HIJOSPUTA POR LA LIBERTAD

Hijosputa por la libertad. Cualquier mierda suena mejor si la unes a conceptos gloriosos o que den idea de un espíritu libre, democrático y de verdadera representación de la voluntad popular. A los que se arrogan esa representación, les importa tres o cuatro pares de cojones si la voluntad popular no dice lo mismo que ellos, pero se les da estupendamente convertirse en los supuestos representantes del pueblo. Y, con frecuencia, acaban dándole por el mismísimo al populacho.

El comunismo, que es una de esas ideologías peligrosas para la libertad y para los pueblos, tiene mucha mejor imagen que otra ideología peligrosa y liberticida como es el fascismo. Eso es, sin duda, porque, en su origen, acabaron con unos sátrapas mayúsculos como eran los Zares. Y porque, además, lo hicieron en nombre del pueblo y uniendo un concepto negativo como es “dictadura” con uno lleno de buen rollo como es el “proletariado”. Y así, si tú hablas en nombre de los que piden la “Dictadura del proletariado”, en vez de ser un grandísimo hijo de perra, te conviertes en un amigo de la libertad y en un Defensor del Pueblo.

Por eso puedes tener en tu casa o llevar a una manifestación un cartel con la cara de Stalin o una bandera con la hoz y el martillo. Sin embargo, si se te ocurre llevar uno de un tirano nazi o fascista, o si se te ocurre portar una Cruz gamada, lógicamente, se te cae el pelo por enemigo de la democracia.

Pero, volviendo al comienzo, juguemos un poco con conceptos aparentemente contrapuestos: Fascistas por el amor. Violentos por la Paz. Nazis Libertadores. Cabrones por la Democracia. Parricidas por la Concordia. Reconózcanlo. Bajo cualquiera de estos nombres, uno puede defender la causa que haga falta. Tsunami Democràtic. Ole. Uniendo una ola gigante y destructiva con la palabra democracia unos miles de catalanes se empeñan en convencer al mundo de dos cosas. Ambas falsas:

1.- Que en Cataluña no hay libertad

2.- Que en Cataluña no se vota

Y, por tanto, es necesario que venga alguien a representar a ese pueblo oprimido y conseguir, como si de un armisticio se tratase, que el pérfido gobierno español se siente a negociar con no se sabe muy bien quién, no se sabe muy bien qué, ni tampoco se sabe muy bien para qué.

Ayer estos libertadores de Tsunami Democràtic, que estaban, por cierto, quemando cosas fuera del Camp Nou, intentaron reventar el partido en varios momentos. Su sueño habría sido invadir el campo, cortar la transmisión televisiva o hacer algo que diera idea al mundo de su poder y de su apoyo masivo en Cataluña.

Y les salió un poco el tiro por la culata. Hubo sus cosillas. Esas pancartas del arranque pidiendo, en inglés, Libertad y reclamando a España que se siente y hable ¿? Los gritos de IN-DE-PEN-DEN-CI-A en varios momentos del encuentro y, sobre todo, el lanzamiento de balones amarillos en el minuto 55 del partido. Pero poco más,

Ni siquiera salió uno de esos graciosos en bolas. Yo, como es costumbre, esperaba a alguien tocado con barretina y con la palabra “Independencia” escrita en el nabo. O “Llibertat” tatuado en la parte baja de la espalda y las palabras “Presos” y “Politics” en cada nalga. Pero no. Por si fuera poco el fracaso, en la tele solo se vieron las pancartas iniciales. Que tampoco comprendo cómo puede alguien meter dos pancartas de 20 metros en un estadio sin que salten las alarmas. Coño; a ver si va a ser que al Barça no le parece mal la utilización del deporte para hacer política. No sé.

La realización televisiva obvió todo eso. Se supone que el fútbol no debe servir para que nadie haga sus reivindicaciones. Y eso, pareciéndome ponerle puertas al campo, puede no parecerme mal del todo. Lo que me resulta absurdo es que los comentaristas de la televisión, que son periodistas, no hagan ni un solo comentario al respecto de un hecho noticiable que se está desarrollando delante de sus narices y que les están hurtando a sus espectadores.

Cuando se produjo el lanzamiento de pelotas amarillas, en la realización vimos planos de juego repetidos, imágenes lejanísimas desde un Drone… Y los periodistas, en vez de narrar lo que no se estaba viendo por la tele, se dedicaron a comentar las tácticas de los equipos, por dónde iba a ir el partido. Y tal.

Quizás haya que recordarles a mis compañeros, que nosotros, los periodistas, estamos para contar lo que pasa y no lo que nos gustaría que pasara. Y ocultar a tus espectadores una noticia, desde mi punto de vista, es una cagada manifiesta. Y lo digo con el afecto personal que le tengo a Carlos Martínez. Pero no puedo comprender que se obvien actos que son una noticia y que se oculte al espectador lo que está pasando.

Claro que hay que reconocer que, en ocasiones, lo mejor que uno puede hacer es manejar los tiempos de la información. El otro día nos contaba una de mis cuñadas un suceso de su familia que pone los pelos de punta. 30 años estuvo uno de los 8 hermanos ocultando al resto un homicidio involuntario felizmente frustrado.

El niño en cuestión debía tener 6 ó 7 años cuando decidió probar la velocidad de subida del mercurio en un termómetro. Como fuente de calor utilizó la olla en la que se cocían las lentejas que iba a almorzar la familia. Y el termómetro se rompió. Las preciosas bolitas plateadas del mercurio cayeron al guiso y se mezclaron con la zanahoria, las patatas, las cebollas, el ajo y el chorizo.

En la hora del almuerzo el niño, con toda su inocencia, preguntó a la madre si se podía comer el mercurio. La pobre aunque no entendía el por qué de la pregunta, inconsciente del peligro, le dijo que no. Que era muy venenoso. El pobre niño, aterrorizado, musitó: “Pues yo no como lentejas” y se quedó mirando a ver cuánto tardaban en ir muriendo sus familiares.

Por suerte para todos, aquel mercurio no resultó letal, la familia sobrevivió y aquella ocultación informativa, aparte de dejar muy tranquilos a los comensales, permitió que no se frustrara un guiso. Porque resulta que, con su mercurio y todo, las lentejas salieron buenísimas.