Mira que somos un país majo. Y que tenemos virtudes. Pero acusamos bastante tendencia a pasarnos algunas normas por ahí debajo y a pensar que a los demás tampoco les pasa nada porque nosotros hagamos algo que les molesta.
La foto que acompaña a este artículo es un buen ejemplo. Un polígono industrial a las afueras de un pueblo cualquiera. Una parcela con un cartel que prohíbe verter escombros y basuras y casi no se ve la tierra de tanto desperdicio que han tirado ahí decenas de personas. Es como lo de las cacas de los perros, la doble fila, colarse en las salidas de las autopistas que están atascadas… o como lo de respetar los sentimientos y las creencias de los demás.
Lo digo porque, en estos días, se ha hecho muy famosa una poetisa catalana, Dolors Miquel, por recitar una versión libre del Padrenuestro, el Madrenuestra, en el que suelta lindezas como “bendito sea tu coño”. Algo como esto que es, simple y llano mal gusto y falta de respeto por las creencias de los demás, desde el primer momento se convirtió en algo político. El portavoz del PP en el ayuntamiento de Barcelona, Alberto Fernández Díaz, abandonó el acto indignado y, a los pocos minutos salió un artista a criticar a Fernández Díaz por escandalizarse ante el Madrenuestra blasfemo, pero no por el hecho de que haya 10.000 niños refugiados perdidos por Europa.¿?
Aquí en España, con esto de los sentimientos religiosos hay una militancia muy marcada. Por lo general, la gente más conservadora, piensa que no pasa nada porque el catolicismo haya bañado durante muchos años la vida social y política de nuestro país. Esa presencia atosigante del clero ha hecho que mucha gente de izquierdas tenga contra la Iglesia Católica una inquina y, en ocasiones, una falta de respeto que no se muestra frente a otros credos. De otro modo no se explica que una mujer que yo creo que es tolerante y respetuosa en la mayor parte de sus manifestaciones, como Ada Colau, pueda sonreír y aplaudir una grosería y una falta de respeto para tantos de los vecinos de la ciudad en la que ella gobierna. Y es porque hablamos de la fe católica. ¿Habría sido tan condescendiente si algún poeta hubiera recitado un poema cagándose en símbolos musulmanes o judaicos? Seguro que no. Probablemente, incluso, habría pronunciado algún discurso moralizante dando lecciones de tolerancia a los demás. Porque es muy curioso; la derecha más tradicional piensa que todos los demás debemos compartir su manera de sentir su fe y por eso a ellos no les parece que la Iglesia Católica haya sido invasiva. La izquierda más transgresora opina que hay que ser tolerantes y respetuosos, excepto con los que no opinan como ellos. A esos, sobre todo si son fachas y católicos, que les den.
Otro buen ejemplo de esto que digo es la entrevista que le hizo mi admirada Elvira Lindo a la portavoz del ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre. La concejala se somete desde hoy al juicio por el asalto a una capilla de la Complutense en la que varias personas increparon a los fieles y al clérigo que allí oficiaba. Le piden pena de cárcel por herir sentimientos religiosos y Maestre cuenta en El País que por primera vez en su vida está experimentando lo que es la tensión. Ella considera que todo lo que le está ocurriendo es consecuencia del hecho de que Ahora Madrid está gobernando y que tiene muchos focos encima. Considera también que, en la querella y en el ruido mediático, influye que ella es mujer y joven y por “defender maneras menos agresivas en el debate político.” Joder. Menudo modo de defender maneras menos agresivas. Es cierto que esto pasó cuando la moza tenía 21 años y que ha pedido disculpas (que han sido aceptadas) al arzobispo de Madrid, Carlos Osoro. Pero también es cierto que todo esto habría sido muy distinto, y no tendría a miles diciendo #YoApoyoARitaMaestre en Twitter si la concejala hubiera hecho eso mismo en una sinagoga o en una mezquita. ¿Creo yo que Rita Maestre debe tener antecedentes penales por esto que hizo? Absolutamente no. Pero también considero que cosas como estas deben servir para que todos hagamos una reflexión y pensemos si no ha llegado ya el momento de que, de verdad, nos respetemos unos a otros. O, por lo menos, si vamos a ser irreverentes que lo seamos con gracia y no de una manera tan grotesca y tan agresiva como las que he comentado.
Deberían aprender Rita y la poetisa del líder del grupo musical “Siniestro Total”, Julián Hernández. Este grupo, que hizo canciones con títulos tan heterodoxos como “Todos los ahorcados mueren empalmados”, “Matar jipis en las Cíes” u “Opera tu fimosis”, no estaba muy de acuerdo con la línea estética del conjunto “Héroes del Silencio”. Nunca he oído crítica más demoledora, con gracia, que la que hizo Julián al grupo de Bumbury cuando le preguntaron. “¿Qué te parece la música de “Heroes del silencio”. El líder de Siniestro respondió: “Serían unos verdaderos héroes si estuviesen en silencio.”
Archivo del Autor: lacabra
SOMOS NOSOTROS
Es la base de nuestra insensibilidad. Que los vemos lejanos. Que pensamos que eso a nosotros nunca nos va a pasar. Y los miramos con lástima. A veces. Porque, casi siempre, el padecimiento ajeno, cuando es muy crudo, cuando se ven las tripas muy en primer plano, nos acaba dando repelús. Y esa crudeza nos provoca tal rechazo que miramos hacia otro lado. O, directamente, nos buscamos coartadas mentales que nos dejen tranquilos.
Hablo de los refugiados. Y de las víctimas de ETA o de AlQaeda.
Hablo de esos ciudadanos que se encuentran, de repente, un día normal, con que les están poniendo bombas en el Corte Inglés de Castellana y, horrorizados, en el camino a casa para buscar refugio, ven caer tres misiles, uno en el Bernabéu, otro en Plaza de Castilla y otro en el Ramón y Cajal. Y, al llegar a casa, se encuentran con que sólo quedan escombros arrasados. Pero eso no pasa en Madrid, sino cada día, cada hora, en cualquier ciudad de Siria.
Hablo de esos miles de personas que estuvieron en un momento de sus vidas en el lugar inadecuado en el momento más inoportuno y, sin quererlo, tuvieron una muerte que fue un símbolo. Y sus muertes, o sus heridas, o sus duelos por el terrorismo los aprovecharon políticos de uno y otro signo para hacer política.
Son caras que aparecen en imágenes de los telediarios, o en las portadas de la prensa, vídeos de las redes sociales o fotos del Instagram y que nos parecen igual de lejanos, en el fondo, que cualquier actor de Hollywood al que vemos en una película. Pero, desgraciadamente, son como nosotros. Y, claramente, no nos estamos dando cuenta.
