Tenía la Cabra prácticamente escrita. Y no estaba mal. Hablando sobre España y el problema que tenemos con el sentimiento español. Lo del nuevo acuerdo entre PNV y PSE que nos pone en la misma casilla en la que que estuvo Cataluña hace ya unos años. Lo de la tontada de Trueba cuando le dieron el premio nacional. Y lo de la tontada de los que animan a los demás a no ver la nueva película del director que dijo que no se sentía español. Y comentaba que todas estas cosas que nos pasan son síntomas de una enfermedad que no tiene nombre, pero es muy obvia. No tenemos letra del himno, hay millones de españoles que llevan polos y camisetas con las banderas de diferentes países, pero ni se les ocurre llevar una española, porque es facha. O llegamos al campeonato del mundo de tontolculismo al ser el ÚNICO país del planeta en el que el idioma español no se llama así, sino castellano. ¿Hispanitis? ¿Españofobia? ¿Síndrome de Hispania? ¿Españostosis? Llámenlo como quieran. Lo cierto es que algo nos enferma y a mí me resulta particularmente deprimente.
Pero claro. Pasan cosas. Y lo que uno tenía escrito parece que pierde sentido cuando sucede, por ejemplo, que se muere Rita Barberá y se desencadena a su alrededor el lamentable festival de condolencias y agravios al que ayer asistimos. Me resultó patético escuchar a algunos que hace dos días hablaban de ella con desprecio y con ira, ensalzar a la ex-alcaldesa de Valencia hasta el punto de pensar si no iban a solicitar su beatificación. Y fue muy triste comprobar que la mezquindad de los de Podemos no tiene límites cuando se trata de sacar un titular de prensa. O sea; ¿resulta que no guardas un minuto de silencio por una muerta cuyo cadáver está aún caliente porque es un homenaje político? Hombre yo comprendo que hagan eso si se va a guardar respeto por la muerte de Augusto Pinochet. Pero por una política que aún no había sido condenada, me parece penoso. Aunque también entiendo su cabreo, porque el fallecimiento de la ex–alcaldesa valenciana les quita munición y eso, al muy calculador Iglesias, le parece una putada. Poniéndonos cínicos, es cierto que al PP le ha venido bien la muerte de esta pobre mujer. Con nuestra tendencia a sublimar a los que llegan a fiambre, ayer de Rita se habló mucho más por lo bueno que por lo malo y su paso al otro mundo evita banquillos, incómodas declaraciones ante los tribunales y, quién sabe, si hasta alguna condena en primera instancia por corrupción. Y luego, dentro del PP, pues oye, mucho mejor no tener que cruzar la mirada con una señora a la que todos ensalzaron de manera grotesca y a la que la mayoría quitó el saludo cuando resultó que la llamaba a declarar el Supremo. Porque, claro; decían ayer Villalobos y Cospedal que a Rita la han matado entre los enemigos y los medios de comunicación. Y no digo que no, pero estoy seguro de que en la amargura de la Barberá ha influido mucho más el desdén, las miradas de desprecio, las críticas por lo bajinis o por lo altinis, las palabras y los silencios de los correligionarios que las de los adversarios políticos. Igual deberían hacer una reflexión allá dentro.
Pero realmente lo que me ha cambiado el tema de la Cabra no es el fallecimiento de Barberá, q.e.p.d. Ya saben que hay más ONG que botellines. Y en ese mundo de las personas que trabajan por los demás hay de todo. Gente que hace las cosas mal. Y gente que hace las cosas bien. Muy bien. Yo, que he tenido pésimas experiencias con ONG que han salido rana, desde hace un tiempo decidí no colaborar más que con fundaciones que conozco directamente o con aquellas en las que están implicadas personas a las que yo quiero y en las que confío.
