Lo juro. Lo más cercano a un tratamiento de belleza que me he hecho en mi vida es cortarme las uñas. Qué manía con ese apostolado de la cirugía estética y esos arreglillos para mejorarse el careto. A mí me parece muy bien que cada uno haga con su cara, sus tetas, su abdomen o sus nalgas lo que le venga en gana, pero a mí que me dejen en paz. El otro día estuve con un grupo de amigos y 4 de los 5 que estábamos en la mesa se habían hecho algún arreglo en la cara recientemente. Uno de ellos era un hombre.
Y me hablaban de hilos de oro, y de otros que no son de oro y se reabsorben, y de toxina botulínica y de cremas de diversos sémenes de variados mamíferos que deben dejarte las mejillas como a la cerdita Peggy. E insisto, me parece fenomenal y en 3 de los casos jamás habría dicho que se habían hecho nada, o sea, que mi enhorabuena al cirujano. Pero yo ni me he hecho nada ni se me espera.
Cuento esto porque recientemente acudí a una fiesta de antiguos compañeros de A3 para celebrar que hacía 25 años que nos embarcamos en aquella locura de abrir una televisión. No era nada oficial, sino un reencuentro de viejos amigos con los que compartí días estupendos y algún que otro día gris. Y me encantó verles a todos, con sus arrugas, sus calvas, sus kilos de más o de menos… Todos 25 años más viejos, pero reconocibles.
Por lo menos 20 personas de las 200 y pico que acudieron, me hicieron a lo largo de la noche la pregunta: “¿Y tú qué te has hecho?” La primera vez que oí la cuestión, pensé que me preguntaban sutilmente por alguna autoagresión que me había dejado en un estado lamentable. Pero no. La pregunta iba por la deriva de la estética quirúrgica y, cuando contesté que qué coño me iba a haber hecho, la respuesta fue: “¡¡¡Sí vamos!!! ¡¡Si no tienes ni una arruga!!”
Hombre. Vamos a ver; no estoy como doña Rogelia, pero sí que tengo arrugas, y alguna cana. Y como 15 kilos más de los que tenía cuando arrancó Antena 3. Vaya, que no me quejo de cómo estoy, pero, si miran las fotos que aquí acompaño comprobarán que desde el 98, que es el año de la foto de la izquierda, hasta el 2015, que es la foto de la derecha, sí que he cambiado algo. Y ahí estoy, con mi aroma de Patrics; que se me noten los años.
Que prefiero eso a lucir la cara de máximo estupor que se les pone a algunos que se han pasado con el estiramiento facial y da la sensación de que van continuamente por la calle sorprendiéndose de que alguien les ha introducido un dedo por el recto. O eso, o el rostro estupefacto lo tienen porque estuvieron viendo íntegramente el Debate del Estado de la Nación, que es algo que te deja cara de entre sorpresa, cansancio y ganas de darle a alguien dos leches.
Disculpen el cambio de tercio, pero qué penoso me ha parecido lo del Debate de este año. Sobre todo el primer día, daban pena y rabia el gobierno y la oposición. Hay que reconocer que Rajoy recibió un país cerca de la quiebra y hoy parece que ese riesgo está lejos. Y este gobierno ha hecho muchas cosas bien. Pero no es posible que pretendan que la gente olvide qué recortes se han hecho y por lo que hemos pasado trabajadores y empresarios, parados y jubilados y la ciudadanía en general en los últimos seis años.
En España, en estos seis años, han gobernado los dos partidos políticos que se han convertido en el motivo de cabreo para casi todo el país. Por eso no se entiende que Pedro Sánchez se líe a darle palos a Rajoy como si su partido no tuviera nada que ver en la ruina que nos ha caído encima a los españoles. Y, mientras en la calle se cuece un caldo con un poco de Ciudadanos y otro poco de Podemos, ahí estaban ellos a su bola.
Unos (PP y PSOE) soltándose de todo menos bonito, otros (IU y UPyD) intentando sostenerse ante el empuje de los nuevos y otros (porque seguro que Villalobos no era la única) jugando al Candy Crush. Joder; disimulad un poquito. Hay miles de personas que juegan con el ordenador en sus trabajos. Pero vosotros sois los representantes de un pueblo quemado por la crisis, harto de políticos que están en Baqueira cuando se han llevado, que se sepa, 43 millones de euros a Suiza y podíais, por lo menos, hacer el paripé y que nos dé la sensación de que los que hablan de vosotros como la casta lejana no tienen razón.
Seguís sin enteraros de qué va la vaina. Del hastío profundo que le provocáis a la mayoría del pueblo. Visto con algo de distancia, la sensación que transmitían Rajoy y Sánchez en el Debate era la misma que provocan los cerdos cuando están en el matadero, en la cola para que los apiolen. Los gruñidos estridentes de los que van entrando y el instinto de supervivencia van provocando el estremecimiento de los que llegan. Los pobres puercos se agitan, se ponen nerviosos y si dejas a dos solos, se acaban peleando.
Con todos mis respetos, Rajoy y Sánchez eran dos marranos esperando y oyendo los berridos que suenan en la calle. Porque hay dos matarifes que responden al nombre de Pablo Iglesias y Albert Rivera que manejan el cuchillo cosa mala y que han sabido apropiarse de ese cabreo para crecer.
Y ya saben que a mí uno de ellos, el de Ciudadanos, me genera cierta ilusión, pero el otro, el de Podemos, me hace pensar que, como lleguen al gobierno estará complicado que se cumpla el sueño infantil de mi hija la mayor. Cuando Paula tenía seis años un día le preguntó un amigo que había venido a cenar a casa: “¿Y tú qué quieres ser de mayor?” Ella, en una declaración de intenciones plena de visión de futuro, dijo: “¿Yo? Jubilada”.