Sé que me meto en un buen lío arrancando una columna de esta manera. Para empezar reconozco que no es un titular muy atractivo, aunque el papa Francisco esté consiguiendo que la Iglesia Católica, y el cristianismo en general, caigan algo mejor al vulgo patrio. Pero me van a permitir que hoy me ponga un poquito trascendente porque están pasando cosas que hacen que me remueva en mis fundamentos de cristiano de base. A ver, me explico. Yo no creo que, cristianamente hablando, sea un ejemplo de nada. De hecho, asumo que, si Rouco and friends analizaran mi modo de comportarme, probablemente llevarían al Vaticano mi expediente para una próxima excomunión. Porque todo depende del cristal con que se mire. Si le preguntas a uno del Opus qué es un buen cristiano, su definición tendrá poco que ver con la que haga, es un poner, un cura obrero de un arrabal de cualquier ciudad grande del mundo. Es muy difícil encontrar una definición homogénea de lo que es un buen cristiano. Pero creo que si, consideraciones morales al margen, yo tuviera que destacar dos de las principales aportaciones del cristianismo a la humanidad son el perdón y la misericordia. Es decir; la empatía con el que sufre. La capacidad de ponernos en el lugar del otro para perdonarle y para ayudarle aunque sea nuestro enemigo. Y son dos conceptos muy fáciles de expresar, pero jodidamente difíciles de aplicar en nuestro día a día. Por lo menos para mí.
Pero eso no quita para que me sorprendan algunas decisiones políticas en las que estoy seguro de que no ha habido ningún cristiano de verdad por medio. Y eso que se supone que en el PP debe haber más cristianos practicantes que en otras formaciones políticas. Por ejemplo la burrada esa de poner cuchillas en lo alto de la valla de Melilla para impedir el paso a los inmigrantes que buscan mejorar sus vidas al otro lado de la frontera. Yo no digo que no haya que establecer controles, pero coño, no me creo que no haya métodos mejores que provocarle heridas graves y dolorosísimas al que intenta saltar la alambrada.
A otro nivel, me ha sorprendido también la frialdad con la que el presidente de Valencia anunció que se cepillaba Canal Nou. Una sentencia anuló anteayer el ERE con el que habían echado a mil y pico trabajadores y, ante la imposibilidad de cumplir la sentencia, Alberto Fabra decide aniquilar la RTV. No entro en si son o no necesarias las teles públicas (yo creo que no), ni en si la estructura sindical y unos convenios colectivos excesivamente rígidos hacen insostenible el funcionamiento de una televisión pública (que me parece obvio), pero he echado en falta algo de misericordia en todo este proceso. ¿Se ha parado alguien a pensar si había otra solución antes de dejar a 1.700 familias en la calle? Parece que no y, de hecho, el consejo directivo de Canal Nou ha dimitido en desacuerdo con la decisión del Presidente Fabra y con la nota que se publicó al dar la noticia. Son dos ejemplos, pero hay infinidad de asuntos similares en los que los políticos a los que elegimos nosotros toman decisiones sin pensar en el sufrimiento que generan. Y yo creo que lo hacen todo a sabiendas de que nosotros, por pereza o por no mojarnos en exceso, preferimos mirar casi siempre hacia otro lado. Como tapándonos, los ojos, los oídos y la nariz.
Y es esa huida de la realidad la que hace, probablemente, que el otro día las dos noticias más vistas en la web de uno de los principales periódicos nacionales fuesen la del saludo de la Princesa Letizia a Belén Esteban en una fiesta y el anuncio de la custodia compartida para el hijo de Isabel Pantoja que ha sido papá y no ha aguantado con su señora ni dos telediarios. Pero es que la tercera eran unas declaraciones de la líder del PP en Catalunya que tuvo un hijo por lo civil y asegura que su churumbel tiene el mejor padre del mundo. Ya se puede caer el planeta, que nosotros estamos a lo que estamos. Como la gente del pueblo es sabia, eso se lo advirtió hace casi 70 años un ujier de un juzgado a mi tío José Luis que se estrenaba como juez en Coín. En su primer día de juicios en sala, mi tío le pidió que anunciara que era “Audiencia Pública”. El ujier voceó: “Audencia pública”. Mi tío le corrigió un par de veces y, cuando le iba a enmendar por tercera vez porque era incapaz de pronunciar “audiencia”, el ujier le dijo: “Mire zeñoría, zi da iguá. Aquí en no ziendo azunto de folleteo no viene ni Dió”. Pues eso, que ya se nos puede morir de hambre el vecindario que, si no hay morbillo, ni nos inmutamos. Así que, por si acaso, yo a mis lectores cabreros les animo a que miren un rato por el hambre del prójimo y se apunten a la iniciativa del banco español de alimentos. Se trata de participar los días 29 y 30 de noviembre y 1 de diciembre en una recogida masiva de alimentos. Necesitan miles de voluntarios y toda la información sobre la acción y sobre la ONG está en www.bancodealimentos.es. Si nos animamos y les echamos un cable seguramente no acabemos con el hambre en el mundo, pero algo haremos y sin duda, por lo menos, se nos va a quedar la conciencia un poco más tranquila.
EL BUEN CRISTIANO
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