En el caso de los refugiados quizás es porque hace mucho que no aparece un Aylan para descojonarnos las conciencias. Pero cada hora siguen llegando a diferentes fronteras de Europa y del Oriente Próximo miles de refugiados a pedir que alguien les ayude a escapar del espanto diario. En esa tarea perversa de conseguir quitarnos el problema de encima, políticos y medios de comunicación de toda Europa están haciendo un daño descomunal. En un momento en el que hacen falta líderes y ciudadanos que echen la pata adelante, estamos todos escondiéndonos cómodamente en las sospechas de que pueda haber yihadistas infiltrados, en que hay algunos cabrones que agreden a mujeres y en el hecho cierto de que la integración de estas personas no va a ser desde luego fácil. Y esa lluvia fina va calando. No vemos a esos sirios que huyen del horror como si fuéramos nosotros mismos puestos en los Pirineos calados hasta los huesos. Preferimos pensar en ellos como seres desharrapados, que odian a la civilización occidental y que, en el fondo, están deseando ponernos un pepino en un tren o liarse a tiros en una discoteca. Pero somos nosotros. Somos nosotros. Cada vez que veo a una familia caminando por una cuneta. Cada vez que veo a un padre desesperado al otro lado de una valla. Cada vez que veo a una mujer haciendo cola para que le den comida, veo a mis hijos, me veo a mí, veo a mi mujer y a mis hermanas y a mi madre pasando días amargos mientras los europeos, en nuestros sofás, calentitos, seguimos haciendo zapping con una mano mientras con la otra tonteamos con el móvil.
Mira que me parece fea la palabra empatía, pero llámenlo como quieran. Nos falta ponernos en el lugar de los otros. Somos campeones en el botepronto solidario. Pero se nos olvida a toda leche y, aquellos con los que fuimos solidarios en un momento, nos acaban cargando y nos parecen unos pesados a los que deberían caerles encima unos cuantos titulares de la Gurtel, los ERES, lo de Valencia, lo de Urdangarín o los Pujol para que dejen de dar el coñazo. Pero ahí siguen ellos, pertinaces, muriéndose en los barrizales de los campos de refugiados.
Y ha habido también frivolidad y poca cercanía con otro drama que hemos tenido cerca; el del terrorismo. Porque en estos días no he salido de mi estupor con todo este tema de los titiriteros. A mí lo de que los hayan tenido en prisión me parece increíble. Pero me lo parece también que alguien pueda tener la insensibilidad de hacer, como parece, una obra sin pensar en el dolor de las víctimas del terror. Porque esa es otra; aquí todos poniendo a parir una obra de la que nadie tiene ni idea de lo que dice. Sólo sabemos que aparecía un cartel que ponía “Gora Alka-Eta” y que salían algunas burradas muy burras. Pero ¿Alguien se ha leído el libreto? Seguro que no, pero, por si acaso, ante tal desmán toooodos los medios, políticos y ciudadanos de derechas han mostrado su indignación con los titiriteros y tooooodos los de izquierdas han dejado claro que la libertad de expresión no puede acabar en un calabozo. Que hubo un error, pero nada más. Claro que me gustaría ver a estos a los que se les llena la boca de LIBERTAD si los autores del engendro hubieran sido unos que se cachondeaban, por poner un ejemplo de algo terrible, de la matanza de abogados de Atocha, de la que, por cierto, se libró de milagro la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Lo de la viga, la paja y el ojo, pero ya me aburro de decirlo y noto, además, que me está costando cerrar esta Cabra.
Igual me pasa lo mismo que a unos anarquistas granadinos de la CNT cuya pintada fotografié la semana pasada. Que les falta concisión. Alguien debería darles unas clases de «esloganismo», porque necesitaron 3 botes de pintura, un muro entero y cuatro líneas llenas de palabras para hacer algo tan sencillo, y tan propio de un anarco-sindicalista, como cagarse en la Patronal.
PEQUEÑEZA
Pues oigan, que el palabro existe. Creía yo que iba a ser una de esas creaciones de los lingüistas más finos; uno de esos momentos en los que uno piensa: “debería existir esta palabra”. Y la sueltas. Lo que pasa es que, como suelo escribir con el diccionario de la RAE abierto, me ha dado por mirar. Y ahí estaba. “pequeñeza: f. desus. pequeñez.” Y estoy seguro de que todos saben por qué, en estos días de tribulación, me ha venido a la cabeza este antónimo de Grandeza.
Dice el diccionario en su sexta acepción que “grandeza” es “elevación de espíritu, excelencia moral». Por tanto, define “pequeñeza” como «mezquindad, ruindad, bajeza de ánimo». Creo que hay pocos términos que definan mejor lo que está pasando en España en los últimos tiempos. Se supone que, en el Parlamento de la Nación, deberían estar los mejores de los nuestros; aquellos que muestren una mejor manera de conducirse, una inteligencia que les haga vencer dialécticamente al oponente, una finura que les permita afrontar situaciones delicadas y una grandeza que les lleve a pensar en su país antes que en ellos o sus partidos. Joder; es que casi no se salva ni uno.
Imagino que a ustedes, como a mí, les habrá dado la risa buscando las caras que debían acompañar a esas características que he enumerado. Vamos uno por uno analizando a los líderes.
Rajoy. Si yo ya pensaba que era un líder amortizado antes de las elecciones, los resultados del 20D y todas las cosas que están saliendo, por ejemplo, desde Valencia, le deberían haber hecho decir: “Muchachos: me voy y que venga otro a ocupar mi lugar”. Es además lo que reclaman todos los partidos para sentarse a negociar con el PP: “vale, pero sin Mariano”. Hay que decir en descargo del presidente en funciones del gobierno que, al menos, no se ha visto que haya escrito en estos días un sms diciendo “Sé fuerte, Rita”.
Pedro Sánchez. Buff. Puede que lo mejor que haya leído últimamente sobre el líder socialista sea lo que escribió el gran Pérez Reverte en un tweet: “En comparación con Pedro Sánchez, Zapatero va a parecernos Churchill”. Es brutal. Pero es exactamente lo que pienso. Si el destino de España va a depender de lo que consiga negociar este líder político, vamos aviados. Su incapacidad para la Grandeza es análoga a la de Rajoy y es la que ha impedido a ambos sentarse el uno con el otro para llegar a un acuerdo pensando en España.
Pablo Iglesias. Es el perfecto ejemplo del vendedor de elixires. Una verborrea cansina, pero increíblemente eficaz, le ha llevado a las puertas del cielo. Yo pensaba que a estas alturas ya se le verían las vergüenzas, pero no. Aún sigue habiendo mucha gente inteligente que le apoya y que no opinan, como opino yo, que es un tipo peligroso y que, como todos los populistas de la historia, se ha aprovechado de los que menos tienen. Es la base del populismo; haces un discurso delirante y mentiroso, convences a la gente más jodida de que todo lo que él promete se va a cumplir y que, con Podemos en el gobierno, vamos a tener todos un sueldo aunque no hagamos nada, los bancos no van a obligarnos a devolverles los créditos y los cabrones de los ricos van a repartir su riqueza. Dan ganas de votarles y confiar en ellos si no fuera porque, como dijo aquella brillante guatemalteca, “el populismo ama tanto a los pobres, que los multiplica”.
