Hay un síndrome entre los escritores y periodistas que se denomina “la página en blanco”. Es una especie de atasco mental que sufres cuando tienes que escribir por obligación y no sabes cómo meterle mano al asunto. No se te ocurre nada, no le encuentras a nada el perfil y, al ver el folio (hace años) o la pantalla vacía ante ti, te acuerdas del anuncio aquel de Ariel que decía “Más blanco no se puede”. Y te agobias. No es lo que me pasa hoy, la verdad.
Hoy es uno de esos días en los que uno no tiene que buscar en la prensa, o en sus recuerdos, o en aquello que le pasó ayer para ponerse a escribir. Desde que publiqué la Cabra de la semana pasada, han sucedido tantas cosas, tan variadas y tan gordas, que el problema no es no saber de qué hablar, sino qué descartar entre tanto asunto goloso.
Porque hemos de reconocer que el sinapismo catalán ha quedado orillado, primero, por el escándalo de las tarjetas de Caja Madrid y, poco después, por el problemón que se nos ha generado con el virus del Ébola. La noticia del contagio de Teresa, una auxiliar de enfermería del Carlos III, ha llenado de una inquietud, que bordea el pánico, a sus vecinos más próximos, a todos los madrileños, a millones de españoles y, leyendo los periódicos internacionales, a medio mundo. Porque hemos quedado como la Chata. Estaba toda la comunidad internacional pendiente del traslado de los dos héroes misioneros que trajimos a España para ver si conseguíamos salvarles la vida. Y, por desgracia, hemos dado la razón a los que nos tildan, desde fuera, como el país de la improvisación. Nos ven como gente maja, pero poco seria. Como un pueblo entusiasmado, pero poco trabajador. Y un lugar magnífico para venir de vacaciones, pero no tan bueno para traer tu dinero. Las noticias sobre corrupción, que en estos días abundan, siguen enviando al extranjero una imagen de país de poco fiar.
Vamos ganando en confianza, pero cosas como la del contagio de esta auxiliar de enfermería, nos dejan a la altura del betún, o sea, malamente. Porque aquí, cuando se sugiere que el contagio de la auxiliar de enfermería ha podido deberse a un error de la trabajadora, saltan los sindicatos a gritar “Anatemaaaa”, partiendo de la base de que, por supuesto, Teresa hizo bien su trabajo. Pero es que, cuando la pobre mujer reconoce que pudo tocarse la cara con un guante sucio, salta el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid a gritar: “Nos ha mentidoooooo”, como si, en todo lo que ha sucedido no tuvieran responsabilidad alguna las autoridades que mandan en esto. Claro, pero es que tenemos tanto lío con las transferencias que aquí yo pido la dimisión de Ana Mato y a lo mejor resulta que todo es responsabilidad de la Comunidad de Madrid. En cualquier caso, yo creo que Mato debería decir: “Esto no es mi culpa, pero es mi responsabilidad y, en cuanto arreglemos este desaguisado, me voy”. Pero no. Aquí a nadie le parece que deba dimitir por la más enorme defecación de los últimos tiempos.
Por Dios. Que esta señora estuvo en la habitación de uno de los misioneros. ¿No había un protocolo de seguimiento de cada uno de los profesionales que entraron en contacto con el religioso? Es que a mí me flipa que la auxiliar llevara días con fiebre y nadie, en el Ministerio o en la Consejería de Sanidad se enterara. “Es que no dijo nada”. Coño, ¿pero estaba en el protocolo que se le preguntara a cada uno de esos profesionales por su estado de salud a diario durante, digamos, 40 días? Si la respuesta es NO, como es, tenemos que asumir, los políticos primero, que la hemos cagado. Y me da igual si la ATS se tocó la cara, si se equivocó o si fue un accidente. Aquí no hay que buscar culpables del momento de la infección, sino responsables de que esta señora haya estado sin control alguno de las autoridades durante 10 días. Y con fiebre, poca o mucha, desde días antes de ingresar.
Y luego está lo del perro. La que han liado los animalistas porque querían evitar que se sacrificara a Excálibur, el perro de Teresa. Hay opiniones para todos los gustos, pero, por mucha pena que nos dé, tiene mucho más riesgo el traslado y custodia del chucho, que su sacrificio, aunque esto suponga un palo añadido para la pobre ATS que está intentando superar la enfermedad y para su marido, al que tienen en cuarentena. Lo que me choca de todo esto es la manifestación a las puertas de la casa llamando asesinos a los que iban a matar al can. ¿Irán todos estos a la puerta de una granja de cerdos la próxima vez que deban sacrificar a 500 marranos por una peste porcina? Lo mismo sí, porque con estos animalistas tengo la misma sensación que con los políticos que, en cuanto ven ocasión de ponerse delante de una cámara, allá que van, que ya se les ocurrirá algo que decir.
En fin, me he liado con lo del Ébola y quería hablar también de consejeros de Caja Madrid que creen que fundirse mil euros al mes en gastos de representación, “no es mucho”. De ese sindicalista que acumuló, al menos, un millón y medio de euros en negro. De ese político al que, presuntamente, le regalaban rifles de caza bajo cuerda. O de los hideputas del estado Islámico. Pero se me acaba el folio y no quería dejar de recordar que este año vuelve a hacerse la recogida de alimentos para ayudar a la inmensa cantidad de gente que lo está pasando mal en España. Será los días 28, 29 y 30 de noviembre en Madrid. No sé cuándo será en el resto de provincias, pero seguro que entrando en esta web, lo explican. El reto es recoger dos millones de kilos. Nosotros, como hicimos el año pasado con mi madre, mi mujer y mis hijos, vamos a ver si conseguimos nuestra tonelada.
www.granrecogidamadrid.org
Archivo del Autor: lacabra
DESOBEDIENCIA CIVIL
No sé a ustedes, pero a mí cada vez que oigo a líderes catalanes hablando de “Desobediencia Civil”, me entra una mezcla, entre risa y mala leche, muy desordenada. Verán que he escrito ambas palabras en mayúsculas porque creo que los personajes históricos que entregaron sus vidas por la libertad merecen que su Desobediencia se diferencie, por ejemplo, de la desobediencia que proponía, hace semanas, Oriol Junqueras. El líder de ERC y el presidente Mas, (que anteayer decía que, “de momento”, no va practicar la desobediencia) deberían leerse un interesantísimo ensayo de la profesora Carmen González Marsal. Esta investigadora dedica un artículo a los tres líderes históricos de la Desobediencia Civil; Henry Thoreau, Mahatma Gandhi y Martin Luther King.
