HALA, PUES YA ESTÁ

Decíamos ayer que es una extraña mezcla de cabreo, de pena, un pelo de angustia, otro poco de búsqueda de culpables y, como si fuéramos tertulianos, otro poco de “ya lo decía yo”. Pues ya lo tenemos aquí. Tanto hablar de que se rompía España y lo que está hoy roto, partido en dos, o en más pedazos, es Cataluña. Y no sé quién, ni de dónde, va a sacar el pegamento para recomponer la pieza. Es cierto que llevamos años en los que, pertinaces, hemos ido ayudando para que esto llegue; una Constitución malparida, unas transferencias delirantes, unos gobiernos de la nación en minoría cediendo lo que hiciera falta a Pujol and friends, una gestión de todo lo que rodeó a la reforma del Estatuto bien cagada primero por ZP y luego por Rajoy… Pero, entre los que han ayudado, también están todos esos catalanes que dicen que se sienten españoles y que, aún hoy, siguen metidos en ese enorme armario para que nadie les tilde de fascistas por no reírles las gracias a los independentistas. ¿Cuántos que se sienten españoles sonreían en el Camp Nou al ver aquellos carteles de “Catalonia is not Spain”? ¿Cuántos de ellos no han coreado alguna vez el “Independencia” en el minuto 17 de los partidos del Barsa, o han compartido felizmente los eslóganes grotescos de los indepés en las últimas Diadas? O, es más, ¿cuántos de ellos colgaron su bandera de España en los días en los que todo Dios colgaba en sus balcones su estelada, su senyera o, para que no te llamaran fascista, tu bandera de Andalucía, Euskadi o Extremadura? Porque hace 4 ó 5 años te paseabas por Barcelona y te daba la sensación de que TODO EL MUNDO quería la independencia. Y ahí es donde entra esa comparación que algunos hacen de un modo grueso al decir que en todo este proceso hay tics nazis y totalitarios. Evidentemente es un exceso comparar a los independentistas con los nacionalsocialistas, pero hay en ese apartheid, en ese obligar a no pronunciarse en público al que no siente como ellos, una parte de la depuración que con tanto éxito practicaron los nazis en Alemania o los Bolcheviques en todos los países en los que se impusieron. Es cierto que, de momento, no se han establecido campos de concentración ni Checas en Cataluña, pero viendo los modos que gastan y los discursos que pronuncian algunos de ellos, es legítimo que algunos lo teman.

Porque no creo que haya nadie que pueda negar que, en los últimos años, los catalanes que se sentían españoles han sido menos libres. Reconozcamos que, cuando todo tu vecindario está colocando senyeras y esteladas, hay que tener muchos cojones para colocar una bandera de España en tu balcón. Porque es una de las cosas que más me molestan como español, andaluz y malagueño de nacimiento, como madrileño y ginebrino de adopción y como gaditano de vocación. ¿Por qué tanto los de derechas como los de izquierdas y los nacionalistas varios me han robado mi bandera? Entre mis amigos muy de derechas existe la convicción de que la bandera y el himno son más suyos que de otros. Entre mis amigos muy de izquierdas existe la convicción de que es mejor y más legítima la bandera tricolor de la República que la del águila franquista. Y ambas son hoy igual de inconstitucionales. Ese abuso de la bandera y de los símbolos que representaban a España durante la dictadura, hizo que muchos hoy sigan uniendo la rojigualda y la Marcha Real con una visión fascista de la vida. Por eso nos parece normal la anormalidad absoluta de que se pite nuestro himno y nuestra bandera. En ningún país del mundo sucede esto. Y, desde luego, lo que jamás pasa entre personas educadas es que alguien pite un himno y tú te pongas a sonreír henchido de satisfacción como hacía el GRAN IRRESPONSABLE Artur Mas junto al Rey cuando oía al Nou Camp silbar el himno de España.

Aunque puede que todos estos líderes independentistas dejen de tener esa sonrisilla de superioridad cuando se empiece a aplicar la Ley. Ya ayer, probablemente, Artur Mas tuviera menos ganas de reír, cuando se enteró de que le van a embargar sus bienes para pagar la tontá del 9-N. Lo más gracioso de todo es que Mas, mostrando una inconsciencia sin límites, se ha dedicado a pedir algo parecido a una cuestación popular para ayudarle a pagar lo que debe. Ja. Al final, imagino que será esto lo que baje el suflé de los independentistas. La aplicación de la Ley. No sé si alguno acabará en el calabozo, pero el simple hecho de poner precio a sus desvaríos ya hará que empiecen a recular. Porque en la vida hay muchos que necesitan una amenaza real para darse cuenta de que están metiéndose en terreno pantanoso. Todo lo que está a punto de empezar a pasar me recuerda a un partido Atleti-Real Madrid en el Calderón a finales de los 70. El padre de mi amigo Roberto Arce nos llevó a Rober y a mí al estadio. Los tres éramos más del Madrid que la familia Bernabéu. Y allí estuvimos discretamente disfrutando porque el Madrid iba ganando 0-1. En un momento en el que las cosas se enconaron en el terreno de juego, un señor que estaba justo detrás de nosotros, y que no paraba de meterse con el Madrid, los madridistas y las madres que nos parieron, gritó: “¡¡¡Todos los del Madrid son unos mariconeeeeeessss!!!” El padre de Rober, que era un señor muy tranquilo a la par que un armario de tres puertas, se levantó y le dijo muy pausadamente al susodicho: “Eso no me lo repite usted a la cara”. El pobre hincha al ver a semejante madridista frente a él, reculó. Pero lo hizo con mucha gracia y dijo: “Todos los madridistas son unos mariconeeeeeessss… Salvo este señor” Fue tal la carcajada que provocó, que al padre de Rober y a todos se nos pasó el disgusto, se rebajó la tensión y acabamos el partido con un 1-1 tanto en el campo, como en la grada.

Lo que pasa es que, por mucho que pienso, no se me ocurre quién le va a poner gracia a todo esto que está pasando. Igual podría ser Joan Tardá que el otro día, en un alarde de fino humor, dijo en el Congreso que los catalanes quieren irse de España para acabar con la corrupción. Y lo más curioso es que consiguió terminar la frase sin descojonarse.