Albert Rivera. Se equivocó al hacer una campaña para no perder lo que le daban las encuestas y ahora se le nota remontando tras la enorme decepción de la noche electoral. Yo confío mucho en él, y creo que es de los pocos que pueden mostrar esa Grandeza, pero se le nota aún aturdido por el estupor y ha perdido parte de esa soltura, de esa confianza en sí mismo que le hacía encontrar siempre el mensaje sensato con las palabras adecuadas.
Y podría seguir hablando de otros líderes políticos, pero me da pereza. No sé lo que tardaremos en tener gobierno, pero sé que le viene a España un tiempo en el que, por desgracia, nos va a faltar Grandeza y nos va a sobrar, como para llenar un transatlántico, pequeñeza. Quizás habría sido diferente si alguno de estos hubiera conocido a mi amigo Rafael Benedito, que murió hace unos días. Era, para mí, un buen ejemplo de Grandeza. Fue una de las estrellas de Antena 3 Radio y hacía un programa de música clásica que se llamaba “Concierto para empezar el Domingo” en el que unía su pasión por la música y su pasión por el periodismo y en el que aguantaba, cada noche, las coñas de los “Gomaespuma” que aseguraban que Rafa dormía en un féretro y se despertaba justo unos minutos antes de que sonara la cabecera de su programa.
Por esos giros de la vida, acabé siendo su jefe cuando hice el informativo de las 7 de la mañana en Antena 3 Televisión. Yo, que tenía 30 años escasos y un cascarón bastante pegado aún al culo, tenía que dar órdenes y corregir textos al mismísimo Rafael Benedito. Y qué fácil fue. Rafa, que ya no era un jovencito, trabajaba como redactor de 12 de la noche a 7.30 de la mañana con un entusiasmo admirable, desayunaba con el equipo y se iba, casi sin parar, al Conservatorio en el que daba clases hasta la hora de comer. Y así día tras día. Trabajando como un loco, siempre con una sonrisa y contándonos anécdotas de una vida intensa en la que le había pasado de todo. La última vez que le vi estaba ya incubando el cáncer que se lo ha llevado. Y quedamos para vernos sabiendo, como intuimos todos, que la prisa, el aturullamiento y la vida esta que llevamos nos iba a impedir volvernos a encontrar. Y ya lo siento. Ni siquiera pude ir a verle al tanatorio porque, en un detalle muy Beneditesco, Rafa decidió donar su cuerpo a la Ciencia y se lo llevaron a una Facultad de Medicina. No sé si esos futuros doctores serán conscientes, cuando trabajen con él, de que estarán aprendiendo medicina con un hombre cuya Grandeza, probablemente, no le cupiera en el pecho.
IRSE
Vaya. Me he acordado de Lola Flores (q.e.p.d.) al ver escrito el titular de esta Cabra. Pero no estoy dedicando mi artículo a aquella frase mítica que dijo la Faraona en la boda de su hija Lolita: “Si me queréis, irse”.
Es lo que pienso que debería hacer, a estas alturas de la película, Mariano Rajoy. Irse. Dimitir. Dejar el hueco para ver si otro u otra candidato/a de su partido logra lo que, para él, parece más difícil que ver a la portavoz del Ayuntamiento de Madrid, Rita Maestre, confesándose en la Catedral de la Almudena. Yo, la verdad, esto lo pienso desde mucho antes de las elecciones. En mi opinión, Rajoy y unos cuantos más de la cúpula del PP deberían haber cedido sus puestos en las listas a políticos que no estén tan directamente marcados por la corrupción como ellos. Insisto en que no creo que Rajoy haya robado. Y considero que él y muchos de su gobierno han hecho muchas cosas bien. Pero también han hecho algunas cosas muy mal y, sobre todo, no pueden estar ahí después de momentos tan vergonzantes como aquel SMS en el que pedía a Luis (Bárcenas) que fuera fuerte. Pero no sólo me pasa con Rajoy; por ejemplo, no sé si les sucede a ustedes, pero yo, cada vez que veo a Cospedal, me acuerdo de aquel momento penoso de la explicación de la indemnización en diferido y es que la veo y pienso en Bárcenas. E inmediatamente me cabreo. Supongo que eso, entre otras cosas, es lo que ha hecho que el PP haya perdido tantos millones de votos. Porque hay mucha gente cabreada que cree que tuvieron muchas ocasiones durante la última legislatura para sentarse a pactar algo con los de enfrente. Y no lo hicieron. Y, claro, aparece ahora Rajoy pidiendo diálogo por el bien de España y a los de enfrente les da la risa tonta. Y si, en medio de la negociación, si, en pleno farolazo en el póker, te viene uno que está mirando y dice que llevas dos sietes, pues te quedas con cara de nada y como si alguien te acabara de bajar los pantalones. Y algo parecido a eso le sucedió ayer, otra vez, al PP. Una bofetada más relacionada con la corrupción de uno de los suyos, en una caja que era de las de ellos y tras unas decisiones políticas (equivocadas, según los jueces) que hicieron que Bankia saliera a Bolsa con un folleto de información sobre la entidad que ocultaba la situación real de la Caja. Que por cierto, la ministra, bajo cuyo mandato, las instituciones económicas aprobaron aquella salida a Bolsa, era de un gobierno socialista. Aquí hay merde para todos, pero, si hay alguien que hoy yo creo que debe dar un paso a un lado, es Rajoy. Lo dicen las encuestas, lo reclaman algunos dentro de su propio partido, lo pedía ayer el expresidente Felipe González (que sabe mucho de corrupción, pero no dimitió nunca) y se lo exigen, sobre todo, aquellos con los que, se supone, se tiene que sentar a negociar para poner fin a este sainete. Así que a ver qué pasa, porque, mientras el país ruega a nuestros políticos que den demostraciones de grandeza, ellos y sus más fieles seguidores, siguen a lo suyo.
No sé qué me parece más ridículo y más triste. Si la campaña de algunos políticos y sus medios para acabar convenciéndonos de que Iglesias mató a Manolete y Errejón a Kennedy, o la campaña de los Podemistas y su prensa afín para convertir cualquier crítica a los suyos en un ataque fascista de la caverna intransigente. A ellos. Que son unos Santos. Coño, es que con lo del viaje de gente de Podemos, de la CUP y del entorno de ETA a Venezuela en el avión de Maduro, se ha montado la doble trinchera tan habitual en España. Están los críticos con Iglesias que aseguran que ese viaje demuestra el vínculo de los de morado con el delirante Maduro, y la estrecha relación de la CUP y Podemos con ETA.¿¿?? Pero no son menos contundentes los amigos del Podemismo que se descacharran por la importancia que se le da a semejante viaje y aseguran que los que critican esa excursión son unos exagerados que ven fantasmas de Lenin y Stalin por todos sitios. Lenin y Stalin, por cierto, no son un dúo cómico. Lo digo porque como los de Podemos se refieren siempre a ellos con una sonrisa, por si alguien los confundía con Laurel y Hardy. Pues ni tanto, ni tan calvo. Tampoco me parece que ese viaje nos descubra cosas nuevas. Ahora, me gustaría haber visto a los de Podemos, si ese avión lo hubiera fletado, en su día, Augusto Pinochet, en su época final, cuando ya parecía casi un demócrata, y hubieran acudido en él gentes del PP, junto a los de Fuerza Nueva y unos amigos de la Triple A para dar color a la expedición.
