COMPAÑEROS DE CAMA

Oigan, ahora que lo leo en negrita y al tipo 20 me doy cuenta de que alguno puede pensar que esta Cabra va a hablar sobre guarreridas diodenales del finstro jugosito, que habría dicho mi adorado Chiquito de la Calzada. Y no. Me refiero a las cosas extrañas que tienen la alta política y las guerras. Cómo uno es capaz, en determinadas situaciones, de irse a la cama con el enemigo si eso puede ayudarle a vencer a un tercer enemigo común. Antes de la Segunda Guerra Mundial, muchos en Europa y EEUU aceptaron, mirando para otro lado, las burradas de ese muchachote un poquito revoltoso que se llamaba Adolf Hitler. Que estaba pasándose la democracia por el arco triunfal, comenzando su delirio genocida y expulsando de Alemania a los que no opinaban comme il faut. Pero se hacían negocios con él, estaba eliminando a algunos tipos molestos y, mientras no te tocara las narices, pues, oye, no te vas a meter en los asuntos de otro país.
Pero claro, Hitler acabó tocándole las narices a medio planeta y las potencias occidentales capitalistas no dudaron ni un momento a la hora de aliarse con otro genocida (este comunista) que podía ayudarles a quitar de en medio al genocida nacionalsocialista. Y Stalin, durante unos años, fue uno más de la pandilla. Hasta que hubo que repartirse Europa tras aplastar a Hitler. Después de aquello, Stalin volvió a ser el coco, recuperó su rabo y sus cuernos y abrió esa etapa tan bonita de nuestras vidas que fue la Guerra Fría, el Telón de Acero y el Imperio de la URSS.
Salvando las distancias, lógicamente, a mí me parece que con todo esto de la Guerra a esos cabrones que nos ponen bombas en nombre de Alá y que apiolan a pobres desdichados vestidos de naranja, está pasando algo similar con el simpatiquísimo Vladimir Putin. Hasta hace nada Putin era ese malvado post-pre-soviético-o–lo-que-sea-eso que iba a provocar la III Guerra Mundial. Toda la información que salía hablando de mafias, del hundimiento de la economía rusa, de cómo ese pseudo-dictador estaba masacrando a los pobres ucranianos, ha desaparecido. Y ahora Putin aparece en los medios de todo el mundo occidental como un tío enrollao que nos va a ayudar a terminar con esos mierdas yihadistas. Y a mí, no sé, seré un quisquilloso, pero me sigue pareciendo un hijoputin y cada vez que leo uno de sus discursos, cada vez que le veo por la tele dirigiéndose a los suyos, me recorre un escalofrío por la espalda y pienso que no le dejaría a mis hijos en custodia ni veinte minutos.
Pero es la Guerra. Y la política, en muchas ocasiones, se parece bastante a una Guerra en la que ha de haber vencedores y vencidos y en la que uno, para ganar, debe juntarse con otro tapándose la nariz y mirando para otro lado. Y esas cosas no suelen acabar bien, pero se hacen. Muchos de los lodos en los que estamos hoy en Cataluña, provienen de los polvos que se echaron PSOE, ERC e IC-EU en aquel inolvidable tripartito que dejó a Cataluña para el arrastre y en manos del psicópata Mas. Un partido españolista y constitucionalista como el PSOE se alía con republicanos, independentistas y comunistas para lograr la presidencia de Cataluña. Es como si el Papa Francisco, para mantenerse en el Vaticano llegara a un acuerdo con las Ligas Satánicas y las Sociedades de Amigos de Belcebú; chicos algo violentos y radicales, pero, qué se le va a hacer, te ayudan a mantener el trono de San Pedro.
No se prevén coaliciones así de aberrantes para el 20D. Sobre todo porque el que parecía el coco comunista, Pablo Iglesias, va ahora de cura de pueblo sin clergyman y le falta participar en una novena de la Inmaculada Concepción. No sé si a ustedes les pasa como a mí, que, cada vez que le veo últimamente, me da la risa. El otro día en el debate a tres, me recordaba a aquel personaje de Gomaespuma que pedía “Paz pa tós”. Está tan sobreactuado en su camino a la socialdemocracia y la moderación que, en dos momentos en los que Rivera y Sánchez se enzarzaron un poquito, apareció él con tono de clérigo en plena homilía a unas monjas muy ancianas para pedirles que no debatieran tan ardientemente, que eso era un mal ejemplo. La cosa fue tan flipante que sus contendientes acabaron riéndose de él y diciéndole que parecía más un moderador que un candidato. O sea que, si tras el 20D alguien pacta con el Iglesias, no lo hará con ese que hace meses hablaba de Lenin, de expropiar a los ricos, de poner guillotinas y que Viva Venezuela Bolivariana. No. Hoy se supone que es un tío moderado al máximo con el que podría pactar, casi, hasta el PP.
Nos esperan días divertidos hasta el 20D. Yo creo que vamos a acabar de debates, propuestas, disparos dialécticos y mítines hasta los mismísimos, pero nos jugamos mucho en ese día prenavideño. Yo confío en que venga un tiempo nuevo con una manera diferente de hacer política. Y estoy seguro de que, gane quien gane, se alíe con quien se alíe, va a ser así. Hombre, debo reconocer que no me gustaría ver al cura Pablo cerca del gobierno de mi país, pero confío en que venga un tiempo nuevo y mejor. Y, si llega un gobierno que tenga que pactar con otros, me alegrará porque creo que lo que le hace falta a España es que estemos durante un tiempo construyendo juntos y practicando algo que sea lo más parecido a la concordia.