Y, esta semana, mi amigo Ignacio Osborne me invitó a la sede de una fundación a la que conocía de oídas, pero con la que nunca había colaborado; PRODIS. Allí decenas de personas con discapacidad intelectual están trabajando y sintiéndose útiles. Hacen de todo; elaboran kits de reparaciones para dos empresas de ascensores, tienen un servicio de digitalización, fabrican todo tipo de merchandising… Y cada uno aporta según sus capacidades junto a unos voluntarios que supervisan el trabajo y hacen el control de calidad. Y vaya si tienen calidad. Porque no es sólo que hagan bien las cosas; es que aunque parezca imperceptible, yo creo firmemente que los objetos fabricados por gente especial se convierten sin duda en objetos diferentes. Y mejores. Y las personas a las que yo vi en este centro de PRODIS son especiales. Muchos de ellos me recordaron a un hombre del que he hablado alguna vez en la Cabra; mi tío Armando, que era síndrome de Down. Armando era un tío alegre, que iba provocando sonrisas a su alrededor. En su Colegio, el Dulce Nombre de María de Málaga, le enseñaron a hacer unas alfombras magníficas. Tan magníficas que una de ellas se la entregó personalmente a los Reyes en el Palacio de Oriente. Y aquello le hacía feliz. Pero pocas veces le vi más contento que el día en el que me contó que le habían contratado para dar clases en el mismo centro en el que él aprendió. Alguien, como hoy pasa en PRODIS, tuvo la estupenda idea de dar trabajo a los que habían sido alumnos y, así, Armando, hasta que cayó enfermo, enseñó a otros a hacer alfombras y disfrutó porque la vida le permitía experimentar lo que había visto sentir a otros. En aquellos años finales, Armando se sintió importante, útil y premiado por su trabajo. Y no creo que para una persona con discapacidad pueda haber algo más grande.
Archivo por meses: noviembre 2016
EXPERTA EN SEMEN
No dejen correr sus imaginaciones, que no estoy hablando de ninguna heroína del porno, ni tampoco de aquella moza, a la que hizo célebre Pepe Navarro, que se entretenía en fabricar todo tipo de cosas con líquido seminal humano. Los guionistas de Pepe, que eran unos cachondos, pusieron en el rótulo: “MARILOLI NOSÉQUÉ; SEMENARISTA”. No hablo de ella. La experta en semen resulta que es mi hermana y, el que la presentó así, su futuro yerno, que es mi futuro sobrino. Era uno de esos días cumbre en la vida de un hombre. Alejandro, que así se llama el novio de mi sobrina Marta, quería que sus padres conocieran a su amada. Quedaron a cenar y, cuando llegó el momento de las indagaciones sobre las profesiones paternas, Alejandro se embaló y decidió titular a mi hermana como experta en semen. Y, hombre, es así, pero está mal explicado. Mi hermana, como la Obregón, es bióloga. Bioquímica, para más señas, y trabaja en el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses. Allí, entre otras cosas, hace estudios de ADN y, de vez en cuando, le toca hacer exámenes de sangre en certificados de paternidad, pero, sobre todo, su especialidad son los análisis de semen para encontrar perfiles en casos de esos espantosos de violencia sexual. O sea, que sí, pero no.
Es que es importante contar bien las cosas. No sé; por ejemplo, en el comité del PSOE debió haberle explicado alguien a Pedro Sánchez que a él no le echa ningún sindicato del crimen, ni las mafias poderosas, ni las conjuras mediáticas. Que puede que ayudaran. A Pedro Sánchez lo echan los millones de españoles que votaban PSOE y dejaron de hacerlo con él como cartel electoral. Y mientras no acepte eso puede seguir equivocándose unos cuantos años más. En favor de los compañeros de Pedro Sánchez en el comité federal hay que reconocer que hay cosas que son difíciles de explicar. Siempre que pienso en eso me acuerdo de la Cospedal contando lo de la indemnización en diferido de Bárcenas. En descargo de la Secretaria General del PP hay que afirmar que era un morlaco de esos difíciles de torear, pero, coño, un poquito de preparación igual habría ayudado a que aquella rueda de prensa no pasara a los anales, y nunca mejor dicho lo de anales. Porque lo explicó como el culo. Pero bueno, la compensación por aquel mal trago no ha estado mal y ahí está Mª Dolores de Ministra de Defensa.