Menos mal que la vida diaria le da a uno motivos para reírse. No sé si alguno de los lectores cabreros se habrá topado, como yo, con el impactante anuncio que vi el otro día en un autobús de la EMT y que adjunto a estas líneas. Un crematorio para mascotas. Yo, que nunca he tenido perro, jamás me había preguntado qué se hace cuando se te muere uno. Sólo he tenido dos canarios, dos hámsters y unos patos que se comió Manolo, el conserje de la casa de mis padres. Cuando se me murieron los roedores y los canarios, los enterré, con gran dolor, en una caja de zapatos en el jardín. Pero nunca he sabido qué se hace con los animales más grandes tipo un perro, y, no digamos, un caballo. Lo de los équidos lo desconozco, pero, para perros, ha nacido un crematorio en el que te invitan a darle “la mejor despedida… para el mejor amigo”. El eslogan ya es un poquito hortera, pero lo que me parece el remate del tomate es el nombre que han escogido para semejante empresa. En un alarde de imaginación y creatividad lingüística, los dueños han decidido que su negocio se llame “CREMASCOTA”. El nombre es feo de cojones, y da repelús, pero hay que reconocerles que queda clarísimo a qué se dedican.
PUES VENGA
No sé si a ustedes les pasa, pero a mí suele ponerme de bastante mala uva esa frase que se suelta con frecuencia ante las calamidades: “esto no es culpa de nadie”. Y en ocasiones es cierto; el infortunio, o vaya usted a saber qué, hace que sucedan cosas que nadie quiere. Pero, en general, a mí me parece que esa es una manera que tenemos de quitarnos la responsabilidad cuando uno ve que algo que ha pasado es culpa de uno mismo o de alguien a quien tiene afecto. “No es culpa de nadie»… y nos quedamos como mucho más tranquilos. Pero las cosas suelen ser casi siempre culpa de alguien. O de unos más que de otros.
El fin de semana pasado tuve una ardiente discusión con unos amigos sobre el tema de Cataluña. Yo decía, como pienso, que la culpa de lo que ocurre allí es, en parte, del histórico rosario de cesiones de los diferentes partidos nacionales que han pactado con CiU cuando no han tenido mayoría absoluta. También opino que una gran parte de esa culpa es del delirio en el que entró Artur Mas, cuando vio que se le escapaba el gobierno de la Generalitat y que había vientos desfavorables en los juzgados y en la enorme deuda que acumuló el gobierno autónomo durante años de dislates. Pero considero también que los catalanes que se sienten españoles tienen una parte importante de culpa por no haber plantado cara al desvarío. Y me preguntaban los amigos con los que discutía: «¿y qué tendrían que haber hecho?». Pues no sé, pero creo que durante años han sido condescendientes. Han mirado para otro lado. Han dejado hacer a los que han ido atropellando los derechos de los que querían educar a sus hijos en castellano, a los que soltaban el discurso único en TV3, a los que pronunciaban proclamas políticas lastimeras (Espanya ens roba) a las que nadie se oponía, o a los que colocaban en el Nou Camp pancartones diciendo “Catalonia is not Spain” sin que nadie dijera nada, no fuera a ser que les tacharan de fascistas. Ayer almorcé con una catalana que no quiere ni oír hablar de independencia y, cuando le planteé mi manera de verlo, me dijo que ellos siempre creyeron que nunca se iba a llegar tan lejos. Literalmente me confesó que aquello “se les había ido de las manos”.
También, como decía, han tenido su parte de culpa los diferentes gobiernos nacionales que han ido permitiendo que creciera la bestia hasta llegar a ese tamaño de oso grizzlie cruzado con elefante en el que se ha convertido aquello. ¿Y quién le pone el cascabel a este gato? Porque está Cataluña partida en dos. Y en España millones de personas piensan: «que les den». Y yo opino que, por mí, que se vayan. Pues venga; que se haga ese referéndum solo a los catalanes. Fíjense que estoy de acuerdo en pocas cosas con los de Podemos, pero en esta me pongo de su lado. Llegados a este punto, que decidan. Y, desde ahora hasta que se haga el referéndum, que los que se sienten españoles se mojen, de verdad y de una vez, y exijan a sus políticos y a sus conciudadanos que se acabe con esto si es que les parece tan absurdo. Y, si gana el sí a la independencia, que se vayan de España. Ahora, si gana el no, que se callen de una vez. Porque a mí esto del nacionalismo me parece una paletada cósmica, teniendo en cuenta el siglo en el que estamos y que somos la UE. Si gana la Independencia, yo seguiré yendo a Barcelona, comprando los productos catalanes que me gustan y acogiendo a los catalanes que vengan a mi ciudad como unos europeos a los que siempre tendré un afecto especial, desde luego diferente del que tengo a franceses, italianos o alemanes.
Es cierto que el estado actual es profundamente democrático y que la Constitución fue aprobada por todos. Hay muchas voces desde Cataluña y desde la extrema izquierda pidiendo deslegitimar a la Constitución y a nuestro Rey como herederos de la Dictadura o como algo que se votó hace mucho, que menuda gilipollez. Se votó hace menos de 40 años y tanto la Constitución como el Rey se ganaron el derecho a ser considerados absolutamente democráticos. Pero también es cierto que entre unos y otros hemos dejado que Cataluña se asome a este vacío delirante. Y creo que la fuerza de las democracias está en ser capaces de superar embates como este. Lleguemos a un acuerdo. Dejemos que voten y, pase lo que pase, que se acabe este absurdo ya. Pero pongamos condiciones. Establezcamos un porcentaje a partir del cual sea razonable la concesión de la independencia y marquemos unos plazos. Si se vota hoy y gana el no a la Independencia, convengamos que no se vuelva a abrir este melón hasta dentro de 30 años, por lo menos. Y pactemos el tipo de educación y el modelo de convivencia que va a haber si los catalanes deciden quedarse en España, para que no se revise esto cada vez que a un líder nacionalista se le hinche la vena catalanista y quiera ser el George Washington del Maresme.
En fin. Sé que no me van a hacer ni caso y que habrá muchos de ustedes que piensen que estoy en un tremendo error, pero estoy convencido de que, llegados a este punto, hay pocas vías de escape porque Cataluña está partida por la mitad. Que claro, bien pensado, eso de estar partido por la mitad, es muy español. Lo digo por lo de la Ley de Memoria Histórica. Anteayer me emocioné leyendo la historia de una mujer de 90 años que, gracias a una jueza Argentina, ha conseguido que le dejen exhumar el cuerpo de su padre fusilado por la justicia franquista en Guadalajara. Manda cojones. Hemos sido incapaces de aplicar esta Ley sin sacar lo peor de nosotros mismos. Pero eso, amigos, será otra Cabra.
