UNA CABRA URGENTE PARA RTVV

Acabo de ver, con el corazón encogido, las imágenes del momento del cierre de las emisiones de la radiotelevisión Valenciana. Decenas de trabajadores coreando diversos eslóganes e intentando esquivar lo inevitable; que la policía cumpliera con la orden judicial de apagar la emisión.
A mí como periodista y productor de televisión y como ciudadano, este cierre me provoca una mezcla de sentimientos y reflexiones que desgrano y escribo prácticamente mientras las voy pensando frente al ordenador.
Es un drama, primero, para los cientos de familias que se quedan sin un sueldo. Es una carga de angustia, además, para mil y pico trabajadores que se quedan en la calle en uno de los peores momentos que recuerdo para nuestra profesión. Es también una pérdida de talento y de esfuerzo de años para conseguir poner en pie una tele. Recuerdo la frase de Martín Ferrand que decía que los espectadores se ganan de uno en uno y se pierden de 1.000 en 1.000. Hoy RTVV ha perdido cientos de miles, quizás millones de espectadores y no parece que el cierre haya provocado (que yo sepa al menos) ni un solo indicio de dimisión de algún dirigente político que haya tenido que ver con este desenlace. Que alguno habrá. Digo yo.
No sé si las televisiones públicas tienen sentido. Seguro que es discutible. Pero si alguien considera que deben existir, lo normal es que se pongan las bases y los cimientos para que sean sostenibles. Y eso es lo que se les ha olvidado a la mayoría de los gestores de televisiones públicas que yo he conocido. Y, desde luego, a los numerosísimos políticos de todos los colores que han ejercido alguna responsabilidad sobre medios de titularidad pública. Llevo más de 25 años en esto y, según mi experiencia, por lo general, los medios públicos se han gestionado teniendo en la cabeza la triste frase de la ex-ministra Carmen Calvo. Aquello que se le escapó de que “el dinero público no es de nadie”. Lo jodido no es que una política diga esta frase, porque puede ser un desliz; una frase sacada de contexto. Lo jodido es que yo estoy seguro de que ese es el sentimiento que tienen todos los que llegan a este tipo de medios de comunicación colocados por su amiguete de turno. En los años que llevo trabajando he visto a televisiones públicas nacionales y autonómicas pagar cantidades astronómicas inexplicables e imposibles de amortizar por derechos deportivos y cinematográficos. He sabido de peleas por derechos en las que las teles públicas pagaban cifras desorbitadas para quitarle el contrato de una peli o de un evento a una cadena privada. Ese disparo con la pólvora del Rey era mirado con estupor en los mercados internacionales en los que los productores de otros países se reían de nosotros, con un punto de desprecio, por tener semejantes gestores de la cosa pública. Y así nos ha ido, claro.
A todo esto hay que sumar, aunque tenga seguramente un menor impacto en el desastre económico, el hecho cierto de que las televisiones públicas trabajan con unos convenios colectivos que impiden generar contenidos a precios de mercado. Si yo tuviera la estructura empresarial, salarial y de organización del trabajo de una tele pública mi empresa llevaría cerrada desde 6 meses después de nacer. Y de eso yo no sé si son conscientes los sindicatos y los propios trabajadores que, aferrados a convenios colectivos de otra época, convierten en insostenibles sus propios puestos de trabajo. Con esto no estoy culpando a los trabajadores de esta situación. Pero creo que sindicatos y trabajadores de medios públicos deberían hacer esta reflexión antes de que veamos alguna otra televisión echando el cierre y yéndose a negro con policías de por medio. Los que no parece que estén muy por la labor de reflexionar son nuestros políticos que siguen teniendo muy larga la mano a la hora de pegar tajos y hacer recortes. Y pegan sablazos mirándonos siempre a los ciudadanos como si fuéramos malos chicos y los culpables de la bancarrota sin darse cuenta de que son ellos los que con años y años de gestión descerebrada, han sido los principales responsables de este desastre.