LO DEL HIMNO

Menuda se ha liado. Y menuda se va a liar. La propuesta de Esperanza Aguirre de suspender la final de la Copa del Rey de fútbol si se silba al himno y/o al Rey ha removido la tierra. Van a jugar el Athletic de Bilbao y el Barça y no hay que ser adivino para prever una pitada tremenda.
Y es curioso, porque yo, así a botepronto, no tengo una opinión muy clara sobre el asunto. A esa falta de una visión contundente ayuda el hecho de que se opongan a esta medida muchos seres que me parecen especialmente abyectos y el que la apoyen personas con las que, indudablemente, no iría a ninguna guerra. Porque uno lo piensa tranquilamente y dice: “coño, pues que silben”. A mí, en uno de esos alardes de moderación que nos dan de vez en cuando a los que no estamos en un bando muy concreto, me puede parecer que silbar al himno o al Rey puede ser una manera de expresar la libertad de opinión de cada uno. Pero, cuando me suceden estas cosas, siempre, intento mirarlas desde el otro lado.
Pongamos por caso que estamos en un acto oficial de Cataluña o de Euskadi y que, mientras suena Els Segadors o el Gora Ta Gora, miles de personas se ponen a gritar y a proferir insultos. Yo imagino que los otros miles que sientan ese himno como suyo pueden tomar como una agresión el hecho de que alguien desprecie la música que les representa o la bandera bajo la que se sienten unidos a otros. Por eso a mí jamás se me ocurrirá pitar el himno de nadie. Cuando he ido con mis hijos a partidos internacionales y había trangresores abucheando al himno nacional del equipo contrario les he prohibido taxativamente que sigan como borregos a los irrespetuosos. Es como cuando vamos al Bernabéu y escuchamos a la gente gritando “¡Puta Barça eoéeee!” o “En el Calderón hay mucho maricón”. Yo le dejo a mi hijo que cante y anime pero nunca le permito que grite insultando a otros. Porque de estos polvos vienen otros lodos. Y estamos de fango hasta las axilas.
En el caso del himno español y de nuestro Rey, se trata de respeto a los símbolos que son importantes para mucha gente. Alguna vez, cuando lo he hablado con amigos nacionalistas, me dicen que esa bandera y ese himno (los de España) fueron utilizados por Franco y la Dictadura para machacar a los que no opinaban como ellos. Joder. Que han pasado cuarenta años desde que murió el Dictador y seguimos con que la abuela fuma. Claro que sí. Pero también en torno a esa bandera y a ese himno han pasado en nuestro país en los últimos años cosas mucho mejores. También los alemanes usaron su “Deutschland Über Alles” para, literalmente, pasar por encima de casi toda Europa. Y hoy, cuando oigo ese himno al que se le ha cambiado la letra, no pienso en Adolf Hitler, ni siquiera en la Merkel, Dios me libre, sino en los millones de alemanes que sienten ese himno como suyo y que viven hoy en una democracia moderna.
Esto, España, es una democracia moderna. Por mucho que los pesados de Podemos digan que nuestra Constitución está caduca y que es una herencia del Franquismo, es mentira. Las mentiras no se convierten en verdad por repetirlas mucho y con cara de haber visto a una Virgen o a Josif Stalin encima de un olivo. No, majos; nuestra Constitución la aprobaron de manera abrumadoramente mayoritaria los españoles, no los suecos, y ese texto nos metió, tras años de discordia, en un país de concordia en el que yo creo que hemos convivido bastante bien durante los últimos 37 años.
Por eso, mientras escribo, me está empezando a parecer bien lo de cancelar la final si se pita. Sé que muchos dirán (yo mismo me lo decía hace un rato) que esta medida generaría más sentimiento en contra, pero no creo. También se decía hace años que metiendo en la cárcel a los batasunos y a los que recolectaban dinero para ETA iban a surgir cien mil mártires del pueblo vasco. Y no pasó. Sencillamente, se acabó ETA cuando dejaron de estar forrados para pagar bombas y magníficos sueldos a sus hideputas asesinos. Coño. Hagamos la prueba. Suspendamos si pitan. Y puede que surja algún mártir por la causa, pero probablemente habrá otros miles que comprendan que esto es una cuestión de respeto. Recuerdo en la final de la Copa del Rey de hace 4 años en Valencia. Jugaban el Madrid y el Barça. Estábamos mi hijo y yo en la zona VIP justo al lado del Palco presidencial. Cuando comenzó a sonar el himno español, un señor con buena pinta que estaba, como yo, invitado de manera protocolaria, empezó a decir “¡Puta España! ¡Puta España!” Mi hijo Carlillos, que ya tenía un baile hormonal preadolescente bastante notable, se lo quería comer. Yo tranquilicé a mi hijo y le comenté que había gente maleducada y que nosotros, sencillamente, teníamos que ser mejores que ellos. Y le dije lo mismo cuando, unos minutos después, la mitad del estadio que era del Madrid abrió un cántico que me llenó de vergüenza: “¡¡Es una putaaa, Shakira es una putaaaa!!” cantaban a la que, entonces, era la novia de Gerard Piqué. También en aquel momento tuve que recordarle a mi hijo que nadie puede ser tan maleducado como para insultar a una muchacha por ser la novia del central del equipo contrario. Por eso; respeto. Algo muy tonto y muy sencillo aunque parece que nos cuesta un mundo entenderlo.