YO SOY CRISTIANO
Por Dios (y nunca mejor dicho), que nadie piense que este titular es de apoyo a Cristiano Ronaldo por no haberse llevado el Balón de Oro. Vaya; que no estoy haciendo un “Je Suis Charlie” para lamerle las heridas al portugués por ver que Messi se llevaba, en sus narices, el 5º Balón de Oro para el barcelonista.
Empiezo así porque, será curioso, pero en una sola semana dos de mis héroes me han pedido lo mismo. Uno de esos héroes es inalcanzable, tipo Messi, y además es también argentino. El otro es un héroe alcanzable; el Padre Eduardo, del que ya he hablado en alguna ocasión aquí.
No sé si habrán visto un vídeo, que puso en circulación hace unos días el Vaticano, y que yo adjunto al final de esta Cabra. El Papa Francisco nos anima a los católicos a expresar nuestra fe, pero no para convencer al de enfrente de que nuestro Dios es el Único y Verdadero, sino para buscar la concordia con los que sienten y creen diferente a nosotros. Pide el Papa, literalmente, que «el diálogo sincero entre hombres y mujeres de diversas religiones, conlleve frutos de paz y justicia». No se me ocurre mensaje más conciliador, más cordial, ni más cristiano. Pues muchos le han puesto a parir.
Los hay que piensan que no se puede decir, como afirma el Pontífice, que todos somos hijos de Dios. Pero, coño, si no dice eso el Papa, ustedes me contarán quién lo va a decir, porque, además, el Pontífice no dice «de mi Dios”, aunque lo crea. En el vídeo dice hijos de Dios. E incluso aparecen representantes de las 4 principales religiones afirmando que creen en el amor.
La otra crítica proviene de los sectores más conservadores del catolicismo, que se indignan porque, en el vídeo, se equiparan símbolos cristianos con otros budistas, judíos y musulmanes. Aparecen en el vídeo cuatro pares de manos. Unas sosteniendo un Buda en miniatura. Otras mostrando la menorá judía, ese candelabro de siete brazos. Las otras manos acogen a un pequeño niño Jesús y, las últimas, el tasbih o másbaha, que es el rosario musulmán.
También es un hombre algo polémico mi otro héroe, el padre Eduardo. No es muy ortodoxo, pero cada semana suelta dos o tres ideas para reflexionar y, al terminar la misa, nos deja deberes. No son obligatorios, pero nos anima a hacer cosas que nos recuerden durante los siguientes días los mensajes que nos ha dado en la Eucaristía. Esta semana nos habló de la alegría de ser cristianos y de contarle a los demás que somos católicos; que creemos en Dios. Nos puso esa tarea; habla con alguien que no sepa que eres cristiano y dile que tú crees en Dios. Y eso estoy haciendo. Asumo que muchos de ustedes saben lo que creo, pero, para el que no lo sepa, aquí va mi mensaje. Yo creo en Dios. Y creo en una Iglesia alegre que busque la concordia, el respeto y que difunda el mensaje de Cristo no desde el temor, sino desde el amor de Dios.
Lo sé. No es un mensaje muy moderno, pero curas como el Padre Eduardo y vídeos como este que ha difundido el Vaticano me reconcilian con mi Iglesia, de la que me sentí lejano durante muchos años. Y opino que al catolicismo le hacen falta muchos mensajes como este para caminar, de verdad, por el sendero que yo creo que marcó Jesucristo. Y ese camino por el que va el Papa Francisco, que anunció hace ya dos años en su “Evangelii Gaudium”, es para mí la senda correcta y la que puede conseguir que, todos aquellos que critican a la Iglesia así como de carril, vean que, además de pederastas, boato, finanzas sospechosas y curas retrógrados hay más cosas buenas que malas dentro de ella. Y a todos aquellos que dicen que la Iglesia Católica en España chupa del bote del Estado de manera injusta, les animaría a hacer cuentas y a decirme, seriamente, si creen que la Educación, la Cultura, la Sanidad y gran parte de la asistencia social de este país serían sostenibles sin el trabajo extraordinario de religiosos y seglares, la mayoría de ellos voluntarios, que cada día están con los que menos tienen.
Y, hala, ahora ya también pueden ponerme a parir a mí. Ya por cierto, como estoy embalado, voy a cerrar hablando del otro Cristiano. El del júrgol. Miren que soy madridista y miren no me cae muy bien el Messi este que defrauda a Hacienda, pero, ciertamente, comparar al argentino con el portugués es una risa. Si echamos la vista atrás y miramos el número de goles decisivos que han marcado uno y otro en esos partidos en los que uno se juega la temporada, la comparación es deprimente para Cristiano y para los que queremos que el Barça pierda hasta en los entrenamientos de alevines.
Y, por rematar, dos preguntas de regalo:
1.- ¿Por qué sigue insistiendo Pablo Iglesias en que responde más a la voluntad popular un pacto de Podemos con el PSOE que un pacto de PSOE con PP y con Ciudadanos? Haciendo sumas, y mira que soy de letras, salen muchos más votos en la segunda posibilidad.
2.- ¿Es legal que uno asuma la presidencia de una comunidad autónoma sin jurar o prometer fidelidad al Rey, a la Constitución y al estatuto de autonomía? Porque no soy jurista, pero tiene pinta de que no.
LAS MAGAS
Hace falta ser mentecato. Ya me sabe mal arrancar la primera Cabra del 16, el primer artículo tras las Navidades, de manera algo brusca. Pero es que me parece que hay demasiada gente que tiene una empanada mental prodigiosa. Y esto no tendría demasiada importancia, si no fuera porque, en algunos casos, juegan con las ilusiones de millones de niños y, en otros, dan una sensación de ridículo absoluto que yo opino que no debe dar un dirigente político.
