ADHESIONES INQUEBRANTABLES

Este es el nombre de una de las secciones del magnífico programa que, cada día, hace Carlos Herrera en Onda Cero. En ese espacio, los oyentes cantan las virtudes del programa y alaban de manera hiperbólica al locutor almeriense y a todos sus colaboradores. Como el Herrera es un cachondo, disfruta, con la fina ironía que le ha hecho imprescindible, rebozándose en unas muestras de entusiasmo que no creo que le haya prodigado ni su señora madre.
Eso pasa mucho cuando uno sale por la tele o tiene cualquier actividad pública; frecuentemente la gente buena, al verte en persona, siente la necesidad de decirte cuán magnífico eres y puedes llegar a vivir situaciones abochornantes ante una cascada adulatoria para la que, en general, los humanos no estamos preparados. Por eso hay tantos famosos y dirigentes con exceso de poder a los que se les va la pinza. ¿Saben ustedes lo que es estar escuchando todo el día que eres el mejor, que, sin ti, la empresa, el equipo, el programa, el país… se irían a la porra? No es raro que muchos se lo acaben creyendo y vivan en la ficción de que, verdaderamente, el mundo es un sitio mucho mejor gracias a su intervención o a su mesiánica presencia.
Eso se hace especialmente obvio en los países que viven bajo dictaduras personalistas; esas adhesiones inquebrantables a Franco (se podían leer casi a diario en cualquier periódico de la época y hoy dan mucha risa), a Fidel Castro, a los que fueron líderes de la URSS, a Pinochet o, más recientemente, al cuasi dictador Hugo Chávez. Esto lo digo lleno de respeto por los muertos, pero toda la suerte de alabanzas a Chávez en sus funerales y la pinta que llevaba Maduro parecía calcada de las viñetas de Antofagasto Panocho, el mítico dictador que protagonizó algunas aventuras de Mortadelo y Filemón.
Ese es un tipo de adhesión. Hay otras que generan parecido bochorno, aunque no se hagan directamente al jefe de uno. Son las frases que uno suelta para quedar bien ante un grupo. Cuando alguien quiere demostrar que nadie hay más “proloquesea” que el declarante. Y nos encontramos con casos tan acongojantes como el del nuevo fichaje del F.C. Barcelona, el brasileño Neymar da Silva Santos. Parece mentira que una de las primeras cosas que ha dicho el muchacho en España haya sido que habla mejor catalán que castellano. Para empezar, no creo que, hasta que sonaron en su oído los cantos de la sirenita blaugrana, hubiera sabido Neymar que había un idioma llamado castellano. Porque, el único país del mundo en el que existe el idioma castellano es en España. En el resto del mundo, fíjate qué cosas, oye, nuestro idioma se llama español. Pues bueno, la cuestión es que claramente al mozo le debieron aleccionar y asesorar sobre tan delicado asunto, no fuera a ser que se equivocara. Y, como pasa siempre con estos casos en los que uno quiere acertar para ser bien recibido, mostró una adhesión inquebrantable a la noble lengua catalana y a todos sus usuarios. Son esas mamonadas que acaban haciendo parecer naturales cosas que no lo son. ¿Es normal que en una final ganada por el Barça no haya ni un solo jugador que tenga el valor de mostrar una bandera española? Yo creo que es raro raro. Sobre todo porque estoy seguro de que el adorable Iniesta se siente más español que el Mío Cid. Pero cuando el Barsa gana, el manchego, para que no le abucheen tiene que gritar ¡¡Visca El Barsa y Visca Catalunya!! y, para que no le maten en su pueblo ¡¡Viva Fuentealbilla!! Pero ni se le ocurre gritar ¡¡Viva España!!, no vayan a pensar allí que es un fascista imperialista con ansias de invadir Cataluña por el Sur. Lo malo es que estas cosas nos parece que no tienen consecuencias. Pero claro que las tienen. Desde hace mucho tiempo hay situaciones que uno no entiende y vamos desgraciadamente a peor. Que Zanussi, Parmalat o Teka cuando patrocinaban al Madrid, no vendieran ni una escoba en Cataluña era absurdo. Tanto como que un amigo mío, que se vino a vivir a Madrid, tuviera que vender su coche porque su matrícula era B-0435-VB. Y claro, tal provocación, alteraba las conexiones cerebrales de determinados ultras que le destrozaban el coche cada vez que lo tenía aparcado cerca del Bernabéu en días de partido.
Hombre, no digo que Neymar tenga nada que ver con los cretinos que convierten el fútbol en algo que va más allá y puede justificar una pelea, pero declaraciones como la suya dejan claro que en ese mundo hay muchísima anormalidad. La suficiente como para que un muchacho de 21 años recién llegado a una ciudad ante la pregunta tontorrona de “¿en qué idioma te defiendes mejor; en castellano o en catalán?”, responda tontamente también diciendo que se defiende mejor en catalán. Pues hala, Neymar, como diría el maestro Llach: “que tinguis sort i que trobis el que t’ha mancat en Brasil*.”
Y me van a perdonar, pero me voy al Congreso de los Diputados a meterme un pelotazo, antes de que a nuestros padres de la patria, pobrecillos, les suban el precio de los Gin-Tonics.

(*) Basado en la canción “Que tinguem sort” de Lluis Llach. Esta versión libre viene a decir: “Que tengas suerte y que encuentres lo que te ha faltado en Brasil”. Que Lluis Llach me disculpe la chorrada…

LOS QUE LE ECHAN MORRO

Anda que se ha cubierto de gloria la Cospedal. Con lo mona que habría estado callada y tiene que dar un paso al frente (al menos eso le honra) para defender a Camps y Barberá del “ataque” de un juez (eso ya le honra un poquito menos). Hablo del caso Noos; el juez ha anunciado que observa indicios de delito en la conducta de ambos mandatarios al contratar a las fundaciones de Urdangarín. Y a la Secretaria General del PP eso le parece mal, porque con esa decisión “se trata de perjudicar a personas con responsabilidades públicas”.

Y no sólo eso; para defender a sus compañeros de partido doña Mª Dolores dice que “esos eventos se hicieron y se vieron”. Sí, maja, pero ¿a qué precio? Si voy yo con mi empresa a ver a doña Rita Barberá pidiendo las millonadas que pedía Urdangarín (y se las daban), a la alcaldesa de Valencia, en caso de haberme recibido, le habría salido una hernia inguinal de la risa. Pero es que el marido de la Infanta llegaba, pedía una millonada por tres mamarrachadas y se la daban mientras babeaban y tocaban la chepa del Duque demediado.