Nada pasa porque sí. Cuando Junqueras hace unos días invocaba la desobediencia civil, no lo hace por casualidad. Sin que nos demos cuenta, está introduciendo en el meollo un término que está metido en nuestras mentes como algo glorioso y digno; una lucha de personas heroicas contra la opresión. Es que manda huevos; los tres protagonistas del ensayo son tres líderes ejemplares que desobedecieron leyes injustas. Thoreau luchó contra el esclavismo que hacía que una sexta parte de la sociedad americana fueran esclavos. Gandhi peleó para conseguir que los Británicos devolvieran la independencia a la India y dejaran de oprimir a sus ciudadanos. Y Martin Luther King dio su vida combatiendo por la segregación racial que mantenía a los negros en un nivel social inferior a los blancos en decenas de estados de los EEUU.
¿Contra qué opresión está luchando Junqueras? Porque todo lo que ha pasado en los últimos 35 años en Cataluña se ha votado democráticamente. Desde la Constitución, hasta las últimas europeas. Es más, por si fuera poco, el actual Parlament es consecuencia de unas elecciones anticipadas por Mas, que reclamaba a los catalanes una mayoría suficiente, que no le dieron. Es que se nos olvida, pero, si finalmente Mas convocara elecciones anticipadas, los catalanes habrán tenido 3 elecciones autonómicas en menos de 4 años. Con lo baratitos que salen los procesos electorales. Y, un poco antes de aquellos comicios catalanes, hubo unas elecciones generales en las que los ciudadanos catalanes, andaluces, madrileños… pudieron votar. Y votaron.
Al menos anteayer Mas puso algo de cordura cuando dijo en el Parlament que “de momento” no va a invocar la desobediencia. Pero, claro, ese uso adverbial del “de momento”, mosquea. Porque no lo dan por descartado. Y con esa amenaza velada están ahí esperando a que pase algo que les dé la razón y permita que ellos se disfracen de Thoreau, Gandhi y M.L.King y salgan a la calle a inmolarse por la libertad. En fin. Y yo con todo esto no sé muy bien a qué quedarme. Porque, cada vez que oigo a analistas y políticos diciendo “hay que dialogar” me pregunto: ¿Y de qué vamos a hablar exactamente? Porque, disculpen la comparación, pero es como si entras en tu casa y hay un tío que se te ha hecho fuerte en el salón y te anuncia que se queda todas tus pertenencias. Y cuando tú le dices: “Oiga, es que esto es ilegal”, él te suelta: “negociemos”.
Porque, les guste o no a los equidistantes, lo que tenemos en España es un marco legal y lo que están pretendiendo hacer Mas y parte del Parlament, es pasarse la ley por ahí mismo. Que esto se arregla con diálogo es obvio, pero lo es también que para que podamos sentarnos a hablar también ellos tendrán que destensar la cuerda. Y no parece que estén por la labor, precisamente. Lo malo es que no tengamos en España políticos como Gordon Brown. No sé si escucharon su discurso hace tres semanas. El ex-primer ministro laborista le echó un cable histórico a David Cameron con una alocución en contra de la independencia de Escocia justo un día antes del referéndum. Brown hizo un discurso realmente emocionante en el que habló de lo que les unía y, según parece, fue la puntilla que remató la victoria de los que querían seguir en el Reino Unido.
Y mientras espero a que nos aparezca un Gordon Brown, que me da que no va a aparecer, me voy a ir haciendo cuentas con lo que publicaba ayer El Mundo de los ex-directivos de CajaMadrid. Los pobres gastaron, presuntamente, en 10 años más de 15 millones de euros en comidas, viajes y retiradas de efectivo con unas tarjetas digamos que poco controladas. Y a mí lo que me ha puesto tiesos los pelillos de la nuca no es esto en concreto, sino pensar en la cantidad de cajas de ahorros y en la cantidad de tarjetas con “poco control” en manos de políticos de miles de ayuntamientos y comunidades de toda España. Si algún día a alguien le diera por rascar ahí, la columna de mierda iba a llegar hasta los restos del Sputnik, que todavía siguen por ahí arriba dando vueltas.
http://www.huffingtonpost.es/esther-palomera/se-busca-un-gordon-brown_b_5895804.html
EN DEFENSA DE TONI NADAL
Estoy últimamente en plan defensor de pleitos pobres, pero, cada vez me estomagan más los pesaditos que viven, estresados, pendientes de que alguien se salga del camino políticamente correcto para subir a la palestra con cara de gran aflicción a poner las cosas en su sitio. Debo decir también, como el otro día con Íker, que no soy amigo íntimo de Toni Nadal. Mantenemos un trato cordial, me parece un hombre educado y encantador y, cuando nos hemos visto, me ha resultado un placer su compañía. Digo esto porque no es el afecto el que me lleva a decir que flipo con la que le están montando tras sus declaraciones por el nombramiento de Gala León como seleccionadora nacional de tenis masculino.
No recuerdo en qué película había un personaje que cada vez que alguien decía algo incorrecto gritaba, con la vena a punto de explotar,: “¡¡¡Anateeeemaaaaa!!!”. Y ayer me acordaba de ese personaje porque los pichasflojas del país, entre los que hay hombres y mujeres, hay temas con los que saltan como movidos por un resorte. Si se habla de razas, de mujeres, de homosexuales, de inmigrantes, de discapacitados… de todas aquellas personas, en fin, a los que los americanos incluyen en la “diversity”, elevan sus antenas, ponen las orejas tiesas y nos dan lecciones morales a los que no somos tan finos como ellos. Y les da igual si lo que motiva su reacción es algo sacado de contexto, si es una mala interpretación del periodista que lo cuenta o si es, sencillamente, falso. Ellos, sin contrastar, no vaya a ser que les jodan el “momentum”, convocan a la prensa, se ponen delante de un micrófono a gritar “Anateeeemaaa” y se cagan en las muelas del pobre que haya osado decir algo sin cogérsela con papel de fumar.
Recuerdo hace unos años a un panoli, que era presidente de una asociación de defensa de los niños, Prodeni, que hizo un ridículo mayúsculo al denunciar a Antena 3 por violar la intimidad de una moza. Fue inolvidable; supuestamente, la menor había salido por la tele, en su cuarto, haciendo cucamonas con su perro en salva sea su parte, mientras Ricky Martin esperaba en un armario (grandiosa premonición) para darle una “¡¡¡¡Sorpresa, Sorpresaaaa!!!!” Una de esas leyendas urbanas, un burdo rumor, que habría dicho Javier Krahe, sirvió para que este papanatas, supuesto defensor de la infancia mancillada, reclamara ante la prensa una intervención de la Fiscalía del Menor. La Fiscalía pidió a Antena 3 la grabación y hubo que decirle al fiscal que eso jamás había pasado y que la denuncia de la tal Prodeni obedecía a que “a mí me han dicho que a Manolita le ha contado su madre que una vecina lo vio”.