Hablo, como podrán imaginar, de aquellas 3 Magas que se sacó de la manga republicana una asociación cultural de Valencia y que el Alcalde de la ciudad, Joan Ribó, recibió en el Ayuntamiento. Estas 3 señoras recordaban un engendro que se inventaron durante la República para hacer una celebración laica de la Navidad. Yo no voy a entrar en si las señoras parecían o no meretrices de un Far West, como he leído en algún sitio, y además creo que es estupendo que se hagan celebraciones en las que se quiera homenajear a la Libertad, a la Igualdad y a la Fraternidad, que era el nombre al que respondían las magas. Lo que me parece penoso es que los políticos ateos o agnósticos tengan esa necesidad de vestir de otra manera lo que es una celebración de origen indudablemente religioso. Y para hacerlo entran en el ridículo de festejar la navidad laica o, como mis paisanos de El Rincón de la Victoria, en invitar a los no creyentes a hacer Primeras Comuniones y Bautizos por lo Civil. No entiendo esa manía de los dirigentes políticos descreídos, por lo general de izquierda, de hacernos compartir a todos su descreimiento. ¿Tiene sentido hacer una Cabalgata en Madrid en la que pones a tres Reyes Magos que parece que habían comprado los disfraces unas horas antes en un chino? Yo creo que no. Manuela Carmena está haciendo algunas cosas bien en Madrid. Otras considero que son muy mejorables, pero está moviendo algunas ramas y creo que, por ejemplo, lo de invitar a cenar a los indigentes en Cibeles en Nochebuena es de las cosas más cristianas que se han hecho en el ayuntamiento de Madrid en décadas. Muchos la han criticado por demagoga, pero, coño, ¡viva la demagogia! si consigue que esas personas, por unas horas, se sientan mimadas y atendidas. Pero una cosa es eso y, otra, imponer su manera de ver la Navidad a millones de niños que tienen una ilusión basada en la tradición que se han ido contando nuestros padres y abuelos desde tiempo inmemorial. Aquí no se trata de innovar, Carmena. Me puede parecer bien que se cuide de los animales, aunque creo que es un brindis al sol, pero no me joda convirtiendo la Cabalgata de Reyes en una especie de fiesta de disfraces improvisada en una tarde. ¿Aceptarían en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Holanda, Alemania, que Papa Noel o Santa Claus aparecieran en la TV luciendo un traje verde en vez de uno rojo? ¿Y si pusieran a una Mamá Noela? O, para congraciarnos con los inmigrantes, ¿un Papá Noel de rasgos árabes con barba negra y un turbante o una kufiya? Yo creo que no. Me parece que Carmena y, en general, muchos gobernantes de izquierda confunden las cosas y en sus onanismos mentales creen que unas magas ayudan a la integración de la mujer, que unos Reyes de plástico son más modernos y que un bautizo por lo civil es un derecho ciudadano. Y la modernidad, la igualdad y los derechos ciudadanos se pueden y se deben trabajar con políticas, con presupuestos y con acciones que sirvan para algo, no con mamonadas. Pero estamos en una época en la que parece que si uno repite mucho algo, consigue que sea como uno quiere. Es como lo de los pactos post electorales. Yo dije en la última Cabra que creo que lo que han pedido los electores es que se pongan de acuerdo nuestros políticos. Y que el único pacto que yo creo que daría estabilidad al país y permitiría hacer reformas profundas es que se sentaran a negociar sobre los grandes asuntos los dos partidos más votados. Pueden darnos pereza, pueden haberse corrompido en el gobierno de la nación, comunidades y ayuntamientos en los últimos 25 años, pero son, sin duda, los que representan a un mayor número de votantes. Y creo que deberían ser ellos los que llegaran a un acuerdo que nos diera un mejor país dentro de 3 ó 4 años. Y creo que los votantes de ambos partidos lo agradecerían. Porque me temo que Pedro Sánchez no está viendo la soga que se está poniendo alrededor del cuello con ese acuerdo con Podemos. Porque insisten mucho en no negociar con ellos con el tema del referéndum de Cataluña, pero hay otras muchas cosas tremendamente inquietantes en el programa de Podemos sobre las que nadie en el PSOE traza líneas rojas. Aunque ahora que lo pienso, estoy convencido de que los programas electorales de los partidos no se los leen ni los militantes propios, con que te diré los afiliados del partido de enfrente. Hay que reconocerlo. Nos cuesta leernos los programas y hacemos con ellos una lectura de telediario. Pero claro, dan una pereza de cojones. Nos ocurre como con las condiciones legales que firmamos alegremente, sin mirar, cada vez que nos registramos en una web, compramos algo online o damos de alta alguna aplicación en nuestro móvil. Sin que te enteres, pueden obligarte en esas condiciones a ser sodomizado por cualquier directivo de Apple que te lo requiera o, quién sabe si en la última, que firmé ayer al estrenar el televisor que me han traído los Reyes, acepté que me convirtieran en esclavo sexual de una accionista mayoritaria de LG.
SÍ SE PUEDE
A ver. Que no me he hecho de Podemos. Podría estar desempolvando las camisas de cuello Mao y las camisetas de Peace and Love, pero no. Este “Sí se puede” es un slogan que los de Podemos le fusilaron a un comunista convencido como es Barack Obama y que han hecho suyo a grito pelado por las calles de España. Pero es, además de una frase coreable en la manifa, una convicción que tengo desde que a eso de las 11 de la noche del domingo se supo que los españoles habíamos querido tener un Parlamento fragmentado como un mantecado que se te cae al suelo.
Uno se puede poner a hacer sumas y no le sale una mayoría absoluta lógica ni de broma. Cuando digo lógica, me refiero a que veo difícil que el PSOE pacte con Podemos, ERC, Bildu… y consigan que, de esa amalgama, nazca algo parecido a un pacto para gobernar España sin que acabemos haciendo desfiles delante del Soviet Supremo presidido por el camarada Pablo.
Cuando hablo de lógica, estoy diciendo que debe haber un pacto que permita que España siga pareciendo un país serio visto desde fuera y yo creo que el único pacto posible es una unión temporal del PP y del PSOE para garantizar un gobierno estable.
En general, en estos días, cuando he sugerido algo así, a mis amigos del PP les ha parecido mucho mejor la opción que a mis amigos del PSOE. Yo creo que los del PP están en plan “lo que sea, menos dejar el gobierno” y, a los del PSOE, pues les da grima pensar en que Pedro Sánchez llegue a un pacto con Rajoy. Pero yo creo que, pese a lo que digan muchos líderes en sus discursos, eso es lo que ha pedido el electorado.
En la misma noche electoral escuché a una dirigente del PSOE, Carmen Montón, dejar claro que había fumado algún cigarro de la risa minutos antes de decir, por dos veces, que el resultado demostraba que “el PSOE es la fuerza favorita para el cambio”. Y, hombre, es cierto que son los segundos, pero la hecatombe ha sido de tal dimensión que no se explica que alguien pueda decir eso sin que le dé la risa.
Por otro lado está Pablo Iglesias hablando como si hubiera ganado las elecciones. Explicando cómo va a permitir que España sea gobernable si se hace lo que él quiere que son, por cierto, cosas de las que casi no ha hablado en la campaña electoral. O sea que, el comunista que ha parecido socialdemócrata por unas semanas, vuelve a sacar la patita y ya empieza a hablar con cara de “os vais a enterar” y poniendo sonrisitas que a mí me recuerdan al malísimo señor Burns de los Simpsons. Y no, Pablo. Has tenido un magnífico resultado para ser un partido nuevo en el Parlamento, pero estás muy lejos de haber ganado. O sea que deja de hablar del mandato del Pueblo, como si alguien te hubiera designado para una Gran Misión. No eres el Mesías. Eres un tío con 69 escaños. Y ya. Por mucho que se te infle la vena, por mucho que tengas a miles a tu lado en la manifa, por mucho que digas cuáles son tus condiciones para que España sea gobernable, el gobierno y la capacidad de legislar se ganan en las urnas y tú, de momento, esa capacidad no la tienes.