LOS PELOTAS DE URDANGARÍN

Ya he dicho aquí en varias ocasiones que, para mí, el principal problema del caso Urdangarín no es el yerno del Rey, sino la cantidad ingente de imbéciles que, desde sus cargos públicos, utilizaron el dinero de todos para adorar al Santo por la peana. Oséase; hacerle la pelota al Rey vía su yerno. Pero en España, me decía el otro día mi amigo Pepe Jordana, tenemos una especie de indolencia que nos impide pedir la guillotina para los políticos que nos roban o que, como parece en este caso, hacen con el dinero público un “carmencalvo”; vaya, que, como no es de nadie, lo gastamos bobamente.

No sé por qué con los políticos corruptos o malgastones somos tan blandos, porque cuando hay delincuentes como nosotros, de la plebe, a los que han pillado de algún modo con el carrito del helado, vamos en legión a la puerta de la comisaría a llamarle al susodicho “hideputaaaaa” o cosas peores, aunque no conozcamos de nada ni al malo ni a su víctima. Insisto en que no quiero defender a Urdangarín, que tampoco es plebe, pero todos esos que iban al juzgado a ponerle de chupa de dómine, ¿por qué no van a las sedes de los distintos gobiernos que le han soltado la pasta a pedir dimisiones?

 

Yo creo que esa falta de respuesta ante los políticos que nos roban es porque, en el fondo, nos parece que lo de echarle morro no está tan mal. Mira que soy católico, pero creo que en este aspecto, los países protestantes nos llevan mucha delantera. Yo no digo que en países de tradición protestante no haya políticos y gestores de la cosa pública que le echen cara y hagan de su capa un sayo, pero es un tema de porcentajes. En esos países probablemente, el porcentaje de personas que le echan morro y que, si les dejaran, abusarían debe ser de un 20 por ciento. En España, por desgracia, yo creo que ese 20 por ciento es el de las personas que, pudiendo, no meterían la mano en la caja o no malgastarían.

Lo malo es que, de todos los que han robado o malgastado en España ¿Cuántos han tenido un encuentro con la ley? Y de esos ¿Cuántos han recibido condenas? Y de esos ¿Cuántos han devuelto el dinero? Probablemente nos deprimamos al ir respondiendo estas preguntas con la certeza de que aquí los políticos irresponsables no pagan jamás por sus desmanes.

Pero es que, en algunos aspectos, somos un país de pandereta. No sé cuántos de ustedes tendrán un vecino moroso en sus casas. Nosotros tenemos la desgracia de tener uno que debe a la comunidad recibos por valor de 6.000 euros. Él vino a la última reunión con cara de pena diciendo que lo lamenta muchísimo y que va a pagar en cuanto pueda.

Desde entonces me he ido fijando y el tío, con dos criadillas, tiene 3 coches. Su mujer utiliza un descapotable que nosotros no nos compramos porque me dijo mi santa esposa que no nos lo podíamos permitir. ¿Saben qué modelo de coche tiene el hijo del moroso? Un Audi A3. ¿Y saben cuál es la marca de la maleta con la que le vi el otro día esperando un taxi en la puerta de casa? Louis Vuitton. Y de las buenas. ¿Y saben cuál es el décimo vecino (de 64) en consumo de agua caliente de la comunidad con sólo dos hijos? Pues el que no paga nada desde hace un año.

Lo malo es que, ante este ser humano, la comunidad no puede hacer absolutamente nada, excepto denunciarle. Yo, en una de las últimas juntas propuse que se le retiraran determinados servicios comunitarios y me dijeron que la ley impide que se haga eso. ¿Cómo podemos hacer leyes tan estúpidas que protegen al que le echa morro frente a los cumplidores? Pues porque no nos parece mal que haya abusones.

Por eso en cualquier país serio del mundo si uno firma un cheque sin fondos o da un pagaré falso se le cae el pelo. Aquí en España no pasa nada e, incluso, si llamas chorizo al que te ha estafado te puede ganar una demanda por atentado a su honor.

Que, recórcholis, ahora que lo pienso. A ver si mi vecino me va a demandar por contar que es un moroso. Pues hala, estimado deudor, como dicen los famosos de medio pelo que salen en el Sálvame: “Dejo el tema en manos de mis abogados (un famoso de medio pelo que se precie JAMÁS tiene sólo un abogado). Nos vemos en los tribunales.”

LOS SOPLAPENES

Y empiezo así de fino porque los analistas de blogs me han insistido mucho en que está muy feo comenzar un post con un taco. Y, claro, escribir LOS SOPLAPOLLAS en mayúsculas, negrita y tipo de letra Cambria al 20, puede resultar muy agresivo.

Pero es que a mí me generan algo muy parecido a la agresividad esas personas que tienen tendencia natural a complicar las cosas y a generar situaciones tensas cuando puede uno conducirse de manera mucho más tranquila. Y, vaya, yo no es que sea Mahatma Gandhi, pero me muevo mucho mejor en ambientes tranquilos que en el estrés.

En este blog he dedicado numerosas líneas de mis Cabras a hablar de este tipo de personas; políticos de diverso color, el dúo Florentino-Mou que, como era de esperar, ha acabado en divorcio, o los que van por la vida dando por hecho que ellos merecen un trato diferente a los demás y que pueden tocar las narices al personal sin mancharse ni una mijita. En fin toda esa especie humana que cree que son mucho más listos que nosotros; los pobres tontos a los que vivir no se nos da tan bien como a ellos. Vaya por Dios.