Con esto de Toni Nadal ha pasado algo similar. Yo escuché la entrevista que le hicieron en RNE. Y quedaba muy clara la postura de Toni. Le había sorprendido que se escogiera a Gala León como capitana para la Davis. Y explicaba en varias respuestas por qué. En ningún momento dudaba de su capacidad por el hecho de que fuera mujer. Toni hablaba de que Gala León no conoce personalmente a muchos de sus jugadores. No conoce en profundidad el circuito masculino ni, por tanto, a los que van a ser sus rivales. Entendía Toni Nadal que tenía más sentido que fuera un jugador experimentado, a ser posible con un currículum de éxitos en el tenis masculino y pensaba en Juan Carlos Ferrero (ganador del punto decisivo en la primera Davis que ganó España) o en Sergi Bruguera, entrenador actualmente y vencedor, entre otras cosas, en dos Roland Garros. Muy al final, en tono jocoso, comentando el hecho de que hubiera en el vestuario una mujer, decía Nadal que iba a ser raro porque los jugadores iban medio desnudos.
Hete aquí que los santones de la corrección, los que llevan el papel de fumar adosado al prepucio, los que creen que, sin ellos controlando, el mundo sería mucho peor, deciden gritar: “¡¡¡Anateeeemaaaa!!!”. Y, sin escuchar la entrevista completa, convierten a Toni Nadal en un machista de la peor especie y empiezan a circular frases sacadas de contexto, párrafos en los que se une una frase de aquí y otra de allá para transformar al entrenador y tío de Rafael Nadal en un Cromagnon machista que merece el reproche de una sociedad moderna como la nuestra. Pues a mí, qué quieren que les diga, me parece una soberana memez. Como tantas otras. Creo que pocos deportistas tienen un entrenador tan discreto, educado, ponderado y siempre en su sitio como Rafa Nadal. Su tío Toni es un hombre tranquilo, que jamás saca los pies del tiesto, pero de los que siempre llaman a las cosas por su nombre. Y eso, cuando los talibanes del papel de fumar están en guardia, puede resultar peligroso. En fin que le mando a Toni un abrazo y voy a cambiar de tema, ya que hablo de peligros, porque no quería terminar esta Cabra sin acordarme de Ruiz Gallardón. Ya ex-ministro. Es más, pensaba haber titulado esta Cabra “Cuidadín”, haciendo referencia a Mariano Rajoy. Fíjate; este líder del PP que parecía melifluo y no muy sagaz, se está desvelando como un finísimo Maquiavelo de las Rías Baixas. El despliegue táctico es impresionante; mete en el gobierno a Gallardón, que llevaba años tocándole las narices. Le encomienda el marronazo de una reforma de una ley en la que no creía ni el propio ministro. Pero, quizás pensando que ese movimiento le iba a reconciliar con los votantes del PP que le consideraban “un rojete” (así he oído que le calificaban en muchas ocasiones), Ruiz Gallardón aceptó y se entregó a la causa con sorprendente empeño y con más entusiasmo que algunos obispos de la Iglesia. Y, vaya por Dios; el mismo que le coloca el marrón aparece meses más tarde y le dice: “Pero hombre, Alberto, ¿de qué vas haciendo leyes sin consenso?” y le pone en una situación en la que a Ruiz Gallardón no le ha quedado más remedio que irse por la puerta de atrás. Y Santas Pascuas; Gallardón ha dejado de ser un problema para Rajoy. Lo que no sé es qué tiene en la cabeza el ex-ministro; si optará por quedarse, como anuncia, en segundo plano (que ya me extrañaría), o si preferirá irse a otros lares. Lo malo es que no asuma bien el disgusto, se le vaya la pinza y degenere en plan Verstrynge, que, como le dejen, acaba, dentro de poco, refundando la Liga Comunista Revolucionaria.
PUES VOTEMOS
Pues venga. Vamos a votar. Pero no sean tan cansinos y hombre, ya puestos, si tan bien les parece que se voten las cosas que pide el pueblo, pongamos las urnas en las calles para que los españoles nos pronunciemos sobre todo aquello que nos pete.
Yo, hasta hace poco, estaba hasta el testículo izquierdo del tema este de la consulta soberanista en Cataluña. Ahora ya estoy hasta ambas pelotas de la sensación de que los que apoyan la consulta son los demócratas y los que no la apoyan los liberticidas.
A mí, en esencia, no me parece mal lo de la consulta. Oye, que voten. Pero claro, depende. Porque aquí no se trata simplemente de votar. Hala; estos votan, sale el SÍ a que Cataluña sea un Estado y además independiente. ¿Y qué hacemos? Porque, si ganan por los pelos, los independentistas lo van a tomar como una victoria democrática en toda ley (mitad más uno). Si ganan por abrumadora mayoría, será la reclamación radical de un pueblo. Pero ¿Y si pierden por los pelos o empatan? ¿Va a haber aquí una marcha atrás en esta deriva enloquecida en la que nos ha metido Mas? Indudablemente, no.
Porque en todo esto de la consulta, no se trata de ejercer un supuesto derecho a decidir, se trata de darle apariencia de legitimidad democrática a una reclamación en la que, al fondo, se ve una lucecita que pone INDEPENDENCIA. Y eso es algo sobre lo que todos los españoles ya decidimos; votamos SÍ no hace tanto tiempo, en 1978, a una Constitución aprobada por la inmensa mayoría de los votantes. Lo malo es que estos que proponen que se vote quieren ciscarse en lo que pactamos todos y, ya sin tapujos, sueltan cosas como lo que dijo el otro día a El Mundo el líder de ERC Oriol Junqueras: “ha llegado la hora de saltarse las leyes españolas”. Amb dos collons. Dice Junqueras que, si gana el NO, aceptarán democráticamente el resultado. Pero ¿Cómo nos vamos a creer que asuman nada, si no aceptan que el Estado actual proviene de un texto legal que fue votado masivamente por los españoles?
Porque claro, a Junqueras, a Mas y a todos los que nos han metido en este callejón sin salida, se les llena la boca de democracia y piden que se deje hablar al pueblo, y que se escuche la voz mayoritaria y tal y tal. Pero, coño, pues si hay que escuchar la voz mayoritaria, ¿Saben cuánta gente cambiaría la ley electoral española para reducir el poder de los partidos nacionalistas? Millones. ¿Por qué no hacemos una consulta sobre el Estado de las Autonomías? ¿Quieren saber cuántos españoles mandarían a esparragar el actual sistema autonómico? Según las encuestas, en torno al 50 por ciento de los votantes. Y echando un vistazo a algunas encuestas que he leído últimamente, millones de españoles reducirían los derechos de los que profesan la religión musulmana y prohibirían la construcción de mezquitas en España. Y no sólo eso; uno de cada tres jóvenes recuperaría la pena de muerte y casi la mitad de los españoles impondría la cadena perpetua para determinados delitos.