Sí la tienen los dos partidos que, sumando sus resultados, obtienen una mayoría de más de 200 escaños.
Yo creo que eso es un mensaje de los electores. Después de décadas de vaivén con leyes fundamentales, de acuerdos con nacionalistas, de yo qué sé cuántas leyes de Educación, de utilizar las pensiones como arma electoral, los electores han dicho que es el momento de que los dos principales partidos de España se junten, se sienten y hagan que vivamos en un país mejor.
Y no es tan difícil. Por eso digo que SÍ SE PUEDE. Tenemos el ejemplo de lo que sucedió entre 1975 y 1978. ¿Podemos tener el valor de decir que fue más fácil para Carrillo sentarse junto a Fraga y Suárez (y viceversa) de lo que puede ser para PP y PSOE hacer un pacto por España? Yo creo que es absurdo desaprovechar la ocasión. Siéntense, joder. Hagan un acuerdo posible y dediquen su tiempo a pactar, a hacer consenso, a mirarse desde la concordia. A buscar lo bueno que hay en el otro y a transigir poniendo la menor cantidad posible de líneas rojas. Estoy seguro de que dos partidos que saben que han de ponerse de acuerdo por narices tienen que ser capaces de hacer una ley de educación que no se cambie en las siguientes legislaturas. Unas reglas que ayuden a acabar con los corruptos. Una nueva ley electoral. Una legislación que proteja de verdad a los que menos tienen y ayude a las personas dependientes. Una reforma que nos ayude a mantener el modelo de Estado en el que hoy convivimos. Un nuevo acuerdo sobre las pensiones. No sé; podría seguir toda la mañana escribiendo sobre las cosas buenas que podrían salir de un verdadero acuerdo nacional entre PP y PSOE. Y espero que tengan la Grandeza de intentarlo. Y confío en que, en el trayecto, tengan la ayuda de Podemos (aunque me da que no va a pasar) y de Ciudadanos y que logremos que, cuando haya nuevas elecciones, dentro de 2 ó 3 años, o, mejor, dentro de 4, podamos decir que tenemos una España mejor y que lo hemos conseguido gracias a la Grandeza de nuestros políticos. No sé. Igual soy un ingenuo poseído por el espíritu de la Navidad, pero, coño, si uno no tiene ilusión en el día de la Lotería, cuándo va a tenerla.
LA SIEMBRA
He leído que fue un guantazo, un manotazo, una bofetada, hasta, literalmente, en El País, que un joven fue detenido por “tirarle las gafas a Rajoy de un fuerte golpe en la cara”. Vaya; cada uno puede buscar en su libro de estilo, pero, para mí, lo que pasó anoche en Pontevedra fue que un jovencito (un menor con responsabilidad penal atenuada, según nuestras leyes) cobardemente, desde atrás le arreó a un señor mayor un puñetazo, un mandoble, un “crochet” de izquierda, vamos; lo que viene siendo una hostia como un pan de pueblo. Lo que pasa es que ese señor mayor se llama Mariano Rajoy y es, de momento, el Presidente del Gobierno de España y el candidato a ese mismo cargo por el Partido Popular.
Y, en estas horas, he leído mucho acerca del asunto; artículos, editoriales condenatorios, declaraciones indignadas de todos los líderes políticos. Pero no he visto entre la tropa política ni un solo acto de “contricción”, que diría un tertuliano de Sálvame, que debe ser como una contrición, pero mu apretá. Porque yo creo que lo que sucedió ayer, que el muchacho que hizo lo de ayer, es hijo de muchos padres. Tengo la sensación de que nuestros políticos han pensado durante mucho tiempo que todo es gratis. Que se puede hacer de todo, porque la gente es como de corcho. Que se puede establecer un cinturón sanitario en torno a un partido como si fuera la peor ultraderecha, como se hizo durante años con el PP, con un lenguaje que pone a huevo que sucedan cosas como la de anoche. Este mozo pontevedrés es hijo de ese lenguaje bolchevique que utilizaban hace meses los que hoy son candidatos al Congreso por Podemos. Esos discursos del 15-M llenos de odio hacia los políticos tradicionales. Esas convocatorias a rodear el Congreso. Esas reclamaciones del regreso de las guillotinas. Esos escraches siempre a personalidades de la derecha del país. Esos asaltos a las capillas…
Lo que pasa es que este mozo es también hijo de Bárcenas, y de las obras del PP pagadas en negro y de las indemnizaciones en diferido de Cospedal y de la Gurtel y de los Eres y de Urdangarín… Nada es gratis. Aunque nuestros políticos juegan a favor con el hecho cierto de que somos un pueblo majo, blandos, adocenados, que sólo nos alteramos ante afrentas inaceptables como que eliminen a nuestro equipo injustamente de una competición. Ellos piensan que pueden hacer todas estas cosas que he citado sin que pase algo. Hasta que pasa. Gracias a Dios lo de ayer fue sencillamente un susto. Imagino que Rajoy habrá pasado la noche muy dolorido y hoy estará que parecerá el Ecce Homo que restauró, en Borja, Cecilia Giménez, aquella pobre señora que se hizo famosísima. Pero podría haber sido peor. Y lo tremendo es que ha habido algunos que le han jaleado y estoy seguro que, entre los de los escraches, los asaltos a capillas y demás valientes de la revolución soviética, habrá muchos que anoche brindaron porque, por fin, alguien le dio su merecido a ese fascista. Es que manda huevos. El otro día hablaba con una amiga muy del PSOE que me decía, con preocupación, que en el PP habita la peor extrema derecha del país. Comentaba yo con ella mi pesadumbre terrible por el auge de la ultraderecha en Francia. Que parece que no agobia en exceso en Europa. Y ella me dijo que aquí la ultraderecha está en el Partido Popular. Y no se lo discuto; puede que voten al PP muchos que, si hubiera en España una Le Pen, le darían su apoyo. Pero esa letanía acaba haciendo pensar, entre la izquierda, que el PP es un partido menos legítimo que los demás. Y no entiendo que no amplíen esa preocupación al hecho obvio de que en España la ultraizquierda va a conseguir en torno a 60 diputados en el Congreso. Porque, dando por hecho que IU va a desaparecer del cuadro, en sustitución de la coalición de Cayo Lara, entran estos muchachos que hace un año pedían a gritos la instauración en España de una República Bolivariana y ponerle el candado a la Constitución del 78. Es cierto que Pablo Iglesias está demostrando que es más inteligente, por ejemplo, que Pedro Sánchez que se equivocó en las formas diciéndole en el Cara a Cara a Rajoy que no era un político decente. Y tenía razón en el fondo; no puede seguir en el gobierno alguien que permite o que no se entera de que su Tesorero se ha forrado de manera colosal y que, cuando se descubre la tostada, le manda el famoso “Sé fuerte, Luis”. Pero si abres el melón de la indecencia, hay que rematar, Sánchez no supo hacerlo y Rajoy se le escapó llamándole de todo y regañándole como si fuera su padre, en vez de su contrincante. Iglesias, en cambio, sí se ha dado cuenta de que las formas son importantes y aquel bolchevique gritón que promovía un leninismo amable, hoy parece un cura de barrio obrero de los 60; un tío súper enrollao que pide que haya paz en los debates, que va repartiendo tolerancia y que fue el más indignado anoche con el muchachito pontevedrés. Quizás porque sabe que muchos van a identificar al agresor con esa izquierda que él representaba, hasta que vio la luz de la socialdemocracia.
