que voy”. Sé que entre la del “chus” y tratar de usted a los padres hay un término medio y yo me voy a proponer, como sea, en este curso que comienza, encontrarlo.
EL TUTEO
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