Otro que lo mismo llega a Ministro de Defensa (y me sobrecojo al pensarlo) es Ramón Espinar. Tampoco era fácil de explicar lo de su pisito. O sea. Resulta que eres el profeta de la corrección y de la santidad en el ejercicio público, te tiras el día dando lecciones a los fascistas que te rodean de cómo hay que ser y cómo hay que hacer y te pillan con el ice cream trolley, pero de marrón. O sea; de brown. Espinar dio lecciones hace un tiempo sobre lo que se debe hacer con la vivienda protegida y él mismo se ha pasado sus propias recomendaciones por el espacio inguinal. Vaya; por los mismísimos compañeros. Por si alguien no lo recuerda; Espinar accede, sin nómina que lo sustente, a una vivienda protegida por 146.000 euros. Y, sin vivir en ella, la vende poco después sacando una plusvalía de 30.000. Y lo malo no es eso; es que nos mira a todos los que le afeamos el asunto como a los peores sicarios de la caverna mediática de la derecha rancia y golpista. Es que me descojono. Que no, hijo. Que lo de tu piso lo vas a entender rápido. Pensemos en una escena. Sorprenden a un caballero manteniendo relaciones con una meretriz en un hotel de las afueras de cualquier ciudad. Así dicho no suena raro. Pero claro, comprenderás que no es lo mismo que el varón copulador sea un soltero; un señor comprometido y a punto de casarse; yo mismo, que llevo 25 años de feliz matrimonio; o el muy conservador arzobispo de Toledo y que me perdone su Excelencia Reverendísima, por meterle en este lío. Pues contigo pasa igual. Si vas dando lecciones a los demás, el día en el que te pillan debes irte. Y ni te vas, ni te echan. Todo lo contrario. A ti, en vez de un ministerio, tus afiliados te han dado el mando en Madrid. O sea que, como a Cospedal, unas malas explicaciones te han servido para salir vivo y triunfante. Pues vale.
Pero esto de explicar mal las cosas no sólo le pasa a mi futuro sobrino y a esos políticos que Dios nos ha dado. También hay clérigos a los que se les olvidan las buenas enseñanzas en Oratoria de los Seminarios. Recuerdo una boda en la que intervenía el coro de Cámara en el que cantábamos mi mujer y yo. La pobre de la novia era fea como un pie y a todos nos resultó sorprendente que, ni siquiera en ese día, hubieran conseguido sacarla de esa fealdad resplandenciente. El cura era un tío joven y de esos que intentan en sus homilías hacerse con la feligresía en plan enrollao. Y allí se puso a hablar sobre la magia del amor; sobre el hecho incomprensible de que dos personas que no se conocen de nada, un día se miren y decidan ser el uno para el otro por siempre jamás. La química. El flechazo. Pues en esa estaba el reverendo cuando empezó a liarse y a meterse en un jardín lleno de espinas hasta que llegó a la frase que nunca debió pronunciar. Teniendo enfrente, probablemente, a la novia más fea que había visto nunca dijo (y utilizaré nombres supuestos, porque no los recuerdo): “Mira que hay mujeres guapas en el mundo y tú, Antonio, vas a fijarte en Mª Luisa”. Esa frase, dicha con un monumento enfrente, la habría entendido todo el mundo. Teniendo en el reclinatorio a una de las hermanastras de Cenicienta, no la entendió ni Dios.
JO-DER
Y me van a perdonar que titule con una palabra malsonante. Pero imagino que ha sido, junto con ¡co-ño! la expresión más usada en España cuando esta mañana nos hemos levantado con la noticia. Con el notición; Donald Trump es el presidente de los Estados Unidos de América. Supongo que la mitad de los americanos habrán dicho, por su parte, Oh my God!! o, los más bastos, What the fuck!! pero la victoria de este populista de derechas ha dejado a más de medio mundo boquiabierto y, reconozcámoslo, acojonado.