Un ejemplo perfecto de esto que digo son algunos de los que se sientan cada tarde en el tendido 7 de Las Ventas. Yo soy muy aficionado a los toros y tengo que sufrir frecuentemente a estos señores que van a la plaza con la mala leche encima y dispuestos a compartir con los demás su úlcera de duodeno o sus tremendas almorranas. Que una cosa u otra han de tener para explicar semejante mal humor cotidiano a media tarde. Los hay en ese tendido que entienden de toros, pero se mezclan con una caterva de panolis que creen, por ejemplo, que ir a la plaza con un pañuelo verde es una señal de distinción y de independencia frente al poder establecido. La cuestión es que, cada dos por tres, deciden fastidiarle la tarde al torero que pisa el ruedo y con cuchufletas, pitos, palmas a destiempo y frases extemporáneas hacen que triunfar en Madrid sea cada vez más difícil. Y, por si hay lectores que no sepan el por qué del pañuelo verde taurino, lo explico. Cuando un toro es inválido y no sirve para la lidia, el presidente de la corrida saca un pañuelo verde para anunciar que el toro se devuelve a los corrales. Yo respeto profundamente las diferencias de opinión e incluso me parece muy bien que cada uno vaya a la plaza con lo que le dé la gana, pero reconozcamos que acudir a un espectáculo llevando un pañuelo verde anticipando que va a haber toros inválidos no es un buen indicio. Es como si alguien fuera al teatro con una redecilla de 2 kilos de tomates, por si los actores lo hacen mal. O como el que va a un concierto con tapones de corcho en el bolsillo para aislarse de unos previsibles desafines. Pues muchos de los del 7 van así a la plaza y están esperando que un toro pierda una mano, o que un torero dude, o que el matador ponga la muleta así o asá, para enseguida reprobarle con un pito, unas palmas de tango o gritando desgañitados: “¡Ponga usté bien la muletaaaaaaa!”.

Me van a perdonar, porque no quería convertir esto en un artículo de toros, pero me estaba saliendo sólo. Claro que no sé si es mejor eso que hacer otro post de fútbol para que me pongan a parir mi mujer y mis amigos no futboleros. Pero, siendo francos, a estas alturas, lo del Madrid, la salida del pesado de Mou y la convocatoria de elecciones del César Florentinus me aburre soberanamente.

No tengo en cambio esa desidia, lo reconozco, al hablar de la Consejería de Educación del Gobierno de Asturias y su soplapénica decisión de cambiar de nombre a las vacaciones de Semana Santa y Navidad para que dejen de tener molestísimas connotaciones religiosas. La consejera se ha debido quedar descansando después de tomar una decisión de tanto calado y que tanto va a ayudar a mejorar las estadísticas de fracaso escolar en su comunidad autónoma. Lo que espero es que sus próximos pasos no sean quitar la cruz de la bandera de Asturias o pedir que cambien el nombre del Hotel más famoso de Oviedo y deje de ser el “Reconquista” para pasar a ser el “Hotel de la Alianza de las Civilizaciones”, para no herir a los no cristianos que paseen por la capital asturiana. Menos mal que, al lado de soplapolleces como estas, de vez en cuando, la vida te da motivos para sonreír.

Me sucedió hace unos días paseando por la Gran Vía de Granada. Iba caminando distraído y hubo algo que llamó mi atención. Era un cartel discreto al lado de un portal y anunciaba a la Asociación de Viudas de Granada. No es que me haga gracia que haya viudas en Granada, Dios me libre, pero me pareció de una brillantez rayana en la genialidad el logotipo que han escogido para asociarse las mujeres que han perdido a sus maridos. No era un corazón roto, ni un ojo femenino llorando una lágrima, ni un árbol con las hojas caídas. No. Lo que escogieron fue un trébol de cuatro hojas. Las cabronas.

PERO, ¿DE VERDAD QUERÉIS ACABAR CON EL PARO?

Porque, sinceramente, majos, parece que no. No sé ustedes, pero yo estoy ya de discursos chorras de los políticos que no puedo más. Empiezo a sufrir urticaria cada vez que oigo esas promesas electorales o esas soluciones mágicas que a nuestros políticos sólo se les ocurren cuando están en la oposición. Pero, si de verdad quisieran generar más empleo, estarían haciendo más cosas concretas para facilitar la tarea a los empresarios. Porque, mientras no se demuestre lo contrario, los que generamos empleo en serio somos los empresarios. El empleo que generan el Estado, las autonomías, ayuntamientos y entes públicos, en un porcentaje muy elevado, son pesebres en los que acomodar a amigos, familiares y compañeros de partido caídos en desgracia.
Pero sigo con mi argumento, que me estoy desviando. Imagino que muchos de ustedes habrán abierto alguna vez un negocio, o habrán contratado en alguna ocasión a alguna persona. Ignoro cómo son esos procesos en el extranjero, pero en España son una carrera de obstáculos por un circuito lleno de clavos. Y en la línea de meta no hay una cinta de papel, sino un cadenón de esos que hay en el exterior de las catedrales que, claro, rómpelo alegremente con el abdomen como hacen los maratonianos cuando ganan una competición.
Les pongo ejemplos recientes y cercanos. El primero; el mío. Necesitábamos en la empresa a una persona que hiciera varios trabajos básicos de limpieza, un poco de jardinería, un poco de cuidado de un pequeño huerto… Y pensé que sería una buena idea contratar por unas horas a la semana a una persona con discapacidad de una Fundación con la que habitualmente colaboramos. No se pueden imaginar el calvario en el que se convirtió esta contratación. Para empezar, no había en el convenio de televisiones ninguna labor similar a esta. Teníamos que adaptar en la oficina yo qué sé cuántas cosas, rellenar innumerables papeles y contestar a incontables preguntas. Todo para hacer que la contratación de esta persona se demorase más de cuatro meses. 130 días en los que este joven dejó de percibir su salario y 130 días en los que no cotizó, ni mi empresa generó esa actividad. Un absurdo.
Un día, hablando con un amigo parapléjico, me quedé de piedra cuando me dijo que las leyes de accesibilidad laboral para personas con discapacidad estaban haciendo casi imposible que los discapacitados trabajaran. Es tal la cantidad de burocracia, reformas y adaptaciones que debe hacer una empresa para poder emplear a una de estas personas que, la mayoría de los empresarios, acaban por no hacer esas contrataciones. Otro absurdo. Como el de otra amiga que iba a abrir un restaurante. En España batimos el récord del mundo de exigencias para hostelería y le pusieron tantas trabas que acabó desistiendo. Es más; esta amiga, vino a vernos cuando vivíamos en Ginebra y nos dijo que, con las leyes españolas en la mano, el 90 por cien de los bares y restaurantes ginebrinos tendrían que cerrar sus puertas por tremendos peligros para la humanidad. Y, hombre, Suiza no parece que sea un país subdesarrollado en el que estén en riesgo las vidas de los discapacitados y del resto de la población.
Pero la medalla de oro y brillantes del esperpento se la otorgamos a otros amigos míos que llevan 5 meses pagando el alquiler de un local en el que pretenden abrir un restaurante y contratar a 8 trabajadores. Estuvieron más de tres meses haciendo gestiones para conseguir que se les diera la licencia de obras. De esos tres meses de ir y venir, 40 días fueron para que una funcionaria se dignara a estudiar el expediente. Tardó más la interfecta en redactar su informe que el arquitecto en hacer el proyecto. Y no digo que la culpa sea de la funcionaria, que quizás esté saturada de trabajo, pero, córcholis, pongan a más gente a trabajar en estos departamentos de los que depende que se genere actividad económica. Por otro lado los pobres llevan más de dos meses intentando que les tramiten la licencia de actividad y la de apertura. Imagino que no van a contratar a ningún discapacitado, porque se les podría dilatar el asunto por lo menos otros dos meses más.
¿Es que no hay nadie con un poco de cerebro que se dé cuenta de que esto es insostenible? Mis amigos llevan 5 meses pagando el alquiler de un local que no es precisamente barato con lo que, cuando abran, llevarán en el hoyo de las agujas media estocada que hará que su negocio tarde más en empezar a generar beneficio. Y, ya lo lamento por aquellos que nos odian a los empresarios y piensan que somos todos unos cabrones chupasangres, pero si un empresario no tiene beneficios lo normal es que acabe cerrando su negocio.
Y así estamos. Porque lo de ayer en el Parlamento confirma que nuestros políticos siguen con la cabeza en otra cosa. Rajoy viendo brotes verdes (qué gran frase aquella de la Salgado) y Rubalcaba describiendo a España como una especie de Mordor esperando a que alguien encuentre el anillo. Y, oigan, por mí como si se operan, pero si dedicasen un poquito más de tiempo a sentarse juntos y ver de qué manera hacen, de verdad, algo por el empleo, los parados, los discapacitados, los empresarios, mis amigos los del restaurante y yo mismo, les estaríamos sinceramente agradecidos.

