THE BIG DEFECATION

Hay un síndrome entre los escritores y periodistas que se denomina “la página en blanco”. Es una especie de atasco mental que sufres cuando tienes que escribir por obligación y no sabes cómo meterle mano al asunto. No se te ocurre nada, no le encuentras a nada el perfil y, al ver el folio (hace años) o la pantalla vacía ante ti, te acuerdas del anuncio aquel de Ariel que decía “Más blanco no se puede”. Y te agobias. No es lo que me pasa hoy, la verdad.
Hoy es uno de esos días en los que uno no tiene que buscar en la prensa, o en sus recuerdos, o en aquello que le pasó ayer para ponerse a escribir. Desde que publiqué la Cabra de la semana pasada, han sucedido tantas cosas, tan variadas y tan gordas, que el problema no es no saber de qué hablar, sino qué descartar entre tanto asunto goloso.
Porque hemos de reconocer que el sinapismo catalán ha quedado orillado, primero, por el escándalo de las tarjetas de Caja Madrid y, poco después, por el problemón que se nos ha generado con el virus del Ébola. La noticia del contagio de Teresa, una auxiliar de enfermería del Carlos III, ha llenado de una inquietud, que bordea el pánico, a sus vecinos más próximos, a todos los madrileños, a millones de españoles y, leyendo los periódicos internacionales, a medio mundo. Porque hemos quedado como la Chata. Estaba toda la comunidad internacional pendiente del traslado de los dos héroes misioneros que trajimos a España para ver si conseguíamos salvarles la vida. Y, por desgracia, hemos dado la razón a los que nos tildan, desde fuera, como el país de la improvisación. Nos ven como gente maja, pero poco seria. Como un pueblo entusiasmado, pero poco trabajador. Y un lugar magnífico para venir de vacaciones, pero no tan bueno para traer tu dinero. Las noticias sobre corrupción, que en estos días abundan, siguen enviando al extranjero una imagen de país de poco fiar.
Vamos ganando en confianza, pero cosas como la del contagio de esta auxiliar de enfermería, nos dejan a la altura del betún, o sea, malamente. Porque aquí, cuando se sugiere que el contagio de la auxiliar de enfermería ha podido deberse a un error de la trabajadora, saltan los sindicatos a gritar “Anatemaaaa”, partiendo de la base de que, por supuesto, Teresa hizo bien su trabajo. Pero es que, cuando la pobre mujer reconoce que pudo tocarse la cara con un guante sucio, salta el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid a gritar: “Nos ha mentidoooooo”, como si, en todo lo que ha sucedido no tuvieran responsabilidad alguna las autoridades que mandan en esto. Claro, pero es que tenemos tanto lío con las transferencias que aquí yo pido la dimisión de Ana Mato y a lo mejor resulta que todo es responsabilidad de la Comunidad de Madrid. En cualquier caso, yo creo que Mato debería decir: “Esto no es mi culpa, pero es mi responsabilidad y, en cuanto arreglemos este desaguisado, me voy”. Pero no. Aquí a nadie le parece que deba dimitir por la más enorme defecación de los últimos tiempos.
Por Dios. Que esta señora estuvo en la habitación de uno de los misioneros. ¿No había un protocolo de seguimiento de cada uno de los profesionales que entraron en contacto con el religioso? Es que a mí me flipa que la auxiliar llevara días con fiebre y nadie, en el Ministerio o en la Consejería de Sanidad se enterara. “Es que no dijo nada”. Coño, ¿pero estaba en el protocolo que se le preguntara a cada uno de esos profesionales por su estado de salud a diario durante, digamos, 40 días? Si la respuesta es NO, como es, tenemos que asumir, los políticos primero, que la hemos cagado. Y me da igual si la ATS se tocó la cara, si se equivocó o si fue un accidente. Aquí no hay que buscar culpables del momento de la infección, sino responsables de que esta señora haya estado sin control alguno de las autoridades durante 10 días. Y con fiebre, poca o mucha, desde días antes de ingresar.
Y luego está lo del perro. La que han liado los animalistas porque querían evitar que se sacrificara a Excálibur, el perro de Teresa. Hay opiniones para todos los gustos, pero, por mucha pena que nos dé, tiene mucho más riesgo el traslado y custodia del chucho, que su sacrificio, aunque esto suponga un palo añadido para la pobre ATS que está intentando superar la enfermedad y para su marido, al que tienen en cuarentena. Lo que me choca de todo esto es la manifestación a las puertas de la casa llamando asesinos a los que iban a matar al can. ¿Irán todos estos a la puerta de una granja de cerdos la próxima vez que deban sacrificar a 500 marranos por una peste porcina? Lo mismo sí, porque con estos animalistas tengo la misma sensación que con los políticos que, en cuanto ven ocasión de ponerse delante de una cámara, allá que van, que ya se les ocurrirá algo que decir.
En fin, me he liado con lo del Ébola y quería hablar también de consejeros de Caja Madrid que creen que fundirse mil euros al mes en gastos de representación, “no es mucho”. De ese sindicalista que acumuló, al menos, un millón y medio de euros en negro. De ese político al que, presuntamente, le regalaban rifles de caza bajo cuerda. O de los hideputas del estado Islámico. Pero se me acaba el folio y no quería dejar de recordar que este año vuelve a hacerse la recogida de alimentos para ayudar a la inmensa cantidad de gente que lo está pasando mal en España. Será los días 28, 29 y 30 de noviembre en Madrid. No sé cuándo será en el resto de provincias, pero seguro que entrando en esta web, lo explican. El reto es recoger dos millones de kilos. Nosotros, como hicimos el año pasado con mi madre, mi mujer y mis hijos, vamos a ver si conseguimos nuestra tonelada.
www.granrecogidamadrid.org