Y ¿qué hacemos? ¿Como son cosas que reclama el pueblo, hacemos una consulta para comprobarlo? Pues no. Porque nuestra constitución consagra un sistema electoral y un estado autonómico que ha sido generosamente ampliado a lo largo de los años, establece la igualdad ante la ley sin distinción de confesión religiosa e hizo desaparecer de España la pena de muerte y la cadena perpetua. Y si surge alguien que quiera que alguna de estas cosas cambie, tendrá que seguir los cauces legales para hacer todas estas reformas y no liarse a poner urnas por las calles para que el pueblo soberano se manifieste.
En fin. Qué pereza. Porque a mí, en el fondo, todo esto me provoca cierta envidia. Me refiero a ese sentimiento patriota que mostraron unánimemente el millón y pico de catalanes que hicieron la V en la diada. Porque en España, uno sólo puede manifestarse patriota sin que le tilden de facha, si dice que se siente andaluz, catalán, vasco o gallego. Si dices que te emociona tu himno, que te apetece hacer algo por tu país o que morirías por defender de una invasión exterior a tu patria, que es España, te conviertes en un filofascista peligroso.
Por eso el otro día paseando con mi mujer y mis hijos por el centro de Madrid, me resultó curioso y triste ver lo escondido que está el Monumento a los Caídos por España de la Plaza de la Lealtad. Para empezar, están cerradas las puertas, con lo que hay que verlo desde lejos. Para continuar, está en un estado de descuido notable y da la sensación de que casi es mejor que no se vea mucho. Fue un monumento que se erigió en 1840 para honrar a los que murieron defendiendo España de la invasión francesa en 1808. ¿Saben lo que pone en uno de los laterales del monumento? Lo fotografié para ponerlo en el blog: es una frase de esas grandilocuentes que, vista hoy, estoy seguro de que le daría tremenda vergüenza leer en voz alta al 90 por cien de los españoles y que, sin embargo, proclamaría con orgullo cualquiera de los que el otro día pasearon la estelada por Barcelona: “HONOR ETERNO AL PATRIOTISMO”. Insisto en que, como diría Woody Allen, no tengo ninguna gana de invadir Polonia, pero, qué quieren que les diga, me dan envidia estos muchachos.
LO DE ÍKER
Debo decir ante todo que no soy amigo íntimo de Íker Casillas. No me debe nada, ni yo le debo nada a él. Tenemos la relación cordial de dos personas que hemos coincidido muchas veces en diferentes situaciones, pero nada más. Lo digo para que quede claro, aunque asumo que Mourinhistas, Anti-Íker, defensores de Diego López y Ultras varios, como en otras ocasiones, me van a llamar desde mojabragas (que sigo sin saber qué significa), hasta fracasado, pasando por antimadridista.
Digo todo esto porque lo único que me une a este grandísimo deportista es, principalmente, la admiración por su anormalidad en los terrenos de juego y por su normalidad fuera de ellos. No lo digo yo; lo dicen las estadísticas. No ha habido en la historia del fútbol mundial ningún portero que haya conseguido el brutal palmarés del guardameta del Real Madrid y, de momento, de la Selección Española. 3 Champions, 5 ligas, 2 copas del Rey, 1 mundial, 2 eurocopas e infinidad de títulos individuales y colectivos como juvenil, sub 21 y profesional. Y en casi todos ellos con una participación decisiva para obtener la victoria final. Pero Íker, que es un hombre afortunado, en los últimos dos años ha pasado un calvario. Un suplicio que comenzó el día en el que decidió no seguir la estela macarra del que, durante 3 temporadas, fue el líder del Madrid; José Mourinho. El clímax de esa fase negativa fue el día en el que Mou dejó en el banquillo al portero, sencillamente, porque no rendía pleitesía al dictador. Porque Mou, al menos en los años en los que estuvo en el Madrid, tuvo el típico comportamiento de los líderes totalitarios y, como ellos, estuvo dispuesto a inmolar a quien hiciera falta para conseguir sus objetivos.
Estos hombres tiránicos, como los militares malos o los jugadores mediocres de ajedrez, sacrifican peones y soldados para lograr sus fines y, si no los consiguen, atribuyen sus fracasos a conspiraciones; a oscuras conjuras de los que quieren socavar su poder. Como en las dictaduras de izquierda y derecha, la maquinaria propagandista se pone en marcha para machacar sin prueba alguna al disidente. Y son implacables; no paran hasta conseguirlo. Y, en esa estrategia aniquiladora, siempre hay voluntarios, peones esforzados dispuestos a morir y matar por el líder mesiánico y si el caudillo les pide dos ellos dan tres. Y si el líder dice que Íker es malo ellos dicen que es pésimo; si beige, blanco. Y eso ha sido el mourinhismo. Gente que ni conocía al Mesías, personas que no ganaban ni perdían dinero en el asunto, hablaban de él con embeleso, repitiendo los mantra de la estrategia fascisto-comunista de Mou: “es el mejor”, “ha acabado con la hegemonía del Barça”, “el Madrid ya es un equipo competitivo”.