VALE, ¿Y QUÉ HACEMOS?

Ya nos hemos dado cuenta. Menos mal. El gobierno de Rajoy, ahí está, como un marmolillo, ni p’alante ni p’atrás. El problema grave, lo que produce congoja, es que uno mira el percal y no encuentra a nadie que produzca la más mínima sensación de esperanza.
Por ponernos optimistas, podemos decir que es cierto, que en algunas cosas estamos mejor. Puede. Pero hay récord en millones de parados, continuos recortes y una tremenda decepción entre los que, votantes o no, confiábamos en que mejorarían a ZP. Se suponía que iban a ayudar al crecimiento, pero nos siguen friendo a impuestos, no nos dejan acceder al crédito y no permiten que los empresarios, es un poner, paguemos el IVA cuando hayamos cobrado las facturas.
Puede que estén haciendo cosas para ayudarnos, pero yo no me entero. Y no soy el único. O sea que, la verdad, no parece que nos lo estén contando muy bien. Hombre, hay que reconocer que un presidente del gobierno metido en un plasma, comunicar, no comunica mucho, pero más allá del canguelo a los medios de Rajoy, hay un evidente problema de comunicación en Moncloa.
Lo malo llega cuando uno mira el arco parlamentario, que dicen los cronistas cursis. Es que la contemplación de los que se supone que nos tienen que salvar de esto provoca, en plan fino, estupor y, en plan prosaico, acojone puro.
Quito de en medio a UPYD. Creo que, con sus cosillas, sus errores, sus salidas de pata de banco, son de lo poco coherente y más o menos limpio que hay en el Parlamento. Y la prueba es que los ponen a parir unánimemente todos sus rivales políticos. Pero, claro, es que jamás han tocado pelo y, cuando pienso en ellos frente al gobierno de la nación me pregunto:
¿Tienen equipos para gobernar?
¿Tienen suficiente gente lista para llevarse y sostener una mayoría de 176 diputados?
¿Se volverán como los demás cuando entren en La Moncloa y tengan que empezar a gestionar la millonada de los Presupuestos Generales del Estado?
Y no sé qué responderme. Lo de que tengan equipos para gobernar, puede que sea poco problemático si llevan más o menos definido con quién contarían para formar un gobierno. Lo de que sumen suficiente gente lista podría no ser un problema; llevamos muchos años siendo gobernados y legislados con la sensación de que, en el Parlamento, no cabe un tonto más. Y lo de que se vuelvan raritos al gobernar, pues hombre, no lo sabremos hasta que les toque. Por lo menos no tienen la malísima pinta de otros. Porque si, por ejemplo, los comparamos con Izquierda Unida, los de UPyD salen ganando por goleada. No sé si recuerdan el papelón que tuvo que hacer hace unas semanas Cayo Lara para explicar que no pasaba nada por el hecho de que su coalición, en Madrid, tenga una deuda con Hacienda y la Seguridad Social de más de 2 millones de euros.
Dios. Lo de la viga y la paja, con perdón. Pero es que a un político no hay nada como tocarle un poco las narices para que le salga a borbotones la absurdez que lleva dentro. Cayo Lara defendiendo el impago, o la alcaldesa de Valencia Rita Barberá indignadísima con Montoro por hacer inspecciones fiscales a las comisiones falleras justo antes de Las Fallas. Coño, doña Rita indígnese, si procede, con los falleros que incumplan, si es que incumplen. Pero no critique al Ministro de Hacienda por hacer su trabajo. Porque, ¿cuándo quiere que vaya a ver si encuentra que las facturas se corresponden con lo pagado? ¿Cuando el fuego haya consumido ya los materiales, se hayan lanzado los cohetes y se hayan tomado los alimentos y las bebidas?
Pues yo qué quieren que les diga, Montoro, con esos ojillos, a mí me da más miedo que el malo de Chitti-Chitti Bang-Bang, pero en esto (y sólo en esto, cuidadín) estoy con el Ministro. A por ellos. Si los que no pagan IVA o IRPF empiezan a pagarlo, estoy seguro de que estaremos más cerca de que dejen de masacrarnos a impuestos a todos.
Pero tendríamos que preguntarnos qué hemos hecho para que nos merezcamos estos gobiernos. Porque, sí, les han votado millones de españoles, pero es que llevamos unos años de película de Esteso y Pajares. Casi se nos olvida, pero ahí al lado está, reciente, el desastre de ZP y tenemos ahora puesto en suerte a Rajoy que no quiere darse cuenta de que cuando aprietas el cuello de un ser vivo lo normal es que acabe dejando de respirar. Pues ya que a ellos no se les ocurre nada, yo me pregunto: ¿Por qué no hacemos algo? ¿Hay alguien que tenga ideas para salir de esta? Abro desde ya en mi blog un foro de propuestas. No va a servir de nada, pero al menos que nadie nos diga que no pensamos, ni proponemos y que somos unos perroflautas o unos antisistema. Yo empiezo reclamando, por poner un ejemplo y para provocar un pelín, una revisión uno a uno de los convenios colectivos del funcionariado, entes públicos y demás organismos pagados con el dinero de todos. Quizás sentándonos tranquilamente y leyendo con pausa nos demos cuenta de que hay determinadas maneras de funcionar que son absolutamente insostenibles en el año 2013. Bueno. Yo ya les he tocado las pelotas a unos cuantos. Ahora les toca a ustedes.