En fin. Que yo creo que lo de la agresión de Pontevedra es un síntoma de que hace falta un cambio de ciclo YA. Que debemos tener unos políticos decentes. Pero siempre. No sólo cuando le recuerdan su indecencia al de enfrente. Que deberíamos promover la concordia y exigir a nuestros políticos que se sienten, que se respeten, que se pongan de acuerdo y que dejen de darnos motivos para pensar en qué nos equivocamos el día aquel que les dimos nuestro voto. El domingo tenemos una magnífica oportunidad para decirles todo esto con nuestra papeleta.
LA SUERTE
No sé por qué, la suerte está, en general, muy mal vista. Si uno dice que confía en tener fortuna cuando le viene encima un momento crítico, algún proyecto importante o una decisión crucial, los más serios del lugar te miran como pensando; “si confías en la suerte, mal te va a ir”.
Yo me considero seguidor incondicional de Bugs Bunny. He tenido y tengo casi siempre buena suerte y, del mismo modo que creo que existe la buena, estoy convencido de que existe la mala. Que alguna vez me ha tocado. Eso no significa que yo deje las cosas al azar. Cuando pido para tener buena suerte en un proyecto, lo hago mientras me dejo la piel para lograr que llegue a buen fin. Pero yo conozco a muchos con el mismo o más talento que yo, que han trabajado lo mismo o más que yo y que, en los momentos cruciales, mientras yo he tenido golpes de la buena fortuna, ellos los han tenido de la mala. O de la de ni fu ni fa. Que no es mala suerte, pero se le parece un montón.
Digo esto porque en las últimas semanas he tenido la fortuna de encontrarme con dos de esas personas que nos mejoran. A ambos la vida les golpeó de una manera brutal y pudieron escoger entre lamentarse o tirar palante y escogieron esto segundo. Y no sólo es que decidieran levantarse; es que en sus nuevas vidas están siendo mejores y trabajan cada día para contarles a los demás lo que hacen. Y a los que han pasado por lo mismo que ellos les dicen que se puede salir adelante y hacer muy diferentes cosas. Hablo de Irene Villa y de Albert Llovera.
Como saben, Irene perdió las dos piernas y 3 dedos de la mano izquierda en un atentado de ETA hace 24 años. Aquella niña de 12 años que emocionó a España, hoy es una periodista que ha estudiado, además, Psicología, Humanidades y está constantemente formándose para saber más cosas del mundo que la rodea. Decidió esquiar y competir y ha sido varias veces campeona de España. Decidió dar conferencias, y empresas e instituciones se pelean por escuchar sus vivencias. Decidió formar una familia y se casó y tiene dos niños. Decidió ayudar a los demás y tiene una Fundación con la que tira de otros para que miren hacia delante.
Albert Llovera era esquiador profesional con un futuro tremendo. En una competición de la Copa de Europa, un juez despistado se cruzó en su descenso a más de 100 kilómetros por hora y Albert sufrió una lesión medular que le dejó en silla de ruedas. Al igual que Irene, escogió luchar y utilizar su fuerza y su experiencia para animar a los que pasan por lo mismo que ellos. Albert pensó que podía seguir compitiendo e, inicialmente, le dio por el baloncesto en silla de ruedas. Fue subcampeón del mundo de clubes. Después decidió que quería competir en Rallys, pero en los mismos Rallies que los pilotos sin discapacidad. Él cuenta que le dieron la licencia por pena, pero, aquel mismo año, con las dificultades de conducir un coche adaptado, ganó carreras y campeonatos. Y terminó compitiendo en el Mundial de Rallies y en el Dakar. En la entrevista que le hicimos hace unas semanas, nos contó algo que a mí hizo que se me saltaran las lágrimas. Hablaba Albert de la época en la que corrió el Mundial. Una noche estaba cenando con los Grandes; con Carlos Sáinz, con Mc Rae, con Solberg… Y el noruego le dijo lo siguiente: “Albert, nosotros nunca hemos tenido miedo a morir en una carrera. Nuestro temor era quedarnos como estás tú. Desde que te hemos conocido ya no tenemos miedo.” Creo que se puede decir poco más, salvo que Albert es un tío divertido que va por el mundo contándole a los demás que se puede vivir de manera diferente y ser muy feliz.
A Lary León no la conocí haciéndole una entrevista. Tuve la enorme suerte de cruzármela en la Universidad Antonio de Nebrija hace más de 20 años. Fue mi alumna en 4º de periodismo. Un problema congénito hizo que Lary llegara al mundo con una sola pierna y sin brazos. Dos medios húmeros eran la única posibilidad que tenía aquella niña de asir las cosas. Con unos padres y unos hermanos increíbles, con una voluntad infantil inverosímil, Lary fue consiguiendo superar barreras, levantarse, caminar y, con sus medios brazos, agarrar la vida con la fuerza de la mano de un gigante. De nuevo la suerte hizo que nos cruzáramos unos años después en Antena 3, donde entró como redactora de un programa y hoy es la Directora del Canal Fan3 de la Fundación Atresmedia.
Podría contar muchas cosas de Lary, pero quizás lo mejor es decir que, cuando llevas con ella 2 minutos, te olvidas de que le faltan extremidades y te fijas sólo en su mirada, en su inteligencia y en su sonrisa. Que es exactamente lo mismo que me sucedió con Albert y con Irene.
Los 3 han publicado libros contando sus experiencias de vida. Quizás estaría bien que hiciéramos como mi amigo Rafa Cerro, que no ve la tele, y que dice que “el ocio es limitado y uno debe elegir a qué dedica sus horas. La población española ve más de cuatro horas y seis minutos de televisión al día. Cultivarse o adocenarse es el dilema, pero a la inmensa mayoría de la gente le cuesta utilizar el botón de apagado.”
Yo les propongo que, en los próximos días le den al botón de OFF de la tele y compren uno de estos 3 libros excepcionales. “El Tesón de una Sirena” de Lary León, “No Limits” de Albert Llovera o “Saber que se puede” de Irene Villa. Miren que me dedico a la tele, pero si cambian cualquiera de los programas que hago yo o algunos de mis amigos por la lectura de cualquiera de estos libros, yo les iba a dar un abrazo. De los gordos.