Pues igual hizo un equipo competitivo, pero a mí, sus logros en el Bernabéu, me parecen una mierda. Una copa del rey, una liga gastando más que nadie, con más poder que ninguno de los entrenadores que el Madrid ha tenido y provocando un terremoto interno entre el madridismo que todavía hoy tiene réplicas. Y sobre todo destruyendo a jugadores. La lista es larguísima, pero para mí el epítome es lo de Íker. Cuando Mou quita a Íker de la portería no había habido ningún motivo deportivo que obligara a su sustitución. Todo se basaba en esas pequeñas insinuaciones, rumores, maledicencias que va soltando el Mesías para que vayan calando. He retado muchas veces a mourinhistas a que me dijeran un único partido de aquellas fechas que el Madrid hubiera perdido por culpa de Íker. Porque fueron decenas los que Mou ganó gracias a Íker. El problema de Íker no fue su inseguridad por alto ni que se entrenara supuestamente a medio gas. El problema de Íker fue que en varias ocasiones se enfrentó al líder y Mou, como los malos de las pelis malas acabó teniendo un pensamiento maligno mientras le destellaba una lucecita en la córnea y dijo: “a este me lo follo”. Y desde entonces no paró hasta conseguirlo. Hoy Íker empieza a salir de la peor crisis de confianza que se le ha conocido. Pero es que es lo normal. ¿Quién en un puesto tan crítico sería capaz de sobrellevar las andanadas que ha sufrido Íker en los últimos 2 años? Te quito, te pongo, ahora te lesionas y cuando te recuperas te quita el puesto tu suplente. Porque aquí no hablamos de cualquier portero. Coño. Es que es el mejor portero de la Historia del fútbol mundial. Es el tipo de jugador que, cuando vuelve de una lesión, tiene que jugar sí o sí. Como Ronaldo. ¿O alguien se sorprende de que Ronaldo vuelva a ser titular tras una lesión por mucho que su sustituto se salga del cuadro? A Íker se le negó ese trato. Y no sólo eso. Cuando se va Mou, Ancelotti decide la marcianada de alternar portero. Y va Íker y con su legendaria flor rectal gana las dos competiciones en las que participa. Por supuesto, según sus enemigos, sin aportar nada y con una cagada en la final de la Champions que daba la razón a los que cada vez que Íker falla dicen: “¿lo ves?” Pero el final del calvario de Íker lo marcó el Mundial. No creo que ninguna derrota de España fuera culpa exclusiva de Casillas, pero aquellos partidos acabaron por rematar su descenso al infierno. Íker había perdido su flor en el culo y parecía mortal. Y daba la sensación de que tenían razón los que le criticaban, que Mou no fue tan hijoputa y que Diego López era mucho mejor portero que él.
La titularidad, de momento, en el Madrid y el partido del otro día ante Macedonia, yo creo que han abierto una nueva etapa para él. Un jugador que, en la mayoría de países del mundo iría de homenaje en homenaje, tiene que andar por aquí reclamando su sitio con seis buenas paradas en un partido de trámite ante Macedonia. Pues que sea así. Imagino que Íker sabe que aquí en España, no basta con bajar una vez al infierno; en nuestra tierra sólo eres un verdadero héroe si te mueres o si eres capaz de sobrevivir a tres o cuatro caídas de esas de quedarte hecho fosfatina. E Íker lleva ya de esas unas cuantas y, como si fuera el coyote de Correcaminos, sigue en pie, quizás con el pelo algo chamuscado, pero vivo.
MOLT POC HONORABLE
Me está costando arrancar con esta Cabra después de un mes y unos días de vacaciones caprinas. Sobre todo porque han pasado tantas cosas desde aquel último artículo de finales de julio que no sabe uno por dónde empezar. Así que vamos por la vía directa: ¿Por qué en Cataluña nadie abuchea a Jordi Pujol cuando sale de su casa? Desde que estalló el escándalo Pujol he estado pendiente y, salvo tres o cuatro personas aisladas que han gritado algo a Marta Ferrusola, no he visto ni una sola vez en un aprieto callejero al presuntamente Molt Poc Honorable expresident de la Generalitat.
Vaya, no es que esté pidiendo yo que se le haga un escrache, ni, por supuesto, que se someta a ningún tipo de vejación a un anciano, pero habiendo reconocido que ha defraudado al fisco y habiéndose publicado que, presuntamente, se ha llevado a su casa cientos de millones de euros, me choca que no haya nadie que tenga el valor de gritarle ¡¡chorizo!!, o como se diga eso en Catalán. Porque tenemos ejemplos recientes de chillidos e insultos a políticos de diverso signo, o a la Infanta Cristina y a su marido, a los que se les ha pillado presuntamente con el presunto carrito de los presuntos helados. Pero, oigan, al Molt Poc Honorable, ni un solo epíteto para ponerle colorado. Y a mí, eso, me parece un síntoma más de lo enferma que está la sociedad catalana desde hace ya muchos años. Una enfermedad que creo que ha entrado en fase crítica desde que el, de momento, Molt Honorable Mas, abrió la caja de los truenos sin tener ni puta idea de cómo cerrarla.
¿Por qué nadie abuchea a Pujol? Pues porque mientras los líderes de la cosa no señalen claramente a Don Jordi como el “malomuymalo”, nadie va a tener el valor de mostrarse en contra de un símbolo catalán, no vaya a ser que le confundan con un españolista fascista fill de puta. Porque bien se encargan los nacionalismos excluyentes de provocar en sus ciudadanos ese miedo al que ellos llaman “prudencia” o “no me voy a meter en líos”.
Los nacionalismos hegemónicos y totalitarios siempre se basan en el miedo, en buscar la uniformidad y en reclamar al ciudadano demostraciones de adhesión inquebrantable. Y el que no se muestra así, es un traidor; alguien que no merece más que el desprecio de sus conciudadanos. Y a esa tarea de aislar al no afecto se dedican, por supuesto, los medios de comunicación. Los que están bajo el control directo de quien manda y los que viven de la publicidad institucional que saben que, si no hacen su trabajo, pierden el pesebre. También ayudan a señalar con el dedo al felón los que de un modo u otro maman de la gran teta, pero lo más sorprendente es que siempre en estas dictaduras o regímenes excluyentes, aparecen los que, sin ganar nada en ello, son furibundamente pro lo que sea. Son esas personas a las que los sistemas liberticidas les producen gran tranquilidad porque les reducen el número de incertidumbres.
No sé si habrán leído dos textos que, en los últimos días, a mí me han resultado muy significativos. Ambos protagonizados por dos personas catalanas, que aman su lengua y su nación. Uno es un artículo de la escritora Nuria Amat, titulado “Querido Orwell” que habla en El País de la exclusión a todos los que no son partidarios de la deriva independentista en la que ha entrado Cataluña. El otro es una entrevista, menos novedosa, pero también chocante, en la que Albert Boadella, también en El País, recuerda que él tuvo que huir de Cataluña tras el apartheid al que fue sometido por su desafección al Catalanismo de Pujol and friends. Boadella dice que el nacionalismo español no existe y que es absolutamente insignificante frente a otros nacionalismos como el vasco o el catalán.
Y en mitad de todo esto ayer el CIS hacía públicos los resultados de una encuesta en la que preguntaban a los españoles si estarían dispuestos a derramar su sangre defendiendo a España. Según ese estudio ni siquiera dos de cada diez españoles estaríamos dispuestos a ir a la guerra para defender a España de una agresión exterior. Ja.