EL VENTAJISTA

Hoy jueves, día después de la hecatombe, miren ustedes por dónde, me voy a ciscar directamente en varios de los supuestos principios del bloguerismo.
Es una ley, como no escrita, que viene a decir:
1º que un bloguero no debe despistar a sus lectores saliendo en días insospechados.
Y 2º que un bloguero no debe jamás ser ventajista.
La 3ª ley la han dictado mi mujer y varios de mis amigos que me insisten en que no hable de fútbol. Pero, Dios, cómo no voy a hablar de fútbol después del burreo que nos pegó anoche el Borussia Dortmund.
Así que, aunque hoy sea jueves, escribo. Y aunque esté feo el ventajismo, voy a aprovechar la riada para darle un par de collejas al insoportable José Mourinho.
Estábamos todos un poco con el canguelo, hay que reconocerlo, pero después de la soba del Bayern al Barsa, los madridistas llevábamos ayer en la cara una sonrisa de oreja a oreja. Lo que pasa es que teníamos el miedo en el cuerpo no fuera a ser que la sonrisa se nos quedara igual de congelada que al Coyote cuando Correcaminos hace que le estallen en el hocico 500 cartuchos de dinamita marca ACME.
Y anoche el Borussia fue Correcaminos. Micmic.
Y aquí empieza el ventajismo. Porque, desde mi punto de vista, el magnífico entrenador que ingresa desde hace años una pasta gansa para que ganemos de una puñetera vez la Décima, anoche otra vez más se equivocó, no supo cómo meterle mano a los alemanes y, si no volvimos eliminados del todo es porque, de nuevo, Ronaldo marcó su gol. Vamos, diciéndolo de manera expresiva, pero a lo fino, que Mourinho anoche evacuó su vientre en Dortmund.
Parece que queda claro que Casillas no era el problema de nuestra portería, ni de nuestra defensa. No digo que los goles fueran culpa de Diego López (incluso hizo paradas para evitar un 6-1), pero, si hubiera estado Casillas en la portería, sus críticos estarían dándole por acabado tras cuatro goles en la ida de unas semifinales. Yo, sinceramente, creo que el milagroso Casillas igual podría haber hecho algo más en alguno de los goles.
Parece que queda claro que Pepe ya ni siquiera es ese buen defensor que cíclicamente sufría una descarga cerebral en los partidos importantes. Ahora mismo es, simplemente, un defensa mediocre.
Parece que queda claro que, si Ramos y Varane son tu mejor pareja de centrales desde hace semanas, no la debes cambiar en el partido más importante del año.
Parece que queda claro que Modric es otro pufo más de los que le han metido a la máquina de fichar del Madrid, que lleva atorada desde tiempo inmemorial.
Parece que queda claro que es inverosímil que no haya en toda la cantera del Madrid, por poner un ejemplo, un lateral izquierdo mejor que Coentrao. La cantera también está atorada desde tiempo inmemorial.
Parece que queda claro que a Florentino se le acaban los parapetos y que, salvo milagro la semana que viene, va a tener que decir adiós al dramaturgo-comediante que le ha estado parando y desviando los marrones desde hace 3 años.
Y, por último, parece que queda claro también que los que somos madridistas, pero pensamos que Mou es un cretino, nos fuimos anoche a la cama remolachados, pero con un cierto alivio convencidos de que, después de lo de ayer, el año que viene en el banquillo no va a estar el mismo entrenador. Lo malo es que, conociendo a Florentino, lo mismo nos vuelve a traer a un piernas glamuroso y nos tiramos otros tres años muy entretenidos en las ruedas de prensa, pero sin comernos un Sacis en la Champions.