Aunque no sé de qué nos sorprendemos. Ha ganado un candidato populista, xenófobo, capitalista salvaje, machista, cuyos principales méritos son el de construir un imperio económico con más trampas que Daniel Boone y el de ser un buen personaje televisivo que se come la cámara. ¿Qué nos sorprende? Aquí en España hay un partido como Podemos que ha obtenido en las últimas elecciones más de cinco millones de votos, cuyo líder, Pablo Iglesias, es populista, comunista y su principal mérito es ser profesor universitario (no ha sido ni jefe de departamento) y poseer una extraordinaria telegenia. Iglesias y sus colegas fueron capaces de construir, por los platós de toda España, un discurso encendido que calaba fenomenal en la gente más golpeada por la crisis y en los votantes más cabreados con la corrupción política generalizada. Él se presentaba como el paradigma de la limpieza, de la rectitud, de la vuelta a la tortilla para ayudar a los más necesitados, aunque, en el discurso, se le escaparan algunas cosillas sin importancia, que iban dando una idea de que la hoz y el martillo iban a estar en lo que hoy los finolis llaman “su hoja de ruta”. Hay cosas en el discurso de Trump que, al leerlas, ponen los vellos de punta porque recuerdan a pasajes de Mein Kampf, aquel librito tan simpático en el que Hitler expuso sus ideas. Hay cosas en los discursos (han ido cambiando) de Podemos que recuerdan horriblemente a los manifiestos comunistas de las diferentes épocas. Pero eso no importa. Claro. Es mucho mejor ser comunista que nazi o fascista. Es mucho peor Trump; porque es de derechas. Y a mí, qué quieren que les diga, me erizan los vellos tanto unos como otros. Pero en España y, en Europa en general, hay una especie de simpatía pasiva, cuando no activa, hacia los comunistas, como si fueran unos alegres muchachotes nada peligrosos.
Trump es un peligro. No sabemos aún si va a hacer todo lo que ha ido diciendo en una campaña electoral delirante. Pero, si lleva a cabo un 60 por ciento de las cosas más delicadas que ha prometido, nos vamos a enfrentar en los próximos meses a una visión del mundo radicalmente distinta a la que teníamos. Llevamos ya un tiempo asistiendo a este cambio de era. Y, como suele pasar en las grandes transformaciones, sólo se ven desde lejos y dejando pasar el tiempo. Pero, al igual que en el primer tercio del siglo XX, después de una crisis económica bestial y de una crisis de valores tremenda, llegaron los populistas a encender a los pueblos con discursos que nos condujeron a dos guerras mundiales y a un sinfín de guerras civiles, golpes de Estado y conflictos armados de diversa índole. Ahí están Putin, Trump, el triunfo del Brexit, los Islamistas Radicales… Y en España ahí tenemos a los de Podemos. Que hoy son comunistas, mañana socialdemócratas de toda la vida y pasado son otra vez comunistas fetén. Lo que sea, con tal de seguir rascando votos. Y no crean, como dicen muchos analistas, que a los de Podemos les votan personas desesperadas, tontos y seres fáciles de convencer. Yo conozco a bastantes personas bien inteligentes a las que les ha calado este discurso y que están convencidas de que Iglesias and friends son una buena cosa en el Parlamento. Y no hay que subestimar a alguien que consigue más de cinco millones de votos. Hace años, el sociólogo Amando de Miguel en un programa de Hermida, hablaba sobre el triunfo de los programas de televisión basura. Había tertulianos que decían que esos programas sólo los veían personas de baja cultura y extracción socioeconómica humilde. Amando respondía que no; que cuando te ven millones de personas hay entre tu público tontos, listos, gordos, flacos, urbanos, rurales, ricos y pobres. O sea.
El problema de todo esto es que este tipo de líderes se esconden en la pasividad de los que no los quieren. En esa mezcla de incredulidad y estupefacción que conduce a la parálisis. En ese pensamiento de: “Bueno; no seamos exagerados”. “Tampoco será para tanto”. “Eso a nosotros no nos va a pasar”, que era el título de un artículo que escribió un Venezolano en “El País” contando lo que ellos decían cuando ganó Chávez por primera vez en la República Bolivariana. Pues ya está pasando. Allí. Aquí. En Reino Unido. En Rusia y, desde hoy, en los EEUU. Podemos ponernos optimistas y pensar que quizás a Trump la Casa Blanca le dé un punto de cordura, pero lo más parecido a Donald que yo he conocido (Berlusconi y Jesús Gil) lejos de mejorar, con su llegada al poder desparramaron de manera definitiva.