Me hacen mucha gracia esas encuestas hechas con preguntas que están contestadas casi de antemano. Si tú hubieras preguntado por la pena de muerte al día siguiente del asesinato de Miguel Ángel Blanco, estoy seguro de que más de la mitad de España habría pedido el regreso del garrote vil. Del mismo modo hoy, a un país en paz no le puedes preguntar por algo que vemos lejano e imposible; ¿Una guerra por las calles de Madrid? Ni de broma. En España no hay un nacionalismo porque, gracias a Dios, llevamos mucho tiempo sin sufrir una agresión exterior. Países como Gran Bretaña, Francia, EEUU… Han sufrido invasiones y agresiones en el último siglo. Pero, mientras Europa se preparaba para luchar contra Hitler, nosotros estábamos matándonos unos a otros. Y, cuando dejamos de matarnos, el que ganó nuestra guerra se encargó de eliminar cualquier resto de la otra media España que perdió la contienda. Y de aquellos polvos vienen estos lodos.
Ahora, una cosa es esto y otra pensar que ese sentimiento de nación no nos saldría si sufriéramos mañana una agresión de fuera. ¿Imaginan a esos simpatiquísimos muchachos del estado Islámico reclamando para sí Al-Andalus y queriendo vestir con burkas a nuestras madres, mujeres e hijas? Pues no sé ustedes, pero yo que soy un tío pacífico y tolerante, si pasara eso, desde luego no me iba a quedar en mi casa esperando a que me pusieran mirando para la Meca.
http://elpais.com/elpais/2014/08/27/opinion/1409164594_027926.html
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/08/28/actualidad/1409242612_894325.html
YO NO DIMITO
Educar es un coñazo. Con perdón. Mira que me gustan mis hijos y mira que mi mujer y yo disfrutamos de ellos, pero lo de estar todo el día con la vara de mando en la mano tiende a ser una tarea poco grata para ellos y para nosotros. Y eso que, gracias a Dios, ninguno de nuestros herederos ha dado un problema. Son tres hijos sanos, cariñosos, buenas personas y correctos estudiantes. Y a mí, por lo menos, me parecen guapísimos, pero eso creo que entra dentro de la pasión de padre.
A lo que voy es a que, sin ser hijos problemáticos, y siendo los tres del mismo padre y la misma madre, tienen una madera muy parecida, pero los tres son diferentes y van planteando retos y dilemas que te hacen tener que estar siempre con la oreja tiesa como los perros.
Es una pesadez, pero yo, como les digo frecuentemente a mis hijos, no pienso dimitir. Vaya; que en los entornos de la adolescencia un hijo está deseando que sus padres tiren la toalla y dejen de darles la brasa sobre horas de llegada, amistades de las que se rodean, lugares a los que van, tiempos que dedican a las maquinitas, recogidas de cuartos, finalización de deberes…
Y, en esos años difíciles en los que tus padres te parecen una mezcla de Pantuflo Zapatilla y Adolf Hitler, una fantasía adolescente es que los progenitores suelten correa y se conviertan en coleguis de los hijos. ¿Qué pasa tron? Y ya saben mis hijos que eso, con nosotros, se siente, no les va a pasar. Aunque nos equivoquemos.
Porque el tópico ese de que los niños no vienen con manual de instrucciones es cierto. Pero lo malo no es que no lo traigan; es que, frecuentemente el libro de instrucciones que has ido escribiendo con la educación del primero, te lo puedes introducir por el recto con la del segundo y con la del tercero. Y no sé si con el cuarto porque mi mujer y yo echamos el freno al llegar a familia numerosa.
Pero hay que aceptar que nos tenemos que equivocar. Y los errores que cometes en los primeros años son diferentes a los de los últimos, pero sigues teniendo la sensación de que educar es tirarse por una pendiente resbaladiza en la que uno lleva en brazos al hijo y tiene que mantenerse en pie como sea. Claro que hay accidentes y, cuando te caes, haces todo lo posible porque el hijo que llevas en brazos no sufra un rasguño, pero te levantas, coges otra vez al churumbel y te metes de nuevo en la pendiente.
Y como sucede en las atracciones de feria, cuando uno está bajando y subiendo a veces lo pasa mal, pero te acaba gustando y, en estos primeros 20 años de los hijos, uno deja de ser cualquier otra cosa y pasa a ser, principalmente, un Padre. Y por eso, a pesar de los disgustos que nos puedan dar, a pesar de las mil atenciones que requieren, uno, cuando pasa por la experiencia de la paternidad, sabe que si hay algo por lo que mataría y por lo que se dejaría matar, son sus hijos.
Yo llevo revuelto unos meses con la noticia del cáncer del hijo de unos muy buenos amigos. Parece que está evolucionando muy bien y que los pronósticos de los médicos apuntan a una curación completa, pero, inicialmente, en esos primeros momentos del mazazo, nadie se atrevía a dar a los padres un mensaje alentador. Y en aquellos días de la peor incertidumbre, mi mujer y yo sentimos como nuestro aquel dolor de nuestros amigos porque pensábamos en que le pasase eso a uno de nuestros hijos y no éramos capaces de imaginar el desconsuelo.
Hace unos días, a otros amigos les dieron un tremendo susto. Le extrajeron a uno de sus hijos un pequeño tumor que parecía maligno. Después de unos días de la peor angustia, los resultados dicen que el tumor no tiene importancia y que, tras una recuperación penosa, todo volverá a la normalidad. Yo, la verdad, no soy mucho de llorar, pero cuando ayer mi mujer me dio la noticia de que el tumor era benigno, lo reconozco, me emocioné.
Porque mi mujer y yo creo que somos conscientes de la suerte que tenemos y vivimos intensamente nuestra relación con nuestros hijos y los disfrutamos. Pero noticias como estas te ponen en el sitio. Cuando piensas por un momento en pasar por el calvario que han padecido estos amigos, se te ponen los vellos de punta y te das cuenta de lo afortunado que eres. Y de lo frágil que puede ser esa felicidad si se te cruza un golpe inesperado en el camino.
Y yo no pienso dimitir como padre abrasante de mis hijos, pero, oye, igual bajo un poco el pistón. Si eso.
GENERALIZANDO
¿Somos los periodistas unos hijos de puta? ¿Son los funcionarios unos vagos? ¿Somos los andaluces gente poco seria y los empresarios unos explotadores? ¿Son los judíos avaros, los catalanes rácanos y los políticos unos corruptos?
Pues, hombre, todos no. No sé qué ocurre para que, frecuentemente, tendamos en las conversaciones poco importantes a meter en el mismo saco a todos los miembros de colectivos que están bajo sospecha. Y esto no lo digo como defensa de ninguno de ellos, sino como una constatación de que tendemos a pensar que lo que nosotros conocemos es lo general y solemos olvidar que puede que, más allá de nuestras narices, existan otros mundos sin conocer. Lo que pasa es que no es raro que esas generalizaciones escondan verdades que a los vilipendiados nos escuecen.