EL EMPEDRADO

Morir por sobredosis de Coca-Cola. Imagino que muchos de ustedes leyeron hace unas semanas aquella noticia terrible que hablaba de una mujer neozelandesa que murió en 2010 por un excesivo consumo diario de Coca-Cola. Resulta que la desdichada bebía diariamente entre 7 y 10 litros de este refresco y acabó muriendo por diversos fallos de su cuerpo todos directamente relacionados con su adicción. Como suele pasar en muchos de estos casos, la familia intentó culpar a la compañía fabricante del refresco de la muerte de su ser querido y un juez acaba de sentenciar que Coca-Cola no puede responsabilizarse de que haya consumidores que estén más locos que la cabra que da nombre a este blog.
Es la costumbre que tenemos siempre de echarle la culpa al empedrado. Aquello tan italiano de: “¿Llueve?, ¡vaya mierda de gobierno!”. Pasa, por ejemplo, con los fumadores. Y yo he sido uno de ellos, empedernido, durante años. Todas esas demandas ganadas por ciudadanos de los Estados Unidos de América a las tabaqueras, han llevado a situaciones que a mí me parecen delirantes. Se ha asumido que el tabaquismo es una adicción a la altura de la dependencia de la heroína y de otros psicotrópicos. Y ahí están los fumadores, reclamando y consiguiendo que el Estado les ayude a dejar su vicio. Y para hacer ese tipo de reclamaciones, se atiborran de argumentos. He escuchado a algunos fumadores citar estudios ignotos que aseguran que la nicotina genera en el cuerpo humano una adicción mayor que la de los derivados del opio. Y no lo niego, porque no he visto esos estudios, ni los contrarios, pero, sapristi, ya me extraña.
Está feo ponerse como ejemplo, pero, como este es mi blog, hago de mi capa un sayo y me pongo.
Yo fumaba una media diaria de dos paquetes y medio de cigarrillos. Una burrada. Y eso en un día normal, porque, si me tocaba escribir guiones, o estaba trabajando en algo que requería mucho ordenador, podían caer fácilmente los tres paquetes y pico. Y tenía esa actitud típica de los drogodependientes de afirmar: “yo lo dejo cuando quiera” o de decirle a mi mujer, así, en plan chulito: “¿Que yo, ejem, jarrúnjarrún, carraspeo mucho? ¿Ejem?”. Llegué a negar evidencias como que carraspeaba de una manera casi constante. Por otro lado, ignoraba a todos los que me pedían que lo dejara y les mandaba al guano o a lugares incluso peores, si me mentaban el libro aquel de “Dejar de fumar es fácil” a cuyo autor insulté gravemente, en público y en privado, durante años.
Luego estaban los niños. Pobres. Paula, a sus 7 años, ya me había dejado por imposible, y Macarena, con uno escaso, no se pronunciaba, pero a Carlillos, que tenía 5, en el colegio le estaban dando información sobre el tabaquismo. Maldita sea. Su profesora puso en la clase un cartel que rezaba: “El humo mata” y aparecía la silueta de un hombre fumando junto a una foto de una fábrica humeante. Yo no sé si yo me parecía a aquella silueta o qué, pero mi hijo se obsesionó y empezó a decirme entre lágrimas cada vez que me veía con un cigarrillo: “¡¡¡Papá, deja de fumar yaaaaa!!!” o “¡¡¡Papáááá yo no quiero que tú te mueraaaasss!!!”, que claro, a ver cómo aguanta esa presión una persona con un corazón normal. Estuve a punto de conseguir que se le olvidara el dramón, pero una de las tardes de aquellos días, yendo con ellos en el coche hacia casa, me desvié del camino habitual. Me preguntaron por qué y, cuando les dije que iba a comprar tabaco, empezaron los dos a llorar, como instruidos por alguien, y a reclamarme que dejara de fumar de una vez. Y me atraparon. Tanto, que les prometí que era el último paquete que me compraba en mi vida. Al día siguiente pensé seriamente en mentirles, seguir comprando tabaco y decirles que es que me estaba durando mucho el último paquete, pero decidí echarle coraje y escribí dos sonetos de cierre de mi etapa de fumador. Este era uno de los tercetos:
“Eran las seis y cuarto de la tarde
dos mil dos, de noviembre, el dieciocho
Hice con gran ligereza el alarde:”
Y lo dejé.
Estuve varios días con una mala leche bastante espectacular, engordé unos diez kilos, de los que jamás me quité ni la mitad, pero lo dejé. Y juro por mis hijos (a los que tuve cierta manía durante un tiempo) que no utilicé ni chicles, ni parches, ni acupuntura ni ninguno de esos tratamientos costosísimos que, desde mi punto de vista, lo único que hacen es sustituir un enganche por otro. Lo dejé a puro riñón, no maté a nadie (aunque no por falta de ganas), nadie me mató a mí (aunque no por falta de ganas) y dejé de carraspear y de gastarme unos 250 euros al mes en cigarrillos. Estoy muy orgulloso de ello y, sobre todo, de no haber convertido mi problema en un supuesto problema de la Sanidad Pública de mi país, que bastante tiene ya con lo que lleva encima.
¿Que cuesta dejarlo? Un huevo. Pero si yo, que fumaba más que la pobre Mariví Bilbao (q.e.p.d.), logré dejarlo a pelo, es que se puede. Otra cosa es que prefiramos mirar al empedrado y pensar que deba ser ese Estado cabrón que se ha lucrado con los impuestos del tabaco el que nos saque del atolladero y nos pague los chicles de nicotina.

HABER SI NOS VEMOS

Hoy quería la cabra escribir de ortografía. Y por eso mantengo el título original que tenía pensado. Pero, por desgracia, es un día para hablar de las cosas importantes. De la vida destrozada de tanta gente anteayer en el atentado de Boston. De lo que lleva a alguien a poner una bomba sabiendo que, al detonarla, va a hacer pedazos cuerpos y familias y, muchas veces, ciudades enteras. Yo recuerdo con auténtica angustia las horas y los días posteriores al 11-M. Y gracias a Dios no hubo ni entre los muertos ni los heridos ningún amigo mío.

Pero yo creo que la mayoría de las personas decentes sentíamos a esas miles de víctimas y a sus familias como algo nuestro y nos unimos cada segundo de aquellos días a su padecimiento. Lo que pasa es que, al final, nosotros vamos volviendo a la normalidad y, no es que les olvidemos, pero ese estrés post-traumático del que hablan los psiquiatras, desaparece de nuestro lado, aunque siga absolutamente presente y para siempre en las vidas de las verdaderas víctimas.

Boston coge algo más lejos y, afortunadamente, el número de muertos y heridos ha sido mucho menor, pero estos atentados en medio de nuestra vida cotidiana nos ponen delante de la frente, con toda su fuerza y en negrita cada letra, lo que es la VIOLENCIA TERRORISTA.

Todos supimos el 11-S que podíamos haber sido nosotros cualquiera de los pasajeros de aquellos aviones, o uno de los trabajadores de las Torres que vieron con espanto cómo se les venía encima un avión de pasajeros. Todos supimos el 11 de Marzo que nosotros, un hijo nuestro, un familiar o un amigo podía haber estado bajándose o subiéndose a cualquiera de aquellos trenes. Como anteayer todos nos sobrecogimos pensando en la cantidad de amigos nuestros que corren maratones y a los que hemos ido a ver junto a sus familias para darles ánimo en pleno esfuerzo.

Eso es lo que buscan los terroristas; entrar con su horror en nuestro salón y sacudirnos, agitarnos, mientras nos gritan que pueden matarnos cuando quieran. Y nosotros tenemos que tragarnos nuestra rabia y nuestra gana de hacer el ojo por ojo y decirles que somos más y mejores y saber que, aunque nos hagan daño, vamos a aguantar más que ellos. Hijos de puta.

No quería hablar de esto hoy. Ni de la pena que dan nuestros políticos enredados en discutir si los escraches son fascistas, nazis o comunistas, con una portavoz de un partido dándole lecciones de democracia a la del otro partido. Como si en esto de los desahucios tuvieran más culpa unos que otros. Claro, claro. Y mientras, la gente indignada, unos con más razón y otros con menos, pero indignados, tienen que ver cómo esos mismos que, desde todas las instituciones contribuyeron a este desastre, se ponen en postura Tuttankamon y te miran de frente, pero como de perfil.

