ESTOY GORDA

Seguro que les suena la frase. Si es usted hombre, la habrá oído a su madre, hermanas, primas, amigas, esposa e hijas. Incluso, con un pelín de confianza, a alguna compañera de trabajo. Y si es usted mujer, me jugaría un brazo a que la ha pronunciado al menos 50 veces a lo largo de su vida. Mi mujer y mi hija la mayor me van a matar, pero ellas lo dicen por lo menos 50 veces al año. Y me quedo corto. Y les juro que están muy lejos de ser gordas.
Buff. Me estoy acordando de mi amiga Marta Barroso, que es una magnífica periodista y últimamente la estoy descubriendo como una finísima articulista. Vaya; no me acuerdo de Marta por lo de gorda, que quede claro… Me acuerdo porque ella habla con frecuencia en su blog “Gente y aparte” de temas familiares y su marido la tiene medio amenazada con mandarla a la porra si no corrige la deriva de sus artículos. Pero ella, ahí sigue, como dirían unos amigos míos, “to the foot of the canyon” sin temor a las represalias. Pues yo, igual que Marta, sin miedo a que mi esposa me patee los testículos, confesaré que mi mujer se ve como una foca y que, cuando yo le digo que no, me mira con desprecio y responde: “Eres un pesao. Tu opinión no me sirve. Tú siempre me ves bien.”
Es una extraña capacidad que tienen la mayoría de las mujeres que conozco; que convierten en algo malo una cosa que es objetivamente buena. Yo imagino que a cualquier mujer de cuarenta y tantos le tiene que complacer que su pareja le diga: “Me gustas”. Pues, para mi mujer, que yo la vea siempre bien, lejos de ser bueno, es malo y una demostración de que soy un tío sin criterio.
Pero es que, siendo sinceros, a mí mi mujer me gusta y no me parece que esté gorda y, desde luego si algún día se le pone un kilo de más, no me fijo. Puede que se fijen las cabronas de sus amigas, pero yo no me fijo. Yo, cuando miro a mi mujer, y cuando he mirado a las mujeres que me han gustado, miro el conjunto. No voy a decir esa chorrada de que me fijo en la mirada, ni me voy a poner Disney con lo de que la belleza está en el interior, pero, dando por sentado que me fijo, con perdón, en culo y tetas, lo que me agrada es el conjunto. Y creo que a todos los tíos nos pasa. Que nos gustan nuestras mujeres y nuestras novias como están, aunque a ellas eso les ayude poco en su autoestima. Para la mayoría de las mujeres pesa mucho más un comentario sin importancia de una amiga, o una visión fugaz de un pseudo-michelín en un escaparate, que doscientos halagos de sus parejas.
¿Y a cuento de qué digo esto jugándome el bienestar de mis criadillas? Pues porque ayer de nuevo comprobé que la redes sociales, que para algunas cosas son un tostón, de vez en cuando sirven para algo. Una amiga me mandó un vídeo que les recomiendo que muestren a todas las mujeres que tengan cerca, especialmente a las chicas más jóvenes. Habla en él Jean Kilbourne, una señora que lleva muchos años estudiando la publicidad y criticando el uso frívolo que se hace de la mujer en infinidad de campañas de marketing. En el vídeo, esta investigadora estadounidense defiende que, durante décadas, la publicidad ha convertido a la mujer en un objeto; en una cosa. Y que, cuando conviertes al ser humano en una cosa, estás dando el primer paso para justificar la violencia contra esa persona. Que tiene un punto. Pone muchos ejemplos y dice cosas como que la publicidad y la moda venden un tipo de mujer imposible. La señora Kilbourne asegura que nadie puede parecerse a las modelos de los anuncios, ni siquiera esas propias modelos y cita a Cindy Crawford que dijo en varias ocasiones que a ella lo que realmente le gustaría es parecerse a la Cindy Crawford de las fotos y los anuncios.
Esas mujeres perfectas del photoshop, adelgazadas hasta el absurdo; esas chicas sin arrugas, ni papadas y con pechos, nalgas y muslos despampanantes ponen un listón inasumible para las niñas y mujeres de todo el mundo. Y esa imposibilidad de llegar a ser perfectas es la que hace que millones de mujeres no estén satisfechas con sus físicos y surjan reacciones que pueden ir desde un simple complejo de gorda, como el de nuestras novias y mujeres, hasta dramas espantosos como la anorexia.
Por si sirve para algo, aquí tienen el enlace y me comprometo a difundir todo lo posible este vídeo a ver si conseguimos que algunas de las niñas y mujeres que nos rodean escapen a esa dictadura de la delgadez.
Y, a partir de ya, voy a dedicar la jornada, entre reunión y reunión, a convencer a la gordo-foca que tengo por esposa a ver si consigo que me acepte esta noche a su lado en la cama, que después de esta Cabra… No sé yo…
http://www.upsocl.com/mundo/5-minutos-de-lo-que-los-medios-de-comunicacion-le-hacen-a-las-mujeres/