Digo esto porque hace unos días discutía con un familiar sobre los funcionarios. Estábamos cenando en mi casa y yo hablé de una persona con la que traté ese día que tuvo conmigo lo que yo califiqué como “comportamiento típico de funcionario”. Es decir; persona displicente, que te da la sensación de que le da lo mismo 8 que 80 y que no tiene el más mínimo interés en que tú, que eres su cliente, quedes satisfecho. Esa frase mía le generó un malestar sorprendente a este familiar que, por lo general, es un hombre ponderado y que se enfadó por el hecho de que yo metiera a todos los funcionarios en el saco de la vaguería, el desinterés, la desgana y la falta de profesionalidad.
Y es cierto que no TODOS los funcionarios son unos vagos e incompetentes, pero los empleados públicos deben asumir que, en unos tiempos de precariedad laboral tremenda y de paro inasumible para una sociedad supuestamente rica, el hecho de toparte con funcionarios vagos y/o incompetentes, te saque de quicio. Principalmente porque el vago y/o incompetente de la Función Pública, puede serlo hasta la jubilación sin temer que esté en riesgo su puesto de trabajo. Sé que ha habido ERES y recortes bestiales, pero es tristemente cierto que al funcionario vago y/o incompetente no se le puede echar ni con aguarrás.
También es verdad que no todos los periodistas somos unos hijos de puta. Pero yo, como periodista, debo asumir que a mucha gente le indigne el periodismo de pornografía sentimental que despelleja a seres humanos. Tengo que entender que genere rechazo la ligereza con la que en ocasiones acusamos, la falta de rigor con la que se hacen numerosas informaciones o la infinidad de noticias inciertas que se rectifican con un textito de 5 líneas, cuando a la información equivocada se le dio una portada a 4 columnas con foto del susodicho.
Y en ese saco de las generalizaciones debemos aceptar cada uno la parte del palo de la vela que nos toca sujetar. A mí me molesta mucho que se diga que los andaluces somos gente poco seria, pero, claro, luego ves cómo hacemos las cosas y te deprimes, porque a los que nos dicen eso les damos la razón casi a diario. Cuando constatas la cantidad de personas que hay viviendo de la sopa boba y la alegría con la que se reparte sin excesivo control el dinero público, tienes que bajar la cabeza y callarte.
Eso por no hablar de otro colectivo al que le cae últimamente la del pulpo; el de los políticos corruptos. Pero claro, mira uno las portadas de nuestros periódicos de los últimos 30 años y te das cuenta de que, en España, el que la hace, casi nunca la paga y que infinidad de políticos que se lo han llevado muerto se fueron a sus casas con algo de vergüenza en el orgullo, pero con el riñón bastante cubierto. Y, queridos políticos, si alguien generaliza con ustedes, se siente.
Estará muy mal generalizar, pero yo voy a terminar con una generalización que hizo anoche un amigo mío en otra cena mientras hablábamos de nuestras hijas, pre y post adolescentes. Dijo mi amigo: “Joder, es que nuestras hijas están poseídas por sus pelos”. Yo no pude terminar el trago de cerveza que me estaba llevando al gaznate porque estuve a punto de morir atragantado del ataque de risa que me entró. Generalizo y fantaseo: si el tiempo que, en los últimos años, ha dedicado mi hija la mayor al cuidado de su pelo lo hubiera entregado al entrenamiento de cualquier deporte, habría estado hoy muy seriamente en el camino de ser olímpica en Río 2016.
DECISIONES
Hay decisiones que uno toma en la vida casi sin pensar. A mí me pasó cuando tenía 8 años. Llevaba meses haciendo la colección de estampas de la Liga y, como sucede siempre con estas colecciones, cuesta mucho más conseguir los cromos de los jugadores de tu ciudad que los de otros equipos. Yo tenía siete Asensis, cinco Pirris, cuatro Rexachs y yo qué sé cuántos jugadores de distintos equipos españoles. Sin embargo se me resistían los del C.D Málaga.
En concreto era casi imposible encontrar al portero Deusto y se estaba convirtiendo para mí en una obsesión. No conseguía ni que me tocara al comprarlo, ni encontraba ningún amigo que me lo cambiara por otros cromos. Hasta que un día, con la suerte proverbial que me caracteriza, lo encontré, por decirlo de algún modo.
DEUSTO ENTRE ORINES
Estaba en clase de matemáticas y me dieron ganas de hacer pis. Pedí permiso al profesor y me fui al baño. En aquel entonces había unos enormes urinarios de loza blanca y, al llegar al mingitorio, mientras me abría la portañica, creí estar sufriendo una visión. Allí, empapado de orines, pero todavía perfectamente identificable, estaba el cromo de Deusto. Podrán imaginar las dudas. Yo nunca he sido muy melindroso, pero, la verdad, meter la mano allí abajo para sacar un cromo que para siempre iba a oler a pis, me daba cierto reparo.
Pero las ganas de terminar mi colección y el pensamiento infantil de que Deusto no merecía pasar ni un minuto más entre meados, me hicieron tener el arrojo para salvar de las micciones al portero de mi equipo. Con un sentimiento que oscilaba entre el muy glorioso Cid Campeador y el de payaso tonto de un circo metí la mano y di por terminada mi colección de la Liga 72-73.
Pero estas son, en realidad, las decisiones más fáciles de tomar. Otras, en cambio, te tienen días angustiado sin saber si haces bien o no, aunque se trate de una cosa sin importancia. Nos sucedió anteayer a mi mujer y a mí viendo las noticias. Llevábamos días dándole vueltas a una decisión que afecta a nuestra familia. No es algo muy importante, pero lo tenemos ahí, en la parte oscura del cerebro en la que se colocan algunas cosas que te angustian aunque no sean para tanto.
ISRAEL-PALESTINA UN CONFLICTO ETERNO
Y se nos quitó la intranquilidad de sopetón cuando escuchamos la terrible noticia sobre la “orden” del ejército israelí de que 100.000 palestinos abandonen sus casas en Gaza porque las van a bombardear. Joder. Pero ¿cómo decide uno en este caso? Yo creo que, si fuese palestino y estuviera solo en el mundo, me quedaría en mi casa, pero ¿quién pone en riesgo la vida de sus hijos en una situación tan absurda como la que se ha generado entre Israel y Palestina?
Sé que es un asunto difícil de entender desde fuera y que hay un encono de siglos, pero yo, sin ser en absoluto antisemita, en este caso creo que tienen más razón los palestinos que los israelíes. Y no hablo de comprender, ni justificar a los terroristas integristas, en absoluto. Pero creo que la solución al drama de estos dos pueblos requiere de una grandeza de espíritu que no muestran los palestinos más radicales. Tampoco la tienen, desde luego, los israelíes más implacables.