Y esos, los del PP y los del PSOE, muy dignos ellos, oiga, dicen que el malo, pero el malo malísimo de verdad, es el partido de enfrente. Pues qué quieren que les diga, yo creo que lo de los escraches tendrá su punto macarra y no entiendo que se los hagan todos a gente de derechas, pero, mientras no agredan a nadie, déjenles por lo menos, y con perdón, que se caguen en todo lo cagable.

Si ahora va a resultar que los políticos no nos van a dejar ni la evacuatoria del grito, la cacerolada o la sentada no sé por dónde va a poder escapar la enorme presión que se está cocinando en la olla exprés que ahora mismo es España. Los escraches son el vapor que va saliendo por el pitorro de nuestra olla. Lo malo es que lleva pitando unos meses, y los cocineros siguen a lo suyo, sin mirar la olla discutiendo si le echan al caldo hierbabuena o laurel.

Y no quería hoy hablar de eso. Me apetecía olvidarme por un día del dolor, de la economía y de los políticos y escribir sobre algo tan tonto como la ortografía. Qué pasa para que la generación de españoles que más lee, sea, probablemente, la que peor escribe. Los habrá que me digan que, al menos, hoy casi no hay analfabetos en España. Y es verdad. Pero con la cantidad de acceso a la información, con el ingente número de palabras que leemos cada día en libros, periódicos y, principalmente, en internet, no puedo entender que escribamos tan mal.

Ya no hablo del uso de los acentos, que deprime y conlleva numerosísimos malentendidos, o de la eliminación progresiva de las haches, por poner dos ejemplos simples. Hablo de patadas diarias al idioma con la desubicación de palabras que, puestas en mal lugar, no significan nada. El “haber si nos vemos” del título de esta cabra de hoy duele a los ojos, pero me harto de leerlo en Facebook, Twitter, sms y demás medios de comunicación contemporánea.

Quería hablar de ortografía, pero hay días en los que el artículo que vas a escribir, te lo hacen otros. El de hoy, empezaron a escribírmelo en Boston anteayer unos desalmados que quisieron meter su terror en los salones de nuestras casas con dos mochilas llenas de explosivos.

VIVA EL REY

Mira que hay temas para hablar. Entre la epidemia de muertes ilustres (pobre Sara Montiel, compartiendo necrológicas con la Thatcher), otra vez los escraches, y lo del Madrid y mi pobre Málaga anoche en Champions, hay miga abundante. Pero yo quiero hoy dedicar mi cabra a gritar ¡¡¡que Viva!!! ese Rey que tiene yernos muy mejorables y al que en los últimos años parece que le ha mirado un regimiento de tuertos con el número 13 a la espalda (y que me perdonen los poseedores de un solo ojo y los cabalistas).
Pero, Dios, cómo apesta lo que está pasando con el Rey. Y no hablo de toda la inmundicia que le ha surgido alrededor al monarca, que también, sino de las innumerables aves de rapiña que están abonando el paso para que cunda la sensación de que lo mejor que nos podía pasar es que el Rey se fuera.
Unos lo dicen mientras se dan golpes en el pecho defendiendo la institución de la Monarquía y piden, sin pedirlo, que abdique en favor de su hijo. Otros reclaman abiertamente la abdicación porque saben que, a río revuelto, ganancia de pescadores republicanos. Y, los de más allá, directamente, lo que desearían es que en España se instaurase la III República.
La cuestión es que desde hace meses, incluso años, poner en duda al Rey y a la institución que representa se ha convertido en deporte nacional. Claro que hay decir que Su Majestad y muchos de los que le rodean, tampoco es que hayan hecho demasiado para evitar el debate, las críticas o la mofa indisimulada de los que están encantados con esta evidente erosión que sufre la monarquía.
Gran parte de la culpa de todo esto se le atribuye a Urdangarín. Y vaya, no voy a defender a semejante cretino, pero me parece que tras la crítica coral al Duque hay gente cabreada con toda lógica, pero se esconden también dos tipos de personajes. Por un lado, como decía, los republicanos, que han visto en el ex jugador y futuro técnico catarí de balonmano, un hermoso cuello en el que clavar los dientes. Y por otro lado los políticos que le dieron tremendas cantidades de dinero al yerno del Rey. Yo tengo varios amigos declaradamente monárquicos que, cuando fue Urdangarín a sus empresas a pedirles auténticas morteradas por tres charlas chorras, le mandaron educadísimamente a esparragar. Y no les pasó nada. Ahora, eso sí; no se hicieron ninguna foto con el Duque de esas que ahora otros tienen tapada con un retrato de la parienta y los churumbeles.
Lo que pasa es que hay que reconocer que es muy fuerte; la Infanta imputada (que es una palabra feísima referida a una señora). Oigo a muchos tertulianos (que del auto literal del juez se habrán leído, como mucho, las tres fotocopias que les dan 10 minutos antes de entrar en el aire) afirmar contundentes que, por supuesto, la Infanta sabía lo que pasaba en Noos, porque su firma estaba en las actas de los consejos. No lo dudo, pero, por poner un ejemplo cercano, yo podría estar haciendo trata de blancas y tráfico de estupefacientes con mi empresa sin que mi mujer tuviera ni la más remota idea de lo que pasa. Y mi esposa, que es universitaria, ejecutiva de una multinacional y una de las tías más listas que conozco viene a los consejos y firma las actas. Yo no discuto que la Infanta deba estar imputada, ni que a Urdangarín le caiga un paquete descomunal. Pero cuando se dice que la Infanta fue la cooperadora necesaria para que Urdangarín se forrara, discrepo profundamente. Los cooperadores necesarios para que Urdangarín se forrara fueron nuestros políticos, entre los que, por lo general, abundan los gilipollas. ¿Tiene la Infanta la culpa de que la Comunidad Balear o la valenciana le dieran a su marido millonadas por tres charlas bien adornadas? ¿Tiene la culpa el Rey? No. La tienen esos políticos de los que casi no se dice nada. Porque son esos mismos representantes del pueblo, a través de determinados periodistas, los que están haciendo lo posible porque el debate caiga hacia el lado de los guarreos de Urdangarín, de las supuestas comisiones del Rey o de Corinna y de las fotos con cadáveres de elefantes. Pero el meollo no está ahí. Aquí se está cocinando un intento de llevarnos hacia la III República, lo que pasa es que los chefs, de momento, llevan capucha y no sabemos exactamente quiénes son. Y yo, qué quieren que les diga. Creo en la Monarquía y creo en nuestro Rey. Y no por las tres tonterías que dijo anteayer Rajoy, que para decir que el Rey fue provechoso hace 32 años, ya podría estarse calladito, sino porque, mientras no se demuestre lo contrario, es lo mejor que tenemos.
Piénsenlo.
¿Cayo Lara Presidente de la Unión de Repúblicas Socialistas Ibéricas? Creo que me exiliaría antes de que me echaran.
¿Sería mejor jefe del Estado Aznar que Juan Carlos I? No lo “creou”.
Y, por rematar, uno en el que he pensado mucho leyendo las necrológicas de la Thatcher; Zapatero. Decía ayer un articulista que la Dama de Hierro era una mujer con dos cojones y, disculpen la comparación, pero, así visto, también ZP demostró en su día, sin duda, ser un hombre con dos pedazos de ovarios con sus correspondientes trompas de Falopio. Es por ello por lo que, poniéndonos creativos, me pregunto ¿ZP Presidente de la primera República Islámica Feminista de Occidente? Y no puedo responder porque, siendo sinceros, se me sobrecoge tremendamente el escroto.

CASILLAS

Mira que me lo dice mi mujer. Pero, aunque es muy sabia, no le hago ni caso. Ella me insiste en que no dedique Cabras al fútbol, que es un coñazo y me aleja del abundantísimo público femenino que me sigue. Esto sé que lo dice con esa fina ironía que le caracteriza, pero a mí me hace ilusión que me lo sugiera y me acuesto feliz pensando en hordas de señoras gritando desmelenadas “la cabra, la cabraaaaa”…
En fin, la cuestión es que, aún decepcionando a mis fans, hoy, que el Madrid y el Málaga juegan partidos importantísimos de Champions, no me apetece hablar de otra cosa más que de fútbol. Y eso que la actualidad política sigue dando motivos para coger una pancarta e irse a hacer unos escraches, que es una palabra que hasta hace dos semanas no sabía lo que significaba y ahora no se nos cae de la boca. Que esa es otra. Me parece estupendo lo de los escraches, pero ¿por qué se los hacen todos a gente de derechas? ¿Es que no hay ni un ser humano no de derechas que merezca que los escrachistas se caguen en sus muelas? Será que no. Pero yo hoy me olvido de los políticos españoles y las fotos de Núñez Feijoo, de las cabronadas que les han hecho a los chipriotas, del ERE-no ERE de los Bardem y hasta del mar de fondo de la Curia Romana contra el Papa Francisco. Yo hoy, con perdón, me voy a cagar en las muelas de Mourinho.
Es que ayer sufrí esa mala leche tan característica que te entra cuando ves a alguien que está pidiendo a gritos que le den dos bofetones y no hay nadie para dárselos. Y, no sé por qué, ese es un sentimiento que me invade casi siempre que veo una rueda de prensa del tal Mourinho. Y eso no tiene nada que ver con el hecho de que sea portugués, como dijo recientemente en una entrevista. Es que me parece que es un memo, maleducado, soberbio y engreído, sea portugués, croata, francés o más español que el Gran Capitán. Y por si esto fuera poco, encima está malcriado por los mimos inagotables de Florentino Pérez, que le ha consentido a semejante papanatas todo tipo de desplantes sin que jamás el presidente le haya reconvenido en público, ni, vista la deriva del personaje, en privado. Y todo para que, en tres años, con un sueldo estratosférico y gastando en fichajes lo que no está en los escritos, haya ganado una liga y una Copa del Rey. Pues qué bien, oye.
Yo debo reconocer que tengo auténtica devoción por Íker Casillas, pero, afectos al margen, creo de verdad que es el mejor portero del mundo. Y no sólo eso; es, probablemente el mejor portero de la historia. No hay ningún otro guardameta que tenga un Mundial, dos Eurocopas, dos Champions, no sé cuántas Ligas y una Copa del Rey. Eso por no contar los títulos que obtuvo antes de llegar a la selección absoluta y la cantidad de premios individuales que le han concedido en España y en el extranjero. Todo eso siendo un modelo de comportamiento en el campo y fuera de él. Jamás se le ha oído una palabra más alta que otra y ha sido siempre un ejemplo de sencillez y de normalidad en el éxito y en el fracaso. Exactamente lo contrario de lo que representa su entrenador. Y es por lo que Mou no le soporta. Por eso ayer el Míster en la rueda de prensa en la que se le preguntó por la ausencia de Íker en la convocatoria, habló de Casillas con displicencia y hasta con un punto de desprecio y dijo que “tendrá que esperar su oportunidad” como si estuviera hablando de un chavalín de la cantera que tiene aún mucho por demostrar. Y me da pena que en medio de todo el lío esté un buen portero con pinta de ser un buen hombre, como es Diego López. Pero es que las comparaciones son odiosas. Porque Íker no sólo es uno de esos jugadores símbolo. No sólo es uno de los personajes españoles más queridos. No sólo es un portero que genera dudas en los delanteros rivales. No sólo es un tipo con un talento descomunal para impedir que le hagan goles. Es que es, además, un tío con suerte. Si uno analiza la carrera de Íker, no sólo están sus paradas increíbles; ha tenido golpes de suerte inverosímiles. Aquella lesión de César en la final de Glasgow. Aquella lesión de Cañizares antes del Mundial de Corea. Y el hecho cierto de que, cuando Íker falla durante un partido, puedes tener la garantía casi absoluta de que el Madrid o España no pierden. Hubo un entrenador histórico llamado Miguel Muñoz del que se decía que tenía una flor en el culo, por su mítica buena fortuna. Si aceptamos la analogía (nunca mejor dicho) botánico-nalgar, lo que tiene Íker en el pompis no es una flor, sino el mismísimo huerto entero del Convento de las Clarisas de Carrión de los Condes.
Pero Mou escoge a cualquier otro antes que a Íker. Pues muy bien, hombre. Claro que, bien pensado, casi prefiero que no lo saque todavía. Que no arriesgue el gran portero hasta que esté bien soldada la fractura de su metacarpiano. Así tendrá la mano en perfectas condiciones para hacerle una peseta esplendorosa al tal Mou el día en el que salga por la puerta del Bernabéu. Lo que pasa es que Íker es tan majo que ni eso hará cuando se vaya el pesado de Mou. Y vale, que no le hagan la peseta, pero, por Dios, sea por la puerta grande o por la pequeña, que se vaya ya.