YO NO FIRMO MANIFIESTOS
Por eso, ante decisiones como la de esos miles de padres y madres palestinos en estas horas de horror, uno piensa en otras decisiones y te parecen una memez de campeonato. Por ejemplo, la que tiene por delante nuestro presidente del gobierno respecto al reto constante de Artur Mas. Y, por si Rajoy duda, hay gente dispuesta a ayudarle. Imagino que sabrán que ha habido un grupo de notables que han firmado un manifiesto llamado “Libres e Iguales” pidiendo que el Estado deje de estar a la defensiva frente a los desvaríos nacionalistas.
A mí, salvo por lo de que pidan dinero al final del escrito, me parece impecable, aunque yo no soy mucho de manifiestos. Vamos, como dicen mis hijos, no voy a “ir de motivao”; nadie me ha pedido que lo firme, pero no sé si lo habría hecho porque, en estos casos, siempre dudo. Porque uno sabe cómo empiezan los manifiestos, pero no dónde y cómo acaban.
Yo tengo comprobado que en cualquier grupo humano hay indefectiblemente un 5 por ciento de capullos. De manera que, entre los firmantes iniciales del manifiesto, hay dos y medio que, muy probablemente van a salir rana o son ya ranas de nacimiento. Y claro; tú firmas el manifiesto y pasado mañana le hacen al mentecato en cuestión una entrevista sobre el asunto y suelta una tontada y parece que los 50 firmantes hayan dicho la majadería al unísono. Y oigan, pues miren, no apetece.
Pero me parece bien que cincuenta personas relevantes hayan dicho lo que muchos llevamos pensando, o diciendo en voz más o menos alta, desde hace mucho tiempo. Que vale ya, hombre. Que lo del Mas este es para que se analice en los libros de historia, porque no recuerdo yo en los últimos tiempos en España ningún político que, de una manera tan obvia, haya metido a los suyos en un callejón sin salida y lleno de gatos hormonados con las uñas afiladas.
Y yo, ¿qué quieren que les diga? Pues estoy con los del manifiesto. Si yo fuese Rajoy, ante la negociación con Mas, tiraría tan por la calle de en medio como con el cromo aquel que rescaté de entre los orines. Sólo que Rajoy sería yo, el cromo de Deusto sería España y, ¿a que no adivinan a quien le adjudicaría el papel de pis? Pues tiene también tres letritas y termina con s. Y no digo más.
LO NORMAL
No, si eso es como tó; lo normal. Quienes hayan sido, como yo, fans de Gomaespuma, conocerán sin duda esta frase que ellos utilizaban frecuentemente para reforzar el asentimiento frente a su interlocutor. Y recuerdo a mis ídolos Fesser y Cano porque en esta semana pasada he tenido esa frase en la boca varias veces al ver lo que estaba sucediendo en Estepa con decenas de vecinos ejerciendo el intento de linchamiento de varias familias de supuestos ladrones. Puedo entender el enorme cabreo de la gente de esta localidad sevillana ante la impunidad con la que entran y salen de las comisarías y los juzgados personas a las que una legislación garantista deja en la calle con decenas de denuncias a la espalda.
No me parece casual que lo de Estepa haya sucedido en la misma semana en la que la Audiencia Nacional ha hecho pública una de las sentencias más disparatadas que yo he leído en los últimos tiempos. Ya se ha comentado hasta la saciedad esa decisión de absolver a 19 de los 20 manifestantes que, junto a otros cientos, bloquearon la entrada al Parlament Catalán el 15 de junio de 2011. Y al único condenado, no crean ustedes que le ha caído una pena muy dura; una faltita por pintar con un espray la espalda de una diputada. Imagino que en la absolución ha influido el hecho de que había solicitudes de pena excesivas (hasta de cinco años) y las dudas que tenía el magistrado ponente sobre la autoría directa de los 20 acusados. Lo malo es que, para absolver a esos 19 ciudadanos, el juez Ramón Sáez Valcárcel dice cosas que acojonan.
Este magistrado es uno de los cocos de la derecha en España y ha tenido ya actuaciones y artículos que han recibido palos tremendos desde la prensa y los tertulianos más conservadores, pero yo le he leído algunos artículos muy interesantes y reflexiones bastante bien fundamentadas. Pero claro, llega el señor Sáez Valcárcel, te sale en esta sentencia con unos argumentos perrofláuticos y te desarma a la hora de poder defenderlo en las próximas ocasiones en las que desbarre un poquito. Porque el magistrado viene a decir cosas como que si uno quiere que su protesta sea eficaz tiene que pasarse siete pueblos. O que al estar los medios de comunicación en manos de una élite privada y partidista, los ciudadanos cabreados no tienen otro cauce más que el de montar pollos. Que, vaya, Valcárcel no es tan mayor e imagino que sabrá que, ahora mismo, cualquiera sin un medio masivo a su servicio puede llevar el mensaje que desee a millones de personas haciendo un buen uso de las redes sociales.
Pero esto no es lo importante. Lo que a mí me parece terrible es que una sentencia así abre la puerta a que, los que decidan tomarse la justicia por su mano, se sientan amparados de ahora en adelante. Si un juez de la Audiencia Nacional dice cosas así en una sentencia, ¿quién puede hoy criticar a los vecinos de Estepa que llamaban a gritos al linchamiento de varias familias gitanas? Es obvio que no es lo mismo ir a quemar unas casas que ir a amedrentar a unos parlamentarios que pretendían hacer recortes sociales, pero, ¿quién es el que establece los límites? Porque aquel día en el Parlament no pasaron más cosas porque había casi más policías que manifestantes. Y a pesar de la presencia de los agentes, hubo agresiones físicas leves, coacciones verbales evidentes y los manifestantes desaforados provocaron en muchos de los políticos una sensación de miedo cerval. ¿Puede esto considerarse el ejercicio ciudadano del derecho a la manifestación y a la libre expresión? Yo creo que no. Del mismo modo que es inaceptable que estos vecinos de Estepa decidan que ha llegado el día de que los chorizos se enteren de lo que vale un peine. Es cierto que quema la sangre ver la impunidad con la que se mueven determinados delincuentes, pero si empezamos a abrir la puerta a los linchamientos estamos aviados.
Porque puede haber muchos jueces y fiscales que cometan errores y policías que no hagan bien su trabajo, pero qué quieren que les diga, prefiero vivir en un sistema garantista en el que pueda haber cien malos en la calle a cambio de que no haya ni un solo inocente en el trullo. Y, desde luego, prefiero que me juzgue un magistrado profesional, por mucho que de vez en cuando se le vaya la pinza, a que mi vida y mi hacienda estén en manos de manifestantes como los del Parlament o de vecinos gritando con la vena a punto de explotar y con una lata